Manizales, beso tu nombre.
Manizales es una ciudad maravillosa. Si la miramos en el mapa de la tierra no veremos más allá de la diminuta punzada de una aguja. Está ubicada a 75.30 grados al oeste del meridiano de Greenwich, 5.04 grados al norte de la línea ecuatorial y a 2.150 metros sobre el nivel del mar. La construimos en el lomo de una colina larga y ondulada que custodian una sucesión infinita de domos, cerros y pirámides puestos ahí para mostrarnos todos los matices del gris, el azul y el verde. Los antepasados aborígenes llamaron a este territorio Kumanday, montaña blanca de Kum o del cóndor, Padre Volcán, Señor de la fuerza, dios del viento y las tempestades, Varón del trueno y la tormenta.
Especie de isla en un mar de montañas tuteladas por los cerros de Sancancio y Tesorito, cada calle es una ventana al paisaje. Cada balcón una postal. Pero la capital de Caldas no es solo una fábrica de atardeceres. La llamamos también Ciudad de las alturas, La Educadora, La Saludable, La de las Puertas abiertas, La Universitaria, La Novia del Alba, La de las Ferias en América. Un auditorio en cada universidad, banco, calle, barrio para una clientela que pide un lugar para simposios, seminarios, conferencias, congresos, encuentros, grados, pregrados, especializaciones y doctorados. Gentes de estudio que alimentan los festivales internacional y universitario de teatro, más festivales internacionales de música, jazz, bolero. Y para la cultura propia, orquestas Sinfónica, de Cámara, Estudiantil, estudiantinas en las empresas, coros, bandas.
Y si se desea tranquilidad, solaz y descanso, salas de música atendidas por expertos que se regirán por el gusto del visitante para escuchar el compositor preferido o la pieza magistral que lo desvela. Para la rumba no hay, tampoco, limitaciones: tabernas, bares, cafeterías, grilles donde podrá solazarse con el rock, el merengue o el bolero; la salsa, el tango o la balada. Sitios para deleitarse con un trago de vino, un ron de la casa, un coctel. Y hoteles, moteles, residencias, hostales para todos los bolsillos. Grandes almacenes de cadena para conocer la industria nacional y comprar a precios de regalo vestidos, telas, artículos de cuero, joyerías, artesanías y todo lo que su presupuesto permita. Empresas de turismo que lo movilizarán a las frías montañas del Parque Nacional de los Nevados, con temperaturas bajo cero, o a los cálidos Vallezuelos de Santágueda, es decir, el turista tiene desde los baños termales del Refugio de El Ruiz hasta los balnearios al occidente de la zona urbana. Y en restaurantes ni se diga: cocina gourmet internacional para los paladares más exquisitos o los platos típicos que nos distancian de otras regiones.
Ciudad de contrastes y de historias, en la urbe se encuentran el presente y el pasado, en el pleno centro histórico, con la rica arquitectura greco-latina y sus columnas dóricas y jónicas, los megarones y los relieves, al lado de balcones, calados y portales antioqueños. Una visita a La Enea propone el recorrido a la fe ancestral. De hecho el templo de la Enea, uno de los primeros y el más antiguo que se sostiene en pie, incita a una romería, como en el Camino de Santiago en españa, por los espectaculares templos de Fátima, La Inmaculada, Los Agustinos, El Carmen y Chipre en cuya arquitectura se quiso conservar la iglesia devastada por el fuego en 1925. Visibles y audibles, sus linternas y campanarios aún llaman a misa a los feligreses, residentes o turistas.
De igual manera el museo flotante del antiguo Cable Aéreo y las actuales góndolas, naves espaciales que flotan sobre los techos pero que dirigen las miradas a los contrafuertes de la Cordillera central o al batolito del Tatamá en las estribaciones occidentales. ¿Y qué decir de la experiencia, casi mística, del ascenso al corredor polaco en la Basílica Metropolitana? Puestos de pie en el cielo mismo, allí la vista alcanza el cielo, hasta los farallones de La Pintada en el norte; hasta las brumas sedosas del Valle del Cauca en el sur. Más mundana pero igualmente estremecedora, la visita al Parque del Observatorio permite una visión circunvalar de toda la ciudad: los barrios marginales y los condominios; los guetos de la pobreza y los rascacielos de los ricos; los casi caminos de herradura en los barriadas atípicas y las modernas avenidas con sus viaductos, puentes, túneles y glorietas que muestran una ciudad pujante, moderna y emprendedora. Y como el fútbol también es cultura, un estadio monumental para un equipo campeón que hace nombrar a la ciudad en las lejanías de Tokio o en las cercanías brasileras donde juega El Santos o en las pampas argentinas donde le ganamos la Copa Libertadores de América al mismísimo Boca Junior.