KUMANDAY, por Adalberto Agudelo Duque, Escritor

Kumanday, llamado tambien Santa Isabel o Ruiz Vati
Kumanday. Fotografía Jorge Hernán Arango Vélez

En la geografía de mi infancia me enseñaron que había varios macizos para designar esos nudos montañosos que dan lugar a bifurcaciones cordilleranas y nacimientos de ríos. Uno de ellos El Macizo de El Kumanday llamado hoy simplemente Parque Nacional de los Nevados. ¿Por qué se perdió la palabra?  Kumanday, Montaña Blanca de Kum, Varón de la Fuerza, Señor del Viento y las Tempestades o Patria de Kum o Kuondor, es decir, Kumanday significa Montaña Blanca del Señor del Viento y las Tempestades. Si era el territorio del cóndor solo nos queda la imagen de su vuelo y una leyenda que se pierde también poco a poco en la memoria colectiva de los habitantes de Manizales: el viejo cacique perdió solar, tribu, hija, vida, en el mismo tiempo en que sopla el viento de los tragaluces y se apaga la llama de la vela. Eran las fiestas de la cosecha. El maíz reventaba en las trojes y los guerreros aprontaban los cueros y los vatatay para las competencias. Llenas las ollas de chicha y de cazabe las alacenas y hechas las ofrendas a los dioses esperaban la noche de plenilunio para darse al jolgorio. Satisfecho y feliz, el anciano paseó a su princesa por la abigarrada multitud de súbditos, el estruendo del vocerío, la gloria de los brazos levantados avivándolos. ¡Vatí! ¡Vatí!, gritaban con el entusiasmo que dan el amor y la devoción. Tres días después, los enemigos atacaron, en la oscuridad. A mansalva. Sobreseguro. Indefensos, rendidos por las carreras, los lanzamientos, la ebriedad, la locura en fin de las bodas colectivas, solo sobrevivieron los jóvenes que lograron esconderse en los extensos guaduales de la comarca, algunas niñas recién desposadas, el jefe y sus guerreros protectores. Con las primeras luces de la mañana el balance no pudo ser más doloroso: los bohíos en cenizas, los ídolos en el polvo, los muertos clamando venganza. Y la hija, luna de sus noches, sol de mediodía para su vejez, raptada. Raptada. Eso quería decir, compañera a la fuerza en el lecho del enemigo, madre de príncipes enemigos, concubina de caciques enemigos. Pronto encontraron las huellas de los fugitivos y se inició la persecución rumbo al otro lado de las nieves. Conocedores de caminos y travesías se adelantaron una jornada ya cerca de las cumbres donde florecen los frailejones. La batalla fue corta y dura. Para qué. Enferma y triste la

Kumanday, hoy el Ruiz. fotografía: Jorge Hernán Arango Vélez.
Kumanday, hoy el Ruiz. fotografía: Jorge Hernán Arango Vélez.

princesa no sobrevivió al dolor de la mancillación, el clima, la pérdida de pueblo, costumbres, identidad. La luna de sus noches, su sol de mediodía murió despacio, despacito, sumiendo al viejo en la desesperanza. Así, sin hija, tierra labrantía, fuego para sus dioses tutelares ¿qué le quedaba? Ordenó a sus hombres marcharse, rehacer raza, tribu y patria y se acostó al lado de la princesa a cuidar la perpetuidad de su sueño. Con el tiempo la escarcha los cubrió a los dos. Por eso, desde abajo, solo se ven las dos montañas blancas, una al lado de la otra, acompañándose. A veces pienso que la palabra significa Patria del Reposo, lugar del blanco descanso. No teman cuando tiembla: es que el viejo cacique suspira desde la eternidad o protesta porque los buscadores de tesoros profanan las tumbas de su pueblo pues hay una en cada vuelta, bajo las piedras, en cuevas, ríos, lagos, lagunas… Por aquí corren torrentes de oro, se abren y cierran puertas al más allá, aparecen y desaparecen ciudades…

Como se ve, en la leyenda se aúnan las historias de Vatatavatí de los Quimavatíes (que los españoles rebautizaron Quimbayas), Tolimá y Gatamá hoy Ruiz, Arenas, Santa Isabel, El Cisne, Tolima…

Kumanday Fotografía: Adalberto Agudelo Duque.
Kumanday Fotografía: Adalberto Agudelo Duque.

revista 46