CERVANTES EL, 23 DE ABRIL Y LA INMORTALIDAD DE SU OBRA. (EN EL DÍA DEL LIBRO), por Nicolás del Hierro

Miguel de Cervantes

Un día como hoy, el 23 de abril de 1616, Miguel de Cervantes se despedía de la vida; pero también, un día como hoy, elevaría niveles el trampolín que agigantaba la inmortalidad con su obra literaria. No pocas veces, y paradójicamente, la persona en donde el genio ha de morirse para hacerse inmortal. Esto, que sucedió con don Miguel, no es una excepción ni mucho menos, pero si lo es un gran ejemplo. La segunda parte de El Quijote, sumó y acrecentó el acierto que ya obtuvo en la primera, no sólo por el éxito editorial sino también por lo que suponía la corona literaria del escritor casi septuagenario, que había peleado durante toda su vida entre las luchas de guerra, las sociales y las del espíritu, dentro siempre del duro resultado que la cruda existencia le proporcionó en los personales campos de batalla, y cuyos ecos triunfales le llegaban postrado en un sillón donde, todavía, el escritor incombustible y nato, daba los postreros retoques a la última de sus novelas, “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, cifrando en ella sus mayores esperanzas, pero harto convencido de que aquello era el final de su existir. No en vano su confesional apoyo sobre los versos de antiguas coplas en la dedicatoria que de esta obra hizo al conde de Lemos:

                        “Puesto ya el pie en el estribo,

                        con las ansias de la muerte,

                         gran señor, ésta te escribo…

Lo escribiría en su casa de la madrileña calle de León, y aseveran sus investigadores y biógrafos que resultó ser esta dedicatoria lo último escrito por el “Príncipe de las Letras”. Justo tres semanas antes (el 2 de abril) había profesado en la Orden Tercera de San Francisco, con cuyo hábito sería amortajado el día 24. Y aunque hemos podido leer en diferentes medios impresos que recibió sepultura en el convento de las monjas trinitarias descalzas que había en la entonces llamada calle de Cantarranas, hoy Lope de Vega, también en otros se dice que, “en gratitud a esta Orden, quiso ser enterrado en el cementerio de la Plaza del Humilladero de Madrid, que poseían anejo al monasterio las Madres Trinitarias”, desde donde al ser posteriormente trasladados algunos de aquellos restos al nuevo convento, se ignora lo que pudo suceder con los de Cervantes.

Lo cierto es que, de una forma o de otra, una vez más la desidia nacional y el generalizado poco aprecio de los valores personales en los momentos de la existencia de quienes están dotados de méritos para una mayor atención con su persona, sus restos quedaron confundidos en el osario común, imposible de identificar cuando el nombre se inmortalizó a través de la obra y quisieron recuperarse.

Sí quedó a buen recaudo el manuscrito de “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, en los que tantas esperanzas había puesto Miguel de Cervantes, terminados como estaban y en vías de hallar el privilegio necesario para su publicación, que pronta y afortunadamente consiguiera su viuda doña Catalina Salazar y Palacios y que vendiera a Villarroel. La obra apareció en librerías en los primeros días de 1617, alcanzando desde el primer momento tal popularidad, que aquel año se hicieron siete ediciones de la misma. Pero luego, como es bien sabido, la generalizada, extensa y maravillosa obra cervantina, quedaría eclipsada por la magnitud y grandeza de “Don Quijote de La Mancha”, imponiéndose en el mundo de las traducciones, publicaciones y lecturas.

Se dice, y es verdad, que el mejor homenaje que podemos hacerle a un autor –vivo o muerto- es leerle en sus obras. Hoy, celebrando el día de Cervantes, y con él el del libro, hemos tomado este ejemplo a través suyo; pero amplio es el mundo de las bibliotecas e inmenso el de las librerías. No dejemos de viajar por ellas, de visitar unas y otras, abordando con un diálogo entre todos, los ambientes, medios y modos para llegar a la mejor lectura generalizada.

Fondo: Don Quijote y Sancho Panza y los Molinos de Mota, Pirograbado sobre haya (21 x 29,5 cm) Jurgen Hans
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