PATINIR UN SOL ESCONDIDO DE LA PINTURA FLAMENCA, por Joaquín Callabed

A Juan Rof Carballo
         Es tiempo de acercarse a la chimenea en “El Rincón de Prometeo” de Biescas y revisar libros a la mor de la lumbre. Llega a mis manos   “Los duendes del Prado” bello libro que me dedicó Rof Carballo en su domicilio madrileño de calle Ayala. Decía que “los duendes son un encanto inefable que retornan siempre y su morada es el museo del Prado; entretienen y enseñan; acaso alguna vez consuelan, siempre escurridizos, descubren una nueva alegría partiendo de las estrellas más lejanas y de los inacabables secretos del hombre “. Rof se fijó más en el Bosco, Goya, Rubens. Mi mirada hoy  se dirige a  Joachim Patinir.
El paso de la Laguna Estigia

         Entrando al Prado por la puerta de Goya y descendiendo las escaleras hay tres pinturas que me impactan: “El Descendimiento” de Van der Weyden,  un exceso de belleza; “La Anunciación” de Fra Angélico que llegó al museo desde el Convento de las Descalzas Reales y “El Jardín de las delicias” de El Bosco, misterioso y mágico, que atrae la mirada de casi todos los visitantes.
          Joachim Patinir queda algo relegado al fenómeno “El Bosco” .Creo que necesita ina atmosfera propia y diferenciada.En el cielo pictórico caben todas las estrellas.
         Patinir nació en 1840. Fue un pintor puente entre el medievalismo latente del siglo XV y las formas y conceptos humanistas que alcanzarían su consolidación en los territorios de Flandes a lo largo del s. XVI. Tuvo como maestro a David. Los paisajes de Patinir envuelven a sus personajes en inmensas y fantásticas atmósferas sin límites definidos entre lo real y lo imaginario. La gradación de sus verdes, azules y violetas es insuperable. Otorgó a la naturaleza en sus composiciones el papel de protagonista  relegando las figuras a un plano secundario. La intensidad de sus azules es legendaria. Con Patinir comenzó un modelo de paisaje.
         Patinir seduce  con el halo onírico y enigmático de sus obras, con su paleta compuesta de una hinóptica gama de colores y una temática que gravita sobre la lucha entre el bien y el mal, el vicio y la virtud.
         En “El paisaje con San Jerónimo” se ve un primer plano al Santo traductor de la Biblia, con su león en la gruta. El motivo capital es la descripción de un paisaje fantástico con imaginarios paisajes de rocas, flores, iglesias y pueblos de caudalosos ríos con un horizonte de luces y colores inciertos. Es pintor de utopías.
         En “Las tentaciones de San Antonio Abad”, se vuelve a repetir el tema del ermitaño.  En  las nubes que cubren el cielo  hay escenas diabólicas.  La cola recamada  del vestido de una de las tentadoras acaba en algo que se asemeja a la cola de una serpiente, y con ella armoniza a la perfección la manzana que su compañera, cual moderna Eva, ofrece al ermitaño, que se resiste mientras le tira del manto un avieso monito ,símbolo de la maldad demoniaca, cerca del cual se ve un rosario arrojado al suelo.
         En “El descanso en la huída a Egipto”, motivado por la matanza de inocentes ordenada por Herodes, la imagen central corresponde a la Virgen que amamanta al Niño. San José está a la izquierda con un pequeño cacillo de gachas. Los soldados de Herodes salen del trigal que con su crecimiento milagroso ha ocultado a la Sagrada Familia de sus perseguidores. El hijo del granjero desvía a los soldados del lugar donde descansan la Virgen y el Niño.
         “El paso de la Laguna Estigia”, descubre al barquero Caronte que transporta un alma humana desde el paraíso terrenal, hacia el infierno, cuyas puertas guarda el Can Cerbero con sus tres cabezas. Aquí se funden religión y mitología, paraíso e infierno, ángeles y fuego eterno, las tinieblas y  los paisajes brumosos.
Las tentaciones de San Antonio Abad
         Joachim Patinir fue un pintor enigmático amante de ermitaños, paisajes bíblicos y mitológicos, que creó nuevos paisajes, nuevos formas y conceptos humanistas. La elevación del punto de vista de sus cuadros le permite llevar a cabo nuevas descripciones.
         Patinir es un sol escondido de la pintura flamenca, con una gran energía lírica en sus escasos e intentos cuadros. Durero dijo de él que era un buen pintor de paisajes.
         Permítanme, en honor a Rof Carballo, declarar al Museo del Prado patrimonio artístico y de duendes de la humanidad.
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