Año Internacional de Acercamiento de las Culturas: así proclamó al año 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el objetivo de seguir promoviendo el conocimiento y la comprensión – de manera mutua – de los pueblos del mundo, promoviendo para ello el conocimiento recíproco de la diversidad cultural, étnica, lingüística y religiosa; estableciendo un marco de valores compartidos; fomentando una educación de calidad y competencias interculturales; e incitando al diálogo para el desarrollo sostenible
Un año que se fija esencialmente en las culturas, que no abarcan única y exclusivamente las artes y las letras, sino que congrega y acoge también a los modos de vida, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.
Un año que nos posiciona nuevamente la mirada en la condición humana, tantas veces olvidada y en tantas ocasiones mercantilizada y economizada. En ese sentido, la profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid, María José Fariñas, ha señalado – “tras el desplome de los gigantes financieros de algunos de los países más ricos del mundo se ha producido una enorme crisis económica mundial de consecuencias todavía imprevisibles” – que “urge ahora civilizar la economía, para poder civilizar la sociedad”, en definitiva, renovar la mirada en la condición humana.
Para ello es esencial civilizar, enseñando y compartiendo la condición humana (“enseñar la condición humana” como escribiera Jean-Jacques Rousseau en Émile); una necesidad de verdadera importancia en nuestro mundo, cuando ¡por fin! hemos reconocido que la Humanidad en su conjunto tiene un destino común sujeto a idénticos problemas de vida y muerte.
Nos encontramos en una época de acrecentada complejidad, en la que para enseñar esa condición humana requerimos de la protección y la promoción de la Diversidad Cultural, que nos plantea múltiples y difíciles desafíos. Nuestra tarea y cometido común debe ser el de tender puentes sólidos y solidarios entre todas las culturas creando y renovando una ética de la convivencia, una ética del compartir y una ética de la participación.
Para ello, y por eso menciono las filiaciones cervantinas, podemos y debemos utilizar las que siguen siendo escuelas de vida en el Siglo XXI: la literatura, la poesía, la música y el cine. Artes y culturas surgidas y enraizadas en las filiaciones cervantinas, porque como recientemente dijera en Toledo Juan Goytisolo: en “las dos orillas reivindicamos así con orgullo nuestra auténtica filiación cervantina, una filiación por encima de las fronteras que separan lo que la lengua une: una lengua preciosamente diversa y rica en matices ”, una “lengua viajera” – afirmó con fuerza Belisario Betancur – “tripulante de sí misma, hablamos a las esencias, hablamos al corazón, hablamos a la libertad y a la paz. Y hablamos a la eternidad del Quijote.”.
Eternidad situada y posicionada en muchas ocasiones en la duda y la incertidumbre, Carlos Fuentes destacó, al escribir sobre Cervantes, “la gran épica de lo incierto”, porque “todo es incierto desde un primer momento”, y Goytisolo indicó que “El Territorio de La Mancha es el de la Duda. Todo resulta incierto en él, todo contradice y pone en tela de juicio lo ya escrito y leído, y esta incertidumbre constituye el germen de su universalidad creadora.”.
Universalidad creadora y tensión humana que surgen ante esas dudas e incertidumbres, ante las que posicionar como bases de la diversidad cultural – entre otras – la música y la poesía, como expresión de nuestras almas, porque si la prosa nos capacita para sobrevivir, la poesía es la que nos hace vivir. Vivir en estos momentos en los que es necesario plantear y replantear una urgente reforma del pensamiento y la educación, porque es una necesidad vital, una de las claves para salvaguardar la Humanidad.
Hagamos todos una proclama contra el miedo y a favor de la búsqueda de lo desconocido, del riesgo, de la aventura que ha identificado durante Siglos a la condición humana. Hagamos de las filiaciones cervantinas el lugar de encuentro de las esencias de la diversidad cultural, y recordemos a El Quijote,
“¿Qué te parece desto, Sancho? – dijo don Quijote -. ¿Hay encantos que valgan contra la verdadera valentía? Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible.”.
Un camino a seguir ya lo señaló Pascal, «… creo que es imposible conocer las partes si no conozco el conjunto, e imposible conocer el conjunto si no conozco las partes individuales». Para encontrarnos ante las esencias de la diversidad cultural el conocimiento es esencial, el diálogo, el encuentro, y esa debe ser nuestra apuesta para consolidar la filiación cervantina, porque «incluso en la profundidad de la noche, el amanecer está al alcance» (proverbio africano).