Que América era “la otra orilla”. De una orilla de la mar a otra, “del uno al otro confín”. De acá para allá. De allá para acá. Viaje y tornaviaje. De la orilla española de la mar a América. De España al allende oceánico, donde mora “la mejor gente, sin mal ni engaño, que haya debajo del cielo”, en palabras de Colón.
Al ultramar de las arenas blancas y salutíferas de Porto Santo. A las soledades timorosas de la mar océana más allá de San Sebastián de la Gomera.
“En la fertilidad crecía el tiempo” en la otra orilla, allí “las cerradas noches manantiales”, que cantaba Neruda. Trasiegos mil por las amplísimas y tenebrales rutas de las aguas arcanas. Rutas entregadas a la mirada de Dios, a los soles de fuego y a las lentas lunas. Ida y vuelta. Vuelta e ida. Orillas plenas del adiós y el encuentro. Era la ruptura de la distancia, era la victoria sobre el olvido. Orillas del alborozo y de la lágrima. “Cruzaban las olas que atormentaban los navíos”,dijera el Almirante. Camino misterial y temible, que fuera desde la “retenebrosa” al mediodía pleno, al guilleniano “redondeamiento del esplendor”.
El hombre, que es un ser que “pretende a lo posible”, la pasión por la aventura, la sed de poder, la “sacra fames auri”, las convicciones sobre el progreso y la modernidad, entregaban a Europa una impresionante ampliación del horizonte, como estableció Alfred Weber. Apagada la terrible espada, emergió la hermosura de la voz que fue palabra, la reveladora y creadora palabra, “sangre de mi espíritu”, vivencia y morada.
De acá y de allá, de allá y de acá vivimos en la amplia y profunda constelación de signos, en la comunidad de hablantes. Transoceánica y universal familia que habita en la tradición creadora de las construcciones culturales y en la honda historia. España en América, América en España. “Y español soy por la lengua divina”, decía Darío. Borges insistía: “Estás, España silenciosa, en nosotros”. Y de España, enamoradamente, erraba Neruda: “Piedra solar, pura entre las regiones del mundo”.
La idea nace de la conciencia de los vivísimos y tejidos vínculos por encima de los espacios y los tiempos. Y de manera especial en 2014, cuando celebramos el aniversario de los movimientos de independencia de los países hermanos de la joven América. América en España, las Américas en España: geografías, dones de tierras, mares y ríos, culturas, creencias religiosas, artes, música, danza, literatura, arquitectura, escultura, pintura, cine, espectáculo, agricultura, oros, platas, cobres, maderas, piedras preciosas mil, innumerable reinomineral, objetos mil incomparables, mil señores de Sipán… Y señaladamente los dones líricos de la palabra creadora, desde el Inca Garcilaso o Sor Juana Inés de la Cruz a Borges, Carpentier o Cortázar. Los ilustres ciudadanos americanos de la castellana palabra, vecinos asentados y sentidos en España, clásicos maestros, premios Cervantes, premios Nobel: Arguedas, Darío, Reyes, Vallejo, Neruda, Hemingway, Paz, Cabrera Infante, Bryce Echenique, Benedetti, el grandísimo Vargas Llosa, quien dijera: “Madrid es mi ciudad” y, refiriéndose a España, “es la transformación histórica más extraordinaria que me ha tocado vivir”.
revista la Alcazaba, 52