Otro día más en esta pequeña celda fría y desnuda; la soledad por compañera, y en tu mente sólo recuerdos de los que se alimenta tu alma para seguir existiendo, pues son ellos, tus recuerdos, ya sean buenos o malos, los que te hacen continuar.
1,2,3,4,5 y media vuelta, pues no hay más espacio y el silencio, sólo roto muy de tarde en tarde, por un cerrojo que se cierra tras de ti y que cae como una losa en lo más profundo de tu alma, pues no sabes cuándo o cómo volverá a abrirse. Piensas en voz alta sólo para escuchar tú propia voz, pues en tu mente reina la confusión, una mezcla de soledad de reproche y vuelta a empezar.
1,2,3,4,5 y media vuelta, camino por inercia, y a veces dejo de ser consciente de lo que ya no tengo. Me descubro a mí mismo con la mirada perdida en el vacío de mi interior y me sumerjo en mis recuerdos, un mundo en el que sólo yo puedo entrar y durante ese tiempo no siento dolor, pues tengo a mi lado a los que quiero, puesto que esa barrera es infranqueable; que aunque sólo es fruto de mi mente, es mi paraíso particular y que poco a poco con el paso de los años me convierte en insensible al sufrimiento que me rodea, pero eso no dura mucho, como todo lo bueno. Entonces vuelve la soledad y sólo deseo gritar de rabia mi dolor incomprendido, pues marqué mis brazos con agujas, llené mi cuerpo de vicio, metí dentro de mis venas el odio del caballo maldito, he cabalgado entre dudas por un camino de farsa, he querido bajarme y pensar, pero el caballo no me deja y me arrastra y así, sin darme cuenta, fui una piltrafa humana, conduciéndome a esa celda de la que antes os hablaba, pues me lo arrebató todo sin decir ni una palabra. Ahora ya lo he domado, pues con ayuda y cariño puede hacerse.
Después de más de dieciséis años entre muros de hormigón y barrotes de acero… ¡ ¡ ¡tengo la libertad!!!, nunca tiré la toalla durante esos años, en momentos especialmente duros me revelé contra todo y contra todos, y si pude ganar la partida y sobrevivir allí dentro, también puedo con esto.
Ya no hay silencio y las cosas han cambiado, pues no estoy enterrado en vida, y en una habitación muy agradable ya que he vuelto a casa; he repasado uno de aquellos días y mi reflexión es que no merece la pena: perdí la salud y la mitad de mi vida por nada, al menos yo puedo contarlo, muchos de esos a los que conocí y que fueron mis amigos se quedaron en el camino intentándolo