Decir otoño equivale a pensar plenitudes y no sólo respecto a las estaciones del zodíaco sino también a todo lo que se relaciona con las formas vitales con las que la naturaleza desarrolla sus ciclos en todos los aspectos de la existencia: nacimiento y juventud, crecimiento y madurez, plenitud y culminación, adormecimiento y letargo.
Por otra parte, en los últimos años referirse a la Patagonia significa convocar instantáneamente a los duendes de la aventura, a los espíritus de los paisajes inusuales, en suma a lo imaginariamente deslumbrante.
Desde lo específicamente humano la primavera de la vida coincide con la juventud, y la madurez con el estío, pero la plenitud y sus frutos corresponden al otoño. También desde lo historiográfico encontraremos esas referencias: el medievalista holandés Johann Huizinga al analizar los acontecimientos ocurridos en Francia y en los Países Bajos en los siglos XIV y XV titulará su trabajo El Otoño de la Edad Media, mostrando cómo el Renacimiento será la cosecha brillante de lo sembrado durante el Medioevo.
Parecidamente, claro que con distintos matices, desde lo geográfico todas las regiones y países, desarrollan esos ciclos de crecimiento que culminan con las tonalidades del Otoño. Podrá objetarse que en alguna medida lo paisajístico sólo responde a un estado de ánimo. Concedámoslo teniendo en cuenta que nuestras percepciones del tiempo -ya lo vislumbró Agustín de Hipona- siempre estarán sujetas a momentos de felicidad y de sufrimiento. Los poetas conjugando los climas naturales con el estado anímico personal, nos dirán: Gris en el cielo y en el alma gris (Paul Verlaine) o Sonríe a las quimeras seductoras, y en tu huerto otoñal reserva un poco de lento sol para dorar tus horas (Leopoldo Lugones).
Más aún, también la música ha sido convocada para ilustrar el Otoño, por ejemplo en Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi. También el Otoño patagónico ha sido expresado poética y musicalmente en una canción compuesta por Marcelo Berbel -poeta neuquino por antonomasia- que ofreceremos para el disfrute de nuestros lectores en la versión realizada por Hugo y Marité, hijos del poeta:
Otoño en Huechulafquen |
Letra y música: Marcelo BerbelEl otoño en Huechulafquen no es otoño, es un canto a la vida porque tieneen el alma una eterna primavera.Desde el verde mallín que adorna el valle El otoño en Huechulafquen no es otoño, Arcoiris vegetal, color que vive Cuando llegue mi otoño bien quisiera |
Aceptemos que, así como algunos prefieren los climas fríos, muchos otros eligen los cálidos, sin que las meras estadísticas puedan determinar quiénes están en lo cierto, dando por sentado que en todas las latitudes y condiciones climáticas habrá paisajes admirables, aunque no generen iguales sentimientos en todas las personas que los contemplan.
La Patagonia superpone sus paisajes de las cuatro estaciones en sus ochocientos mil kilómetros cuadrados de superficie, tanto en las arideces de sus mesetas como en sus innumerables cursos fluviales, en sus golfos y acantilados, en sus lagos de origen glaciar y en la plenitud de sus bosques cordilleranos, dilatados espacios a los que resultaría imposible referenciar detalladamente.
Por ese motivo circunscribiremos este comentario sólo a la Provincia del Neuquén, situada en la Patagonia noroccidental en un triángulo formado al este por los ríos Limay y Neuquén y la Cordillera de los Andes al oeste. Precisamente por razones de espacio, limitaremos el recorrido de las imágenes otoñales a su zona cordillerana, cuyo pico más alto es el volcán Domuyo con 4.709 metros, con decenas de lagos en su parte sur y abundantes bosques nativos de cipreses, coihues, pehuenes, lengas, ñires, raules, arrayanes y alerces, más los pinos, sauces, álamos y frutales arribados desde otros continentes.
Los folletos turísticos destacan que el territorio neuquino tiene sus encantos durante las cuatro estaciones del año como para desarrollar Turismo Aventura con Rafting, Kayak, Montañismo, Mountain Bike, Rappel, Treekking, Buceo, Cabalgatas o Andinismo, con hotelería de alta gama, gastronomía para todos los gustos, sus centros invernales y termales, sus atractivos veraniegos, sus verdores primaverales y, sobre todo, con el clima apacible y el amplio colorido de sus bosques durante el otoño, con infinitas tonalidades de marrones y cobrizos, amarillos y rojizos. En los crepusculares atardeceres, que son espectaculares en toda la Patagonia, ese cromatismo se acrecienta en amalgamas infinitas. Y no se trata de meras exageraciones propagandísticas porque realmente es así, sus espacios físicos son disfrutables los doce meses del año, aunque como sostenían los romanos: –gustibus non disputandum– todos esos ámbitos son sencillamente deslumbrantes durante el Otoño.
La información geográfica agrega que la provincia argentina del Neuquén posee poco más de 94.000 kilómetros cuadrados de superficie y una población que apenas supera el medio millón de habitantes. Su topónimo deriva del río del mismo nombre que desciende con sus rápidos desde la Cordillera del Viento en el norte para unir sus aguas con las del Río Limay, dando origen al Río Negro en una confluencia en la que está ubicada la ciudad de Neuquén, capital de la Provincia. En idioma mapuche, el vocablo Neuquén significa vehemente, impetuoso, tal como se muestra el caudaloso río homónimo.