CONCEPCIÓN ARENAL

(1820-1893)

Nació en El Ferrol (La Coruña). Siendo todavía niña quedó huérfana de padre y, tras la muerte de éste, la madre trasladó a la familia a Madrid. Concepción, para poder asistir a la Universidad y tomar clases en la Facultad de Derecho, se vestía de hombre. Fue entonces cuando conoció al hombre que luego sería su marido, Fernando García Carrasco, liberal, abogado y periodista, quien fue capaz de entender y aceptar la actitud combativa de la esposa ante las injusticias de su época. La pareja tuvo varios hijos, pero excepto uno, todos mueren a muy temprana edad. En 1857, fallece el esposo, y decide trasladarse a Oviedo. Luego, sobrepasados los setenta, nuevamente, y con su hijo Fernando, se trasladarían a Vigo, en donde falleciera a los 73 años.

Prolífica escritora, sobre todo en temas judiciales y sociales, uno de los aspectos más progresistas de Concepción Arenal es su consideración de la mujer como ser humano marginado. Concepción Arenal no sólo abrió las puertas a las mujeres a la vida social y laboral, sino que su fama cruzó fronteras, siendo internacionalmente famosa en derecho penitenciario y medicina hospitalaria. Por si fuese poco, escribió novelas, obras de teatro, zarzuelas y poesía, campo, este último, del que ofrecemos una muestra a modo casi de fábula.

EL MASTÍN Y EL GALLO

Sabido es de cada cual
Que aún mucho más que el caballo.
Entre los vanos, el gallo
Es vanidoso animal.

Había en cierto lugar
Uno que el cuello inclinaba
Cuando la puerta pasaba
Por temor de tropezar;

Y era risible el temor,
Que en un portón como aquel
No llegaría al dintel
Siendo cien veces mayor.

Estábase en el corral
De la casa por guardián
Un juiciosísimo can,
Y cansado de ver tal

Díjole: «Señor gigante,
Lleve la cabeza inhiesta,
Que antes de dar con la cresta
Aún ha de crecer bastante.

¿No ves como no se baja
Un hombre aunque esté montado,
Y que nunca han tropezado
Los carros que traen paja?

¿Cómo, ¡voto a Belcebú!,
Donde no pueden llegar
Imaginas alcanzar
Siendo más pequeño tú?»

Quedóse el gallo corrido
No sabiendo qué decir,
Y cuando volvió a salir
Fuese con el cuello erguido;

No porque tuviera prisa
Su error de reconocer,
Sino que llegó a temer
Del can machucho la risa.

De la ciencia en el umbral
Lo mismísimo se viera
Si puerta visible hubiera
Como había en el corral.

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