Autoretrato de Francisco de Goya y Lucientes |
Pocas veces la naturaleza derrama tanto prodigio para una misma nación, como sucedió en aquellos años. Don Francisco de Goya, el de los toros, el que dijo que “el sueño de la razón creaba monstruos”, veía a su patria como una “plaza partida”, como un conglomerado de pasiones contrapuestas que había que regenerar, entendiendo que le correspondía a él colaborar a tan ardua empresa desde su obra pictórica, desde el sentido trágico de sus dibujos, desde el deseo profundo de presentarnos aquella terrible realidad. Goya había vivido más de medio siglo en un mundo feliz y cortesano, en medio de una especie de ballet seductor cuyos personales eran campesinos, artesanos, reyes y nobles de uniformes centelleantes. Y se encontró con una encrucijada que nunca acabó de entender”.
Por otra parte, Jovellanos representaba la conducta más alta del pensamiento español, el hombre cuyo magisterio, cuya opiniones, cuyo ejemplo puso en movimiento una nueva regeneración en todas las clases sociales y estamentos de la nación. De tal manera que su prestigio intelectual y político ha llegado íntegro hasta nuestros días, teniendo en cuenta lo dados que somos los españoles a olvidar a nuestros verdaderos maestros de La ciencia y la cultura. Gaspar Melchor de Jovellanos renunció a ser ministro intentando de ese modo no contaminarse de la condición de afrancesado, la cual detestaba. No afrancesarse y continuar su labor regeneracionista de la sociedad española, sobre todo en sus aspectos educativos, era su camino a seguir”.
Jovellanos, retratado por Goya, (Museo del Prado, Madrid) |
Inmediatamente después del Motín de Aranjuez, Jovellanos, que había recuperado la libertad tras una larga temporada de destierro en tierras mallorquinas, decide alejarse de la Corte, reflexionar sobre su propia vida y sobre el porvenir de España. Son varios los lugares a elegir, todos ellos dentro de la región hoy llamada de Castilla-La Mancha. Él es un gran lector del Quijote y de la Historia, del silencio y de la sencillez, por lo que al fin decide retirarse a Jadraque, a casa de su amigo el magistrado don Juan Arias Saavedra, al que conocía desde su época de estudiante en la Universidad de Alcalá de Henares”.
“Jadraque, situado junto al cerro cónico más perfecto y armonioso de España, según la definición de don José Ortega y Gasset, coronado por el Castillo del Cid, es villa señera por varios motivos. Entre los hechos más destacados que se registran a lo largo de su historia cabe recordar que allí, en la llamada Casa de las Cadenas, la reina Isabel de Farnesio, en días anteriores al de su matrimonio con Felipe V, nuestro primer monarca de la casa de Borbón, dio de bofetadas y expulsó de España a la Princesa de los ursinos, persona bastante infliyen hasta entonces en los asuntos de España. La Princesa de los Ursinos oficiaba en la clandestinidad como una especie de espía o informadora de la corona francesa. Y en Jadraque se le acabaron tales manejos y prerrogativas. Este hecho, rigurosamente histórico, tuvo lugar la víspera del día de Nochebuena de 1714”.
Por lo que se refiere a Goya, ya lejos de Jadraque, en la soledad de su “Quinta del Sordo”, cada día se encuentra más triste y desconcertado. Sus conversaciones con Jovellanos, mientras pintaba el gran retrato del polígrafo asturiano, habían abierto una profunda huella en su espíritu y advierte que don Gaspar Melchor no piensa como como los demás amigos con los que va a rodearse en Madrid. Seguro que piensa: “He aquí un español, como yo, que elige el camino del pueblo frente a los ideales reformistas que siempre había mantenido, pero que lo hace por el bien de la nación”. Sucede que Goya no era un hombre que entendiese demasiado de política. A él lo que de verdad le importaba era el arte, aunque en los tiempos que vivían resultaba difícil desvincularse del drama de España”.
Vista general de Jadraque |