BALDOMERO ESPARTERO, EL ESPADÓN DE LA MANCHA, por Alfredo Pastor Ugena

General Baldomero Espartero, retrato de Antonio María Esquivel
Su padre había encauzado su formación para un destino eclesiástico pero la Guerra de la Independencia le arrastró desde muy joven al frente de batalla, que no abandonó hasta veinticinco años después. Combatiente en tres de los cuatro conflictos más importantes de España en el siglo XIX, fue soldado en la guerra contra la invasión del francés, oficial durante la guerra colonial en Perú y General en Jefe en la guerra civil. Vivió en Cádiz el nacimiento del liberalismo español, senda que no abandonaría jamás.
Hombre extremadamente duro en el trato, valoraba la lealtad de sus compañeros de armas —término que no gustaban de oír los demás generales—, tanto como la eficacia. Combatió en primera línea, fue herido en ocho ocasiones y su carácter altivo y exigente le llevó a cometer excesos, en ocasiones muy sangrientos, en la disciplina militar.
Convencido de que su destino era gobernar a los españoles, fue por dos veces Presidente del Consejo de Ministros y llegó a la Jefatura del Estado como Regente durante la minoría de edad de Isabel II. Ha sido el único militar español con tratamiento de Alteza Real y, a pesar de todas sus contradicciones, supo pasar desapercibido los últimos veintiocho años. Rechazó la Corona de España y fue tratado como una leyenda desde bien joven”.


Granátula de Calatrava (Ciudad Real) Pueblo donde nació el General Espartero

Baldomero Espartero fue el menor de ocho hermanos e hijo de un carpintero-carretero, de familia trabajadora de la clase media preponderante en Granátula de Calatrava, un pueblo de Ciudad Real. Tres de sus hermanos fueron religiosos y una hermana, monja clarisa.

En Granátula había recibido clases de latín y humanidades con su vecino Antonio Meoro, preceptor de Gramática, con gran fama en la zona dado que preparaba a los chicos para acceder a estudios superiores. De hecho nombraría posteriormente al hijo de éste, Anacleto Meoro, obispo de Almería
. Cursó sus primeros estudios oficiales en la Universidad Nuestra Señora del Rosario de Almagro, donde residía un hermano suyo dominico, y obtuvo el título de Bachiller en Artes y Filosofía: Almagro contaba con su propia Universidad desde 1553 por Real Cédula de Carlos I y era una ciudad muy activa y próspera.
Su padre deseaba para Espartero una formación eclesiástica, pero el destino truncó esa posibilidad. En 1808 se alistó en el ejército para formar parte de las fuerzas que combatieron tras el levantamiento del 2 de mayo en Madrid contra la ocupación napoleónica. Las universidades habían sido cerradas el año anterior por Carlos IV y la propia Almagro había sido ocupada por los franceses.
Conde de Floridablanca
Cuando el Conde de Flridablanca constituyó la Junta Suprema Central en Aranjuez (Madrid) ,fue alistado en el Regimiento de Infantería Ciudad Rodrigo (en calidad de soldado distinguido por tener estudios universitarios)con la finalidad de  detener en La Mancha a los invasores franceses, antes de que llegaran a Andalucía. Participó en la batalla de Ocaña-donde el ejército español fue derrotado por los franceses-lo que permitió que estos tuvieran el camino abierto hacia el sur.
De nuevo su condición de universitario le permitió formar parte del Batallón de Voluntarios Universitarios que se agrupó en torno a la Universidad de Toledo en agosto de 1808,pero el avance francés le llevó hasta Cádiz donde cumplía su unidad funciones de defensa de la Junta Suprema Central.
Las necesidades perentorias de un ejército casi destruido por el enemigo obligaron a la formación rápida de oficiales que se instruyeran en técnica militar. La formación universitaria previa de Espartero permitió que el coronel de artillería, Mariano Gil de Bernabé, lo seleccionara junto a otro grupo de jóvenes entusiastas en la recién creada Academia Militar de Sevilla. Participó en destacadas operaciones militares en Chiclana, lo que le valió su primera condecoración: Cruz de Chiclana.
Sitiado por los ejércitos franceses desde 1810, fue espectador de primera línea de los debates de las Cortes de Cádiz en la redacción de la primera constitución española, lo que marcó su decidida defensa del liberalismo y el patriotismo.
Mientras la guerra tocaba a su fin, estuvo destinado en el Regimiento de Infantería de Soria y con dicha unidad se desplazó a Cataluña combatiendo en Tortosa, Cherta y Amposta, hasta regresar con el Regimiento a Madrid.
Terminada la guerra, y deseoso de proseguir su carrera militar, se alistó Espartero en septiembre de 1814 -al tiempo que era ascendido a teniente- en el Regimiento Extremadura, embarcando en la fragata Carlota hacia América el 1 de febrero de 1815 para reprimir la rebelión independentista de las colonias. Fernando VII había conseguido desplazar a ultramar a seis regimientos de infantería y dos de caballería. A las órdenes del general Miguel Tacón y Rosique, Espartero quedó integrado en una de las divisiones formadas con el Regimiento Extremadura que se dirigió hacia el Perú desde Panamá. Los mayores problemas se concentraban en la penetración de fuerzas hostiles desde Chile y Río de la Plata al mando del general San Martín.
Tras el pronunciamiento de Riego y la jura de la Constitución gaditana por el rey Fernando VII, las tropas peninsulares en América se dividieron definitivamente entre realistas y constitucionalistas. San Martín aprovechó estas circunstancias de división interna para continuar su acoso y avance, ante lo cual un numeroso grupo de oficiales destituyó a Pezuela como virrey el 29 de enero de 1821, nombrando en su lugar al general José de la Serna e Hinojosa.
Monumento de Espartero en Logroño. De aquí viene la expresión: «Tienes más huevos que el caballo de Espartero»
El que sería más tarde Duque de la Victoria se empleó a fondo en el sur del Perú y este de Bolivia en un modo de combate singular caracterizado por escasas tropas y acciones rápidas. Este modo de proceder sería una constante en su carrera militar, conocimiento del terreno y la capacidad de aprovechar al máximo los recursos a mano eran determinantes. Este modo de operar será el que más tarde desarrolle también en la guerra en España. Los ascensos de Espartero por acciones de guerra fueron constantes. En 1823 era ya coronel de Infantería .

El general Valdés consignó en sus calificaciones sobre Espartero::«Tiene mucho valor, talento, aplicación y conocida adhesión al Rey nuestro señor: es muy a propósito para el mando de un Cuerpo y más aún para servir en clase de oficial de Estado Mayor por sus conocimientos. Éste será algún día un buen general…»A su valentía se unía una gran sangre fría y capacidad de engaño al enemigo, infiltrándose entre los sublevados para más tarde arrestarlos y, en juicio sumarísimo, condenarlos a muerte y ejecutarlos.
La figura de Espartero a esta edad fue trazada por el conde de Romanones como la de:«… un hombre de estatura mediana, por el conjunto y proporciones de su cuerpo no daba la impresión de pequeñez…. de ojos claros, mirada fría… sus músculos faciales no se contraían en momento alguno…»
Entre 1815 y 1824 estuvo destinado en América, donde combatió contra los independentistas hasta que España perdió sus colonias en el continente; aunque no participó en la decisiva batalla de Ayacucho, en el futuro sus partidarios serían conocidos popularmente como los ayacuchos en recuerdo del pasado americano de Espartero y de la influencia que sobre sus ideas políticas tuvieron otros militares liberales de aquella campaña. 
María Jacinta Martínez de Sicilia, esposa del
General Espartero
A su llegada de América fue destinado a Pamplona y posteriormente fijó su residencia en Logroño, muy a su pesar. Allí contrajo matrimonio el 13 de septiembre de 1827 con María Jacinta Martínez de Sicilia, rica heredera de la ciudad y gracias a la cual se convirtió en un hacendado.
Al morir Fernando VII, se decantó por el apoyo a la causa de Isabel II y de la regente María Cristina, en virtud de sus convicciones constitucionales. Luchó contra la reacción absolutista en la Primera Guerra Carlista (1833-40), en la que desempeñó un papel destacado: sus éxitos militares le llevaron de ascenso en ascenso hasta obtener el mando del ejército del Norte a raíz del motín de los sargentos de La Granja (1835).
Rompió el cerco carlista de Bilbao venciendo en la batalla de Luchana (1836); organizó la defensa de Madrid frente a la expedición de don Carlos (1837); y aprovechó las disensiones en el bando carlista para atraerse al general Maroto y negociar con él la paz que sellaron ambos con el «abrazo de Vergara» (1839). Luego se dirigió al Maestrazgo, donde venció a Cabrera en 1840, poniendo fin a la guerra.
Abrazo de Vergara entre los generales Espartero y Maroto,
durante la I guerra Carlista, el 31 de agosto de 1839

Desde entonces puso su prestigio al servicio de sus ideales políticos progresistas. Se enfrentó al conservadurismo de María Cristina haciendo que ésta le nombrara presidente del Consejo de Ministros en 1840-41; pero, ante la resistencia de la regente al programa liberal avanzado que defendía, exigió a ésta que abdicara e hizo que las Cortes le nombraran regente a él mismo (1841-43).
Completaba así la ascensión social que, desde un origen modestísimo, le había llevado a ser conde, duque, grande de España y, finalmente, regente. El “espadón” progresista se enemistó con muchos de sus partidarios, a causa de su modo de gobernar autoritario, personalista y militarista; en 1843 se vio obligado a disolver unas Cortes que se le habían vuelto hostiles.
Un pronunciamiento conjunto de militares moderados y progresistas (encabezados por Narváez y Serrano) le arrebató el poder en aquel mismo año; pronto se declararía mayor de edad a Isabel II y comenzaría una década de predominio conservador. Espartero se exilió en Inglaterra, de donde regresó en 1849 para vivir retirado en Logroño.
Ante el deterioro político del final de la década moderada (1844-54), las tendencias autoritarias de la reina y la hegemonía política de la minoría ultraconservadora, se produjo una nueva revolución en 1854, que llevó a Espartero a la presidencia del Gobierno; durante el siguiente «bienio progresista» (1854-56) avaló el reformismo de los liberales avanzados, pero no pudo evitar que se reprodujeran las mismas disensiones acerca de su liderazgo.
Fotografía de Espartero

De nuevo fue expulsado del poder por un pronunciamiento encabezado por su antiguo aliado, el general O’Donnell, tras el cual vino un nuevo periodo de ostracismo político de los progresistas, que Espartero contempló pasivamente desde su retiro de Logroño. Allí recibió, tras la revolución que destronó a Isabel II en 1868, la oferta de Prim de hacerle elegir por las Cortes rey constitucional de España, oferta que rechazó. Tras la coronación de Amadeo de Saboya éste completó el encumbramiento honorífico de Espartero nombrándole príncipe de Vergara con tratamiento de alteza real.


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