FRANCISCO DE AGUIRRE,por José María Gómez Gómez, Catedrático en Historia, Escritor y Poeta

Francisco de Aguirre
Acercarse a la biografía de Francisco de Aguirre es recordar uno de los episodios más apasionantes y grandiosos de la historia de Talavera de la Reina, de España y del Nuevo Mundo. Prototipo de conquistador, fundador de ciudades y colonizador, su nombre se escribe con letras de oro en las tierras del Perú, Chile y Argentina. Por donde pasó aún perdura su aura de ser fantástico e irreal, admirado por los indios, envidiado por sus enemigos y competidores. Su figura nos ha llegado envuelta en el encanto de la leyenda, como un héroe antiguo adornado de hazañas. Es, desde muchos puntos de vista, por sus virtudes y por sus defectos, el espejo más acabado de la obra de España en América. De él escribió Mariño de Lobera: «Era Aguirre el hombre más rico y principal de la ciudad y muy estimado en el reino de todos los que en él habitan por su mucho valer y por haber sido Gobernador de Tucumán y de los juríes con título de señoría; y por ser hombre liberal y magnífico y amigo de vivir rumbosamente». Por su parte Valdivia, que lo tuvo por compañero y amigo, le escribía elogiosamente: «…habéis sustentado siempre vuestra persona e casa con orgullo e honra e autoridad que la suelen sustentar los que son tenidos y estimados por caballeros e hijosdalgos, como vos lo sois». Pero ha sido el excelente historiador argentino

MONUMENTO A FRANCISCO DE AGUIRRE
Roberto Levillier quien con más ciencia y entusiasmo ha escrito y elogiado a quien con orgullo llama «padre de la patria», verdadero «forjador del Tucumán», Francisco de Aguirre, de quien trazó una magnífica semblanza que incluimos al final de este capítulo. No puedo pasar por alto a otro apasionado admirador de nuestro Aguirre, el profesor eminente Domingo Bravo, hijo de Santiago del Estero y su gran lumbrera en este siglo, defensor a ultranza de la figura y la obra del conquistador talaverano, fundador de aquella ciudad que pasa por ser sin disputa la «madre de Argentina».
Francisco de Aguirre nació en Talavera de la Reina el año 1508. Sus padres fueron el Contador Hernando de la Rúa y Constanza de Meneses, mujer que moraba en el Casar del Ciego donde tenía numerosas propiedades. Allí nació algún hermano de Aguirre y bien pudo nacer él mismo… Guerreó muy joven en Italia, donde alcanzó el grado de alférez. Volvió a Talavera donde casó con doña María de Torres, su prima, emparentada en Puente del Arzobispo.
Pasó a Las Indias en 1533, según se deduce de lo que él mismo escribió con altivez de hidalgo al virrey don Francisco de Toledo en 1569: «Pasan de treinta y seis años los que ha que vine a este reino, y no desnudo, como otros suelen venir, sino con razonable casa de escudero y muchos arreos y algunos criados y amigos».
Era un hombre de gran energía, orgulloso e irascible. Leía y escribía correctamente. No era amigo de la religión, a la que solía referirse con cierta irreverencia, lo que fue excusa para que al final de su vida algunos de sus enemigos urdieran contra él un enredoso y prolijo proceso inquisitorial, que entorpeció algunos años su labor conquistadora y colonizadora. A varios de sus hijos impuso nombres poco usuales en la España de aquella época. Valeriano, Marco Antonio, Florián, Nicolás, Gracián, Eufrasia y Petrona. De su esposa legítima le vivieron 5 hijos. Pero en Las Indias procreó más de 50 mestizos. Su hijo mayor fue Hernando de Aguirre, eficaz colaborador de su padre en las tareas de conquista, litigios y gobernación.
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Friso del Emperador. Cerámica en Nuestra Señora del Prado, Talavera de la Reina  (Toledo)
Llegado a Las Indias, Aguirre se puso al servicio de Francisco Pizarro en las campañas del Perú, y luego ayudó a Diego de Rojas a dominar y poblar la provincia de Charcas, donde fue dos años teniente. Acompañó a Valdivia a los Chichas y en la conquista de Chile, donde fue el alma de la organización y la defensa. En todas las informaciones en prueba de sus servicios, aparece exteriorizada la admiración general por su pericia y su sabiduría en el trato con los indios. A buen seguro que en su brillante «foja» de servicios debía de ser uno de sus temas de orgullo la conquista y pacificación del Arauco, dominado por él con un puñado de hombres en menso de seis meses, especialmente en Copiapó, donde antes fracasaran capitanes de la valía de Valdivia, Diego Maldonado, Esteban de Sosa, Juan Bohon, Francisco de Villagra y Juan Jufré.
Juan Fernández de San Pedro -y otros muchos tras él- dijeron que Francisco de Aguirre fue el primer alcalde de Santiago de Chile, y que mientras «ejerció en los dichos cargos y oficios de justicia y capitán nunca hubo en esta tierra ningún alboroto ni escándalo ni muerte de ningún español, antes ha regido y gobernado siempre con toda paz y justicia y que sabe este testigo que todos los indios naturales de esta tierra han temido y temen más al dicho gobernador Francisco de Aguirre que no al gobernador Don Pedro de Valdivia que sea en gloria, ni a otro ningún capitán que en esta tierra haya habido, e sabe que los dichos indios le quieren bien e le aman porque les trata todo verdad y que siempre han servido mientras el dicho gobernador Francisco de Aguirre les ha tenido debajo de su mandato».
Sobre este aspecto de la relación de Aguirre con los indios incide Roberto Levillier, su mejor conocedor: «Le temen porque sabe que los entiende y sabe la verdad. En esta frase está incluido todo, y para quienes conocen el carácter sutil y ladino de los indios, todo está explicado. Él los comprendía y con él las mentiras eran inútiles, y cruelmente castigadas; a la vez que obligaba a sus soldados y a los pobladores a guardar toda palabra dada, felicidad a la que no estaban habituados en esta región, ni en otra región alguna de América, los pobres naturales».

Iglesia de San Francisco, La Serena (Chile)

No podemos describir aquí los detalles de sus campañas, los infinitos y enredados problemas de su gobernación, sus destituciones y nuevos nombramientos, sus rivalidades con Núñez de Prado (también posible talaverano), con Villagra, con Jerónimo Holguín… Entre otras cosas le honra haber refundado La Serena, en Chile, en 1549,  Santiago del Estero, la ciudad madre de Argentina, en 1553, y haber dispuesto y ordenado a su sobrino Diego de Villarroel (de Puente del Arzobispo) la fundación de San Miguel de Tucumán.
Mientras Aguirre fundaba Santiago del Estero, Valdivia moría en Chile y en su testamento señalaba al talaverano como sucesor en la gobernación. Francisco de Aguirre, ni corto ni perezoso, se proclamó Gobernador de Chile. Pero la Audiencia de Lima, que tenía que hacer el nombramiento, prefirió nombrar a Francisco de Villagra. Fue el comienzo de una larga disputa a la que seguirían otras y otras…En esto llegó un nuevo virrey, el marqués de Cañete, y nombró a su hijo García de Mendoza gobernador de Chile. Año 1556. «Aguirre, a pesar de permanecer en Chile, ocupóse de Santiago del Estero; mandó a los vecinos repetidas veces alimentos, municiones y árboles frutales desde su finca de Copiapó, y fueron en su nombre los capitanes Rodrigo de Palos y Juan de Cusio con tropa para protegerles, reducir indios y fundar un pueblo de españoles en el valle de Conando en los Diaguitas, a cuarenta leguas de Santiago del Estero. En cuanto a su situación personal dentro del país, sintiéndose agraviado por la disposición della Audiencia que anuló el nombramiento de Valdivia, y más aún por la designación hecha por el Virrey del Perú, se retiró a La Serena, o sea Coquimbo, rodeado de tribus amigas, lo que constituía un serio peligro para todo gobernante».
Indignado por lo que entendía que era burla y usurpación, protestó ante el Virrey y ante la Audiencia de Lima y escribió quejándose a Su Majestad el 6 de abril de 1558. Cuando murió el Virrey Marqués de Cañete, el 14 de septiembre de 1561, Aguirre ganó el pleito y la Audiencia obligaba a Don García de Mendoza a devolverle los bienes secuestrados y además 42.000 pesos en oro. Pero Aguirre nunca cobró la deuda pues el Virrey Mendoza había regresado a España.
Mapa Colombino
Inacabable sería describir aquí los pormenores de sus pleitos por la Gobernación de Chile y por la Gobernación de Tucumán, título que también desempeñó durante años…
Era un hombre de gran aliento. Suya fue la idea y el proyecto de fundar una ciudad en el Puerto de Santa María de los Buenos Aires, pero una conjura de soldados enemigos le ocasionaron un pleito con la Inquisición y encarcelamiento… todo lo cual le amargó los últimos años de su vida. En este trance su único consuelo fue su retiro en La Serena, rodeado de tribus indígenas que le veneraban. Y así murió a los 73 años de edad en 1581.
Francisco de Aguirre
Dejé atrás el origen, Talavera,
y allí la blanca esposa enamorada.
Dejé atrás la hidalguía, esa severa
fanfarria que no vale ante la indiada.
Junto a Pedro Valdivia cobré tierras
en Copiapó y Santiago del Estero.
Gané tambos y huainas en las sierras.
Seguí el rumbo sangriento de mi acero.
Maté, engendré, robé y ayudé al pobre.
No fui más cruel que cualquier otro humano.
Amé mujeres cuya piel de cobre
se estremecía al roce de mi mano.
Fundar los Buenos Aires fue mi gaje
y en ello urgí españoles corazones.
Lules, diaguitas y comechingones
no pudieron frenar tanto coraje.
Sí, la fatal maraña de procesos,
la apostema infernal y traicionera
de la calumnia. Y en la ratonera
de una prisión fueron a dar mis huesos.
Desvencijado y ciego, en La Serena,
vivo junto a los indios de mis sueños.
De tarde en tarde, en mi vejez, me apena
que el azar abortara mis empeños.
Soy un punto en la opaca geografía
de los ásperos Andes. Fui un hombre
y apenas soy mi sombra y mi agonía.
No quedará ni rastro de mi nombre.