EL CASTILLO DE LOARRE, Huesca, bajo la mirada poética de Alejandro Alagón

CASTILLO DE LOARRE

El castillo de Loarre (siglo X), tiene el título de ser el castillo fortificado más antiguo de España. Está en la sierra de Loarre, provincia de Huesca. Según Ricardo del Arco, «la fortaleza románica más importante del Alto Aragón y de España es el castillo-abadía de Loarre». Este Bien de Interés Cultural construido en el siglo XI es un bello exponente de arte románico que ha llegado hasta hoy sin  apenas remodelaciones que desvirtúen su pureza. Representa uno de los mejores exponentes de la arquitectura militar y civil de España y, probablemente, de Europa Está en buen estado y se puede visitar.
Un poema del poeta oscense Alenadro Alagón, nos abre las puertas de esta fortaleza cubierta de historia y alguna leyenda.

 Nada puede vencer el carácter tan áspero de las viejas montañas,

su vertical bravura curtida en los inviernos más hambrientos de nieve,

en la embestida seca, la tozudez del cierzo, en el hielo que incordia,

desordena las luces, en la caligrafía oscura de los líquenes.

¿Puede el hombre domar la furia del peñasco? ¿ Y puede desafiar

las leyes del olvido, que borran la ambición de los grandes ejércitos?

¿Y puede coronar esa inmensa columna de piedra con sus torres,

buscando la atalaya más oportuna para vigilar al contrario?

Sancho Ramírez quiso convertir un pináculo de roca en su utopía,

asomarse al abismo, ser el dueño de un mundo de agrestes paisajes

que se arrodillan junto a las viejas llanuras de vides y de olivos,

quiso alcanzar la cima, emular a las águilas, asustar al rival

con su demostración de poder en la altura, a pesar del relámpago,

con la audacia más sólida del maestro cantero que envaina las paredes

en los muros de roca viva, logrando un mestizaje de riscos y sillares,

de almenas y oraciones, corazas y cogullas, sotanas y lorigas.

El castillo se yergue abrazado al vacío, con sus hombros robustos

y su grito secreto tiñendo el horizonte de curiosos matices

y sus entrañas lóbregas que esconden la memoria de sucios calabozos

y el vuelo de los buitres que atraviesan los páramos y las crestas más finas.

Es un lugar angosto, cosido a los breñales, que se asoma en la oscura

maleza de los siglos, de paredes macizas y un grosor considerable,

un paraje que guarda la nostalgia de monjes, de fornidos guerreros

que un día galoparon buscando la conquista de nuevos territorios

El rey sintió la lluvia de caballos cubriendo la llanura de polvo,

y cercó las murallas de Huesca con decisión señalando los puntos

más débiles del lienzo, a merced del arquero, de la afilada flecha

que mordió la armadura y derrotó al monarca en un charco de sangre.

Pero sus descendientes no sentían afecto por ese gran castillo,

decidieron cambiar su lugar de residencia, evitar los inviernos

tan crudos, el inhóspito clima, la lejanía, su abrupta situación,

y prefirieron otro sitio, la fortaleza de Montearagón.

Loarre entró en un tiempo de abandono, sufriendo prolongados periodos

de letargo, orgulloso de su historia, refugio de algunos bandoleros,

custodiando una joya, esa asombrosa bóveda que acogió los rebaños

de ovejas en las épocas más duras y difíciles, salvándolas del frío.

Sancho Ramírez sigue recorriendo las tierras que antaño fueron suyas,

aquellas que pisaron varios rinocerontes lanudos, paquidermos,

o la tribu prehistórica que excavó en una roca su singular necrópolis

o el director de cine que enseña a los actores el mundo de sus miedos.

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