UN PASEO POR ÚBEDA LA MONUMENTAL, por Nicolás del Hierro, escritor y poeta

INTERIOR IGLESIA DE SANTA MARÍA

En los primeros días de un mes de agosto realicé a Úbeda uno más de mis efímeros viajes a la renacentista ciudad; unos viajes que necesidades de agenda personal y circunstancias resultan cada vez más cortos en el desarrollo de mi tiempo en la misma. El viaje a Úbeda siempre supone para cualquiera un inmenso gozo de arquitectura y arte, entrelazados por la historia; por esto, cuanto con mayor brevedad se marque la estancia más grande es el dolor. A Úbeda habría que vivirla, hay que vivirla con espacios de tiempo dilatados; pero a falta de esta prolongación vital, siempre y cuando (y cuanto) se pueda a Úbeda hay que verla, pasearla y sentirla, amarla sobre todo en su parte antigua, si es que se ama la belleza y la hidalguía desde la razón de una ética estetizada que se hace arquitectura. Recorrer lentamente sus estrechas e íntimas calles, elevar al cielo nuestra mirada y, antes de perderla en el azul infinito que Andalucía ofrece, detener nuestro objetivo mental en la capacidad arquitectónica de sus numerosos edificios.

Amantes, amados y cautivos nos consideraremos cuando hipotéticamente hemos sido envueltos, abrazados por los grandes fragmentos de su antigua muralla. Casi medio centenar de monumentos nos contempla y podemos admirar en, aproximadamente, un kilómetro a la redonda.

FACHADA PRINCIPAL DEL HOSPITAL DE SANTIAGO

Fuera habrán quedado la grandiosidad del Hospital de Santiago, hoy eje de la cultura que expande la magnificencia de la ciudad como algo innato en la historia que Úbeda participa, y se crecen región y España; fuera también, entre otros, está la iglesia de San Nicolás, gótica en renacimiento crecida, y, extramuralla también y más cercana, La Trinidad, donde luce casi único y armónico el barroco.

Pero donde uno se sabe y se siente más amorosamente invadido por el río de arte que supone la Ciudad de los Cerros, es cuando desemboca en la Plaza de Vázquez de Molina. Tras descender por la trinitaria rampa, dada la temprana hora de la tarde en siesta de un domingo estival, desiertas casi de viandantes la Plaza Vieja, Rastro y Corredera, me han retenido las campanadas del reloj que cuenta y canta el tiempo desde la torre que recibe aquél nombre. Alguna vez he escrito y publicado que a Úbeda hay que recorrerla, como a Santiago, con un poco de agua en neblina, pero ahora comprendo que se la puede visitar también cuando el mercurio sube su raya termométrica y el español se toma el aperitivo del sueño en la siesta veraniega de un domingo. Es ésta una soledad monumentalmente poblada donde se agiganta el disfrute.

REAL MONASTERIO DE SANTA CLARA, foto Marió Marb

La corriente del arquitectónico río a que antes se refiere el viajero como definición de la Úbeda artística, le conduce Real abajo, recrea su mirada en la torre del Palacio del Conde de Guadiana y hace un breve apartado al Real Monasterio de Santa Clara, para desviarse luego a San Pablo, admirar el palmeral de sus columnas y cumplir ocasionalmente con su breve rezo ante la virgen de Guadalupe.

MONUMENTO A SAN JUAN DE LA CRUZ

En el centro de la plaza, o paseo de San Pablo, la estatua del pequeño fraile carmelita y gran místico, que “pasó por estos sotos con premura” y viniera a cantar sus últimos maitines en la ciudad la tarde/noche del 14 de diciembre de 1591, le hará brotar unos versos en labios del viajero recordando a Juan de Yepes enfermo y entregado en el cercano convento que hoy recuerda su nombre de Santo, a punto de su tránsito y cuando ya nos hubiera afirmado que:

“Tras un amoroso lance,

y no de esperanza falto

volé tan alto, tan alto

que le di a la caza alcance.”

Patrón y copatrón de la ciudad, San Miguel y San Juan de la Cruz coronan, en sobrio y elegante esteticismo, los arcos del Ayuntamiento Viejo, que en la esquina de la plaza y a pocos metros se divisa. Me miraban con sus ojos de estatua y yo los contemplaba en su admiración de piedra representativa, en siglos de existencia credencial.

LA LITERARIA PLAZA DE SAN PEDRO

Pero la meta del viajero esta tarde está cifrada en el inigualable rectángulo de la ya citada plaza de Vázquez de Molina: Palacio de las Cadenas, Santa María de los Reales Alcázares, Palacio del Marqués de Mancera, Antiguo Pósito, Parador Nacional del Condestable Dávalos, Sacra Capilla del Salvador, Hospital de los Honrados Viejos del Salvador y el balcón natural de los Miradores, donde la mirada se pierde entre olivares y se engrandece con el amplio y lejano lomo azul de Sierra Mágina.

IGLESIA DE SAN SALVADOR

Pasea, observa, mira al peatón. Aquí en medio de la monumentalidad arquitectónica el viajero se disgrega, aunque ya no está solo como cuando cruzó la corredera de San Fernando. Aquí han llegado y van llegando turistas con planos en la mano, curiosos por descubrir y por saber. Gente que mira, contempla y toma notas, hace fotografías. En la plaza hay un trenillo turístico sobre el que se recorre la ciudad y un coche de caballos con el que pasearla a la antigua usanza, también un autobús que el tiempo y la sociedad exigen en su prisa. Pero al viajero, personalmente no le van estas cosas; prefiere detenerse ante el arabesco genial de la fachada del Salvador, en la grandeza de las del Parador y del Ayuntamiento y en la majestuosidad de la de Santa María. Mientras contempla esta fachada, le duele el retraso en la terminación de las obras que se están llevando a efecto en su interior. En la conciencia y en el amor de los ubetenses, un cuarto de siglo es demasiado tiempo para su restablecimiento. Seguro que no era nada fácil, pero desde 1983 en que se cerraran sus puertas a la feligresía, son ya muchos los años con este impedimento. Hace poco hemos leído en una publicación de prestigio en la ciudad que “se habla de una pronta reapertura al culto”. Ojalá sea cierto, para que esa tercera parte de los ubetenses que por edad no han podido gozar aún de su belleza interna, puedan lograrlo cuanto antes, y cuanto antes también los viajeros habituales y los turistas que lleguen a Úbeda disfruten la dicha de no tener que abandonar un marco tan hermoso como es esta plaza heridas retina y sentimiento, porque los presupuestos locales, regionales, nacionales o de cualquier otro tipo administrativo demoren soluciones de su principal parroquia. De lo contrario, alguien podría no entender por qué Úbeda, junto con Baeza, sea Patrimonio de la Humanidad.

 

PALACIO VAZQUEZ DE MOLINA Y ACTUAL AYUNTAMIENTO