¡Cómo te pareces al agua, alma del hombre¡
¡Cómo te pareces al viento, destino del hombre¡
El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo, o por lo menos, ha intentado serlo. Yo creo que quién conoce a Nicolás del Hierro puede sentirse inmerso en su aureola de bondad poética, esa misma bondad que despliega en cada verso Fray Luis de León o tal vez, Garcilaso de la Vega y, a la vez, saborear su poética iluminada entre el aúra de hombre místico por convencimiento y tradición, compartiendo su sensibilidad lírica bien engarzada en sus versos austeros y bellos.
Y considero, sin duda, que así es, por eso lo aireo a “viento suelto” y el de Piedrabuena, que bien sabe lo que es la letra escrita por premios, reconocimientos y ediciones, retuerce su cálamo bienaventurado sin olvidar aquel “Dolor de Ausencia” con Evidencia, Resurrección, Aparente parquedad y Horizontes perdidos. Lo retuerce porque admite sus falsas angustias, tal vez cuando se reafirma en eso de:
Como la luz ganada, te recuerdo
golpeando mis sienes de hora en hora;
como la luz ganada que atesora
este dulce soñar en que me pierdo.
Como la luz ganada, Piedrabuena…
No hay razones para redescubrir el tiempo, porque Nicolás lo exterioriza con maestría insolubre, ganando las razones a la sinrazón, profanando travesías de un camino que sabe dónde bien conduce. Maestro entre maestros del verso, dejando el regusto de Los Caballos mecánicos o la Mujer de Tierra y Pan que, a bien llama Coralia, al lado de ese paisaje de pechos de doncella. Es majestuosa su pluma cuando realza el sabor de la nostalgia y es sencilla su letra cuando rasga entre mediateces volubles su ironía poética. Me encanta leer sus trazos, lineados a la luz del día o en el oscuro pebetero de la noche, tal vez lo mismo que cuando el cielo clama ante la tenebrosa tormenta o gime el relámpago manchego.
Pero no hay dos sin tres, ni amapola sin geranio, porque Nicolás del Hierro es hombre de fácil dialéctica y de buen respirar bonhomía en su transito de vida, haciendo narrativa con la misma facilidad que describe un cuento en amigable tertulia. Seducen sus palabras, las mismas que clama el “Oscuro Mundo de una Nuez” porque en su vida hay optimismo a raudales y él deja de lado lo que apenas otros consideran nefasto o improcedente. Es elegante en su tesitura de hombre y es más elegante en su hacedor de poemas; porque son poquísimos los hombres, como él, que sepan tolerar en otros los defectos que ellos mismos adolecen.
Cuando me acerqué a él, sonámbulo por el idioma, me entusiasmó su parafrasear. Luego, me relataba su Lectura de la niebla y reía con rocambolescos zigzagueos del lenguaje; un poco después me mostró versos de Profecías de la guerra y dormité en el drama, más bien, al lado de la Muchacha del Sur, cuando olí a la rosa perfumada de la transparente belleza de su ideario. Un genio con la escritura, porque revive en sus mensaje la simbiosis delinfortunio adornado del recrear de una añoranza que siempre le invade.
Por último, nos regala su Antología y descubres sus años de recuerdos, sus vivencias afortunadas y su amor a la familia. Todo en todo. Aún recordamos sus pliegos poéticos TOLVA, o tal vez aquellos versos de AL VENT, pero su gestión no queda en ello, afortunado como es, sigue siendo miembro de Jurados y sigue siendo, afortunados nosotros, Vicepresidente de los Escritores castellano manchegos porque su enseñanza aviva el espíritu y retiene al caballero. Es un genio, sin duda, es un genio.
Todo era luz en su andadura,
preciada luz con que la mente sueña
el desencantamiento de la amada
y las esencia impoluta de los seres.
En él todo era luz en su poesía
preciada luz con que nos premia
y sigue siendo grande entre los grandes
¡oh¡, Nicolás, no desfallezcas…
Mística vibración es tu palabra, Nicolás del Hierro.
Versos de historia y profecías
en el espacio manchego.
Viento acompasado y ritmo cómplice,
como la luz ganada a golpe de tiempo.
Con ironía poética y austera, rescatas mundos sutiles;
para engarzar la lágrima, la alegría
y hallar bruma en el gemido
que el alba despeja.
En el camino,
conjugas el verbo de los opuestos,
como pasajeros del tiempo.
Tras la ventana, tú.
La pluma en la mano
y a la sombra de la soledad,
germinaba la tristeza.
Escribiste: -… a nadie le importa mi tristeza-
¡Pero yo la sentí, cuando leía tus versos!
Unidos en el sueño compartido,
para que sea,
tu tristeza, mi tristeza.
Aunque en el laberinto,
peregrino el hombre, va solo.
Espuma, sal, yodo, olor de albahaca y romero,
dedos de claveles,
el sabor más dulce en la caricia,
y una esperanza: amar.
No escribiste para ti,
sino para los otros:
quieta melancolía de recuerdos;
los arrecifes de la aurora
y declamas en tu latido, la belleza.
Trasciende tu palabra,
porque vienes de la eterna y repetida parcela
de los que habitan el mundo,
como luz ganada.