ARQUEOLOGÍA, EL RASO DE CANDELEDA (Ávila), UN POBLADO DE LA EDAD DEL HIERRO EN LA SIERRA DE GREDOS, por Dionisio Urbina, Doctor en Arqueológia.

Castro Celta en el Raso de Candeleda (Ávila)

En uno de las paisajes más idílicos del centro de la Península Ibérica, como es la falda Sur de la Sierra de Gredos, conocida como la comarca de La Vera que se reparte entre las provincias de Ávila y Cáceres, se encuentran los restos de un espectacular yacimiento arqueológico: El Raso de Candela. Se trata de un poblado de finales de la Edad del Hierro que está incluido en la ruta abulenese de los castros vettones, aunque su enclave y fisonomía poco tienen que ver con los famosos castros vettones de Las Cogotas, La Mesa de Miranda o Ulaca (de los que hablaremos en otra ocasión).

El castro de El Raso es un yacimiento extenso que sorprende al visitante entre los helechos de uno de los muchos cerros de este paisaje, en la vertiente derecha de la garganta de Alardos. Lo primero que se muestra a nuestros ojos es la muralla que serpentea por las lomas subiendo y bajando durante casi 2km para delimitar un amplio espacio de más de 17Has. La mayoría de este recinto se encuentra lógicamente sin excavar, pero a ciertos trechos podemos ver partes de la muralla excavadas y restauradas, que nos permiten hacernos una idea de cómo fue en origen sólo con imaginar 2 o 3 m más de altura y un remate almenado. También en varias zonas encontramos recintos excavados con los restos de grupos de casas, incluso se reconstruyeron dos de ellas sobre los restos excavados, que dan una buena idea del aspecto que debieron tener.

Llama la atención que muchas de estas casas tienen una planta similar, ya muy desarrollada y que muestra los influjos del Mediterráneo venidos de Grecia y Roma. De planta casi cuadrada, destaca un vestíbulo o porche columnado con un poyo para sentarse y realizar diversas actividades. En el centro de la fachada se abre la puerta que da acceso directo a la habitación principal, la de mayor tamaño, en la que siempre había un hogar donde estaba encendido el fuego. En todas las culturas antiguas el fuego del hogar era considerado sagrado (de ahí proceden divinidades como la Vesta romana o la Hestia griega). Al fondo está la despensa que es estrecha y con una alta alacena, y junto a las paredes laterales se disponen otras habitaciones estrechas que debieron servir como dormitorios.

Reconstrucción de una vivienda

De los habitantes de la parte Oeste de la Península, decía el geógrafo Estrabón en el siglo I antes de nuestra Era: comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según su edad y dignidad, los alimentos pasan de mano en mano

No se sabe con certeza el momento en el que se inicia el poblamiento en El Raso. En un cementerio de incineración excavado hace unos años algo más abajo de donde se halla el castro, se documentaron piezas desde el siglo V antes de nuestra Era. Junto al vecino pueblo de Villanueva de la Vera se encontraron unas joyas orientalizantes de esa misma época. Parece que hubo una serie de pequeños poblados no lejos del río Tiétar,  y que a partir del siglo II o finales del III a.n.e., la población se concentra en lugares como el Raso, tal vez para defenderse de las incursiones de púnicos y romanos que comienzan en esos momentos. Sea como fuere, los restos del poblado que podemos contemplar hoy deben corresponder al siglo I a.n.e., momento en el cual las poblaciones indígenas de la zona se concentran en puntos bien defendibles para protegerse de los romanos, algo que sin embargo, no pudieron conseguir, y en tiempos de César el poblado es conquistado y se supone que sus pobladores obligados a habitar en lugares más llanos, y quién sabe si tal vez parte de los habitantes de este castro no serían llevados a ciudades que los romanos levantaron por entonces junto al río Tajo, como Caesaróbriga (Talavera de la Reina) o Augustóbriga (Talavera la Vieja).

Vista de lienzos de murallas del Raso de Candeleda

El poblado de El Raso se levanta sobre una de las estribaciones de la Sierra, cerca de la pedanía de la que toma el nombre. El camino desde este caserío está bien señalizado, La entrada al lugar no está regulada, por lo que es gratuita, confiando en que el visitante recorra el lugar con el respeto que estas antiguas piedras merecen.

Al sur de la carretera que une Madrigal de la Vera con Candeleda, cerca ya del pantano de Rosarito, se halla el lugar de Postoloboso, en donde se levantaba la ermita de San Bernardo. Entre sus muros se hallaron varias inscripciones de época ya romana, dedicadas al dios indígena Vaelico, nombre que puede asimilarse a una raíz que significaba “lobo” en antiguas lenguas celtas. No sólo el nombre actual del sitio parece indicar esa relación, sino que al lado de la ermita todavía se levanta una piedra en donde ya en época cristiana, se ataban los perros para que el santo les curase de la rabia. Se trata sin duda de pervivencias de las antiguas creencias de los habitantes del castro de El Raso de Candeleda.

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