Pero queremos comenzar por la Plaza Mayor de Ocaña porque bajo ella, o a su lado, pasaba hace dos mil años una
calzada romana que unía las ciudades de Toledo y Segobriga. El año pasado se excavaron algunos de sus restos en las afueras de Ocaña en dirección a Yepes, cuando el camino empedrado entraba en una ciudad que allí se levantó. Poco sabemos de él a no ser por la “virgencilla”, nombre con el que la gente del pueblo designaba las pequeñas estatuas y estelas funerarias como la aparecida en este lugar. En ella se puede leer que Lapoena le dedicó una lápida a su hijo Caelio Celeris, muerto con 20 años en el ejército romano, donde sirvió como portaestandarte (signifer).
Al otro lado de Ocaña, hacia Noblejas, existió otro yacimiento de época ibérica y también romano, cuyos restos se esparcen camuflados por los sembrados a no ser para los expertos y aquellos otros rebuscadores clandestinos que desde Aranjuez criban el suelo con sus detectores de metales y nos roban a todos las monedas y agujas y alfileres que venden al mejor postor. A pesar de todo se conocen unas pocas monedas romano republicanas, denarios con los nombres de Porcio Catón, Tiberio Claudio Nerón o Sexto Pompeyo Fostulos, la hoja de un puñal de hierro y una fíbula o imperdible con el nombre indígena de Durnacos, todos del siglo II antes de nuestra Era.
La ruta desde Ocaña nos lleva a Villatobas por la N-301, antiguo Camino de Madrid a Valencia. Pasaremos junto a la antigua venta de Carrión de la que sólo quedan un montón de piedras y un nombre en los mapas. Al llegar a Villatobas miraremos al Este, y más allá del pueblo hemos de imaginarnos una villa romana y una ciudad anterior de época ibérica, habitada por unas gentes que llamaron carpetanos los historiadores antiguos griegos y romanos. De este yacimiento conocemos un cementerio o necrópolis excavado hace unos años. En estos momentos de la Edad del Hierro se incineraba a los cadáveres quemando sus restos en una pira, y recogiendo algunos de sus huesos que se depositaban en vasijas de barro, dentro de las cuales se introducían también entre los huesos objetos ligados al difunto, como anillos, pulseras, fíbulas, piedras de los husos de hilar, cuchillos y armas. Las vasijas se metían en unos hoyos cavados en el suelo y se señalaba su lugar con piedras o pequeños túmulos de adobe. Los guerreros se enterraban con sus armas dejadas al lado de la urna.
Avanzando hacia Corral de Almaguer cruzaremos el Arroyo de los Moros, curioso nombre que nos habla de un recinto fortificado de los carpetanos que se levanta cauce debajo del riachuelo mirando hacia el Oeste. Allí se están realizando excavaciones desde hace años, que han sacado a la luz un impresionante sistema defensivo. El poblado o castillo se levantaba en una península a cuyos pies corren dos arroyos. Sólo se puede acceder por un istmo en el que cavaron dos fosos y se levantó una muralla de piedra de 5m de ancho. Dentro se han hallado los cimientos de casas, recintos artesanales y estancias a modo de cuerpos de guardia para la defensa de la muralla.
Si fuésemos andando y nos diese por descansar bajo los arcos del puente de piedra de que sirve para cruzar el arroyo de Testillos, a lo mejor tendríamos la suerte de dar con los “graffiti” escritos por los toneleros que hacían el camino de La Mancha a Madrid a mediados del siglo XIX. Aquellos viajeros aprovecharon el puente tal vez para guarecerse de la lluvia, y se entretuvieron en grabar con unos tizones su nombre, oficio y la fecha, sobre el yeso del revoco del puente. Los años, que no han respetado sólidos y grandes edificios, no han querido dañar, sin embargo, estas frágiles expresiones de un instante.
Pasaremos el arroyo y miraremos al Oeste donde veremos un cartel que dice “Montealegre”. Allí queda en pie una ermita dedicada a Santa Catalina y esparcidos por los campos los restos de un poblado medieval (Villar de Orços, según la fuentes del siglo XII), romano y de la Edad del Hierro).
Atravesaremos siguiendo nuestra ruta la Cañada Real Soriana y una vía de ferrocarril (ya desmontada) que fue construida en la Guerra Civil. Por ambas se puede pasear andando, en bicicleta o calesa, si uno tiene la suerte de poseer una. Dejamos atrás las encinas y nos adentramos en los llanos de la Mancha. Al llegar a Corral de Almaguer destaca la derecha sobre el llano, un cerro: el cerro del Gollino, a cuyos pies corre el río Riánsares. Sobre una loma en la ladera del cerro se alza la ermita de la Virgen de la Muela, sobre un antiguo poblado de la Edad del Hierro. Más arriba en la “sierra”, estos mismos carpetanos levantaron otro recinto fortificado (no debían ser tiempos pacíficos aquellos). En estos lugares se han hallado cerámicas griegas y campanas (de Italia), así como otras indígenas que venían de la zona de Elche, quién sabe se llegaron por el mismo camino que ahora seguimos.
Si tuviéramos tiempo y medios tomaríamos el camino de la Cañada de Los Hinojosos hacia Villanueva de Alcaudete. Si vamos por la carreta apenas nos daremos cuenta del pozo “viejo”, que está a su lado, a la derecha. Allí estuvo la villa de Carabanchel, árabe. Este nombre nos indica que vamos por camino viejo. Pasaremos la Cañada Real de Alcázar y llegaremos a Villanueva cruzando el río Cigüela por el pozo del “Villarejo”, que es donde estuvo el antiguo pueblo de origen musulmán como nos recuerda el nombre del pueblo.
Salimos hacia Quintanar siguiendo el trazado del Camino de las Carretas, que no es otro que el antiguo Camino de Quintanar de la Orden (de Santiago) a la capital de dicha Orden: Uclés. Si mirásemos hacia el río veríamos dos cerros en los que se levantaron sendos recintos fortificados o castillos carpetanos. A su lado existió otro poblado de esta época y aguas abajo, se ha excavado recientemente otra necrópolis de incineración, en el Vado, donde estuvo el puente viejo por el que la Cañada de Alcázar cruzaba el río. A falta de piedras, en este cementerio las urnas se depositaban en hoyos en el suelo que estaban revocados con yeso.
Hacia el pueblo alfarero de Mota del Cuervo pasaremos al lado de la antigua ermita de San Isidro, junto a la Venta de Don Quijote, donde los campos guardan también restos arqueológicos de la Edad del Hierro y romanos, pero estos no están investigados, así que dejaremos posar nuestra mirada sobre el horizonte infinito, y tras pasar junto a los molinos de Mota, giraremos a la izquierda y sin detenernos en los nuevos restos de época ibera y romana junto a las ermitas del Valle y del Castellar, atravesaremos otro camino romano que los mapas marcan como “la calzada”, para llegar por fin a Los Hinojosos.
Sr. Urbina,
Gracias por su artículo, pero sobre todo es de agradcer su interés por la arqueología y su labor de difusión, quizás así lleguemos a entender un poco nuestras raíces y a sentir interés también por los restos que aún existan para conservarlos y cuidarlos.
Por cierto, estoy buscando información sobre el origen de Biedma, por lo que le agradecería datos sobre su cita en el artículo Cuevas Artificiales del Hierro II «la finca de Biedma (Bethme de las crónicas medievales)», así como su opinión sobre lo que se indica en la página web de Villarrubia de Santiago: «no sería aventurado afirmar su procedencia romana y a ello pudiera hacer referencia la palabra Biedma (pudiera ser una corrupción de Diezma) es decir, la milla décima, suponiendo el paso por allí de una vía romana. » Muchas gracias.