Tomás, si, Tomás Bux es algo más que un artista, es un creador de vida. Es un escultor-ceramista del pellizqueo. En su haber dispone de multitud de premios y grandes personalidades de este país disponen de sus obras. Gracias a él, la simple arcilla que vemos en los botijos y que parece muerta, con su obra, vive, la pellizca y el sueño se convierte en un profundo sentimiento llevado a un espacio tridimensional. Cuenca tiene la suerte de disponer en sus calles algunas de sus obras que gracias a su contenido escultórico nos deleiten la vista mientras a su lado las hoces del Jucar o del Huecar parecen tenerle envidia porque Tomás, les quita protagonismo.
Tomás, pertenece al presente del paisaje de esta ciudad mágica, de sueños y sensorial. Su escultura se une al entorno dando a sus figuras las mismas formas que el ve a través de sus ojos, sus ojos…esos que le acompañan como firma original en todas sus figuras como creador que es de ellas y queriendo ver todo lo que ellas ven por los ojos de quienes las ven a ellas. Tomás se convierte en creador.
La poeta cubana afincada en Cuenca Grisel Parera, ha creado este poema dedicado a la obra de Tomás Bux.
Tomás Bux, alumbra el crepúsculo nazareno.
El imaginador, de sentimiento en las manos, sueña:
eternizar figuras,
que nunca han tocado tierra.
Aspira el aliento
de la gran Semana Santa
por estrechas calles, recovecos y escalinatas
de la mágica Cuenca,
que suspendida en el aire, toca el cielo.
En credo constante,
de la sinrazón abstracta
y el realismo devoto
transita el artista.
Bebe luz de las piedras, los ríos
y el surrealismo que aflora, ilumina.
Rojo puro, como las entrañas,
colores, arte profundo, arte sentido.
Se universaliza su excelsa maestría, original y distinta:
sentimiento, es la clave.
Con buril de fe
en cerámica ardiente, modela
la telúrica fantasía
y desde la terracota cocida, ojos miran.
En el espectador enternecido
¡surge el milagro:
sentir cómo late la vida,
en el barro!