EL CÁLAMO Y SU HISTORIA, por Rosa Mionis

ESCRIBA SENTADO, 2600-2500 a.c. Museo de louvre, París

Pertenecí a un escriba llamado Epiros que vivía en una ciudad a orillas del Mediterráneo  hace muchos años. Mi amo conoció allí a un hombre que hizo posible la integración universal entre las culturas greco-macedónicas y las orientales. Era un visionario, todos lo decían, quizás lo fuera por la influencia de su mentor, un sabio llamado Aristóteles.

Sus batallas, sus ansias de poder, las fundaciones de ciudades y el reconocimiento de las culturas de los pueblos que sometía, fueron el embrión de una nueva era denominada Helenismo. Fue el nacimiento de de un nuevo modelo de sociedad dentro de un marco geográfico diferente y el vehículo que llevó la cultura griega a los pueblos por él conquistados y a través de ellos  a la India, China  y Japón. En medio del camino entre Oriente y Occidente tuvo lugar la fundación de una nueva ciudad, Alejandría, impregnada de ciencia y arte en sus muros y en su gente.

Su situación estratégica  y sus dos puertos la convirtieron en el centro neurálgico de las rutas comerciales que unían los cuatros puntos cardinales. Era Alejandría un crisol de culturas en estrecho contacto entre si, con grandes grupos de seres buscando trabajo, un lugar para vivir y sobre todo la aceptación de sus diferentes credos. Unos bajaron por los ríos, como los etíopes y los mismos egipcios. Árabes e indos navegaron por el Nilo tras atravesar el desierto y algunos siguieron la ruta de la costa como los libios, los sirios y judíos.

DIVERSOS CÁLAMOS

Todo esto lo sé pues Epiros me obligaba a llenar hojas y hojas de papiros, porqué todo tenía que ser escrito y archivado. Los barcos debían ser contabilizados  lo mismo que sus cargamentos y las edades y los oficios y la procedencia de los hombres.

En los momentos de ocio, muy pocos en realidad, mi amo me guardaba entre sus ropas y juntos recorríamos la gran ciudad : El barrio judío, el egipcio, la Puerta del Sol, el puerto sobre el lago Mariotis .Caminaba el puente que la unía con la isla de Faros y en el templo de Isis Pharia se detenía a orar…

Quedaba extasiado frente al Faro, ciclópeo y terrorífico, que como un imponente titán guiaba el melancólico vaivén de las embarcaciones que llegaban al amplio puerto.

Por decisión de los Dioses, llegó la muerte para aquel a quién mi amo servía, el llamado El Magno y al poco tiempo Epiros también partió. Quedé solo y otro escriba fue mi dueño y así seguí escribiendo todo lo acontecido en la gran ciudad.

Presencié la construcción del templo del saber, de ese lugar donde los hombres habían reunido por vez primera, de un modo serio y sistemático el conocimiento humano.

MOSAICO

Aquí dejaron su impronta; Hiparco, ordenador del mapa de las constelaciones; Euclides, estudioso de la geometría; un Dionisio de Tracia que definió las partes del discurso; Herófilo, que estableció de un modo seguro que es el cerebro y no el corazón la sede de la inteligencia; Herón el inventor de las cajas de engranajes; un Arquímedes, el mayor genio mecánico de la historia; Tolomeo que compiló gran parte de los libros habidos y por haber de la astronomía.

Escribí, hasta que la mano de mi amo endurecída por el cansancio colgaba inerte sobre la mesa, la traducción al griego de la Biblia Hebraica, conocida con el nombre de la Versión de los Setenta por haber sido realizada por setenta rabinos y que sigue siendo la obra más valiosa de toda la historia  de la traducción y he visto y admirado con mis ojos de cálamo a una gran mujer, Hipatia, matemática y astrónoma, última lumbrera de éste templo.

Pasaron los siglos y yo sigo aquí en este mundo, guardado en una bella caja y escuchando que el fuego ha destruido el fabuloso tesoro. Se han ido  el saber  y los muros que lo contenían y juntos yacen bajo el mar. Ahora esta vasta ciudadela me parece vacía  al apagarse esa luz que alumbraba lo mismo que el faro.

La tradición científica se ha extinguido  bajo la influencia del fanatismo religioso y los gobernantes han dejado de interesarse por la poesía y la filosofía. La ignorancia de los hombres destruye el saber como un incendio premeditado. La gloria de la Gran Biblioteca no se desvaneció en un único desastre sino que fue borrándose lentamente en el tiempo.

Han pasado dieciséis siglos y desde mi lugar, veo erguirse nuevamente y  en el mismo sitio otra tan bella  como la que duerme en el mar. Y me pregunto: ¿Será ésta un vínculo hacia el pasado y una abertura hacia el futuro? ¿Podrán los hombres desde éste presente que contemplo, pensar en un futuro integrador y construir un nuevo orden social? ¿ Podrá surgir a través del saber, las artes y las ciencias un nuevo Helenismo? ¿Este legado de Alejandro será aceptado?

Yo, un pequeño y viejo cálamo, testigo de años y años que pasaron, pienso que sí.

El papiro Rhind es un documento muy antiguo que nos informa de los conocimientos matemáticos de los egipcios. El papiro fue encontrado en las ruinas de un antiguo edificio de Tebas (Egipto) y, posteriormente, lo compró en la ciudad de Luxor el egiptólogo escocés Henry Rhind cuando viajó a Egipto. A la muerte de Rhind, el papiro se trasladó al Museo Británico, donde se encuentra actualmente.

 

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