EL AUTOR
Tiziano ( 1485 – Venecia, 27 de agosto de 1576) fue uno de los mejores pintores italianos del Renacimiento y destacado artista de la Escuela veneciana.. Realizó esta obra en 1548, a los 71 años de edad, como homenaje al emperador y rey de España, Carlos I por su victoria en la batalla de Mülhberg contra los príncipes protestantes alemanes (Liga de Smalkalda) y de los Países Bajos, que tuvo lugar el 24 de abril de 1547.
Los orígenes creativos de Tiziano se encuentran influenciados por su maestro Bellini y por Giorgione. Es considerado uno de los artistas más polifacéticos: igualmente podía ejecutar retratos, paisajes, escenas mitológicas o cuadros de temática religiosa
En este cuadro, el reflejo de la psicología del retratado, la claridad de los rasgos y la instantaneidad de la figura del emperador, elevan a Tiziano a la altura de los mejores retratistas de la Historia como Rembrandt o Velázquez. Carlos V le nombró pintor primero de la corona de España.
Logró en el retrato, en general, imágenes de impresionante grandiosidad y hondura psicológica. Influyó por sus composiciones en las generaciones siguientes como Van Dyck, Carracci o el citado Velázquez, que buscaron emular su luz, color, y fuerza expresiva. Durante su dilatada carrera, se convirtió en el más influyente de los pintores de la Escuela veneciana. Murió a consecuencia de la peste negra, epidemia que asoló Venecia.
EL PERSONAJE
Carlos I de España y V de Alemania (1500-1568) era hijo de Juana I de Castilla (“Juana la loca”, hija de los Reyes Católicos) y de Felipe I de Habsburgo (“Felipe el hermoso”, hijo de Maximiliano I, emperador de Alemania). Heredó una inmensa propiedad territorial y con él se inagura la presencia de la Casa de los Austrias (Habsburgo) al frente de los reinos hispanos. Entre 1519 y 1558 fue emperador del Sacro Imperio Románico Germánico Llegó a España en 1517 sin conocer el idioma castellano gobernando nuestro país entre 1516 y 1556. Su gran tutor fue Adriano de Utrech (futuro papa Adriano VI).
Se enfrentó en el interior a los problemas y luchas de las conocidas Comunidades de Castilla y a la Germanías; en el exterior, a protestantes, franceses y turcos. Durante su reinado tuvo lugar el Concilio de Trento (1545) y, posteriormente, en 1555 firmó con la Liga de Smalkalda la importante la Paz de Augsburgo, por la que se establece que los príncipes alemanes decidirán en el futuro la religión de cada uno de sus estados, quebrándose con ello la unidad católica del imperio. Aquejado de “gota”, murió en el monasterio de Yuste (Cáceres) en 1558.
LA OBRA
Esta pintura representa al emperador Carlos V a caballo, detenido frente al río Elba. Detrás de él se observa un bosque. Destaca la luz y los inimitables colores cálidos: rojos y ocres. El rostro del emperador está serio e impasible, con la mirada fija y atenta, con un gesto impertérrito ajeno a la fatiga. Se trata de un retrato ecuestre – quizás el más importante de la historia de la pintura- donde aparece aquél representado los ideales caballerescos, como un “soldado de Cristo”, un César cristiano en solitario, sin ejércitos victoriosos en su entorno, y en defensa de la cristiandad contra el protestantismo. Carlos V utilizó el arte como ningún monarca había hecho hasta el momento: como un verdadero instrumento de propaganda política.
Tiziano fue el pintor que mejor se adaptó a estas finalidades. En este cuadro dota a la imagen del emperador de una expresión casi sagrada. Se inagura así un nuevo género que alcanza su esplendor en el Barroco: el retrato real a caballo.
Consiguió el artista, en este cuadro, plasmar la dignidad y fuerza del gran monarca del siglo XVI, Carlos V quien llamó en 1548 a Tiziano para que permaneciera junto a él trabajando dos años en la corte de Augsburgo, Alemania. Allí le encargaron multitud de retratos, en los que él conseguía trasmitir la psicología y dignidad del retratado, con cuadros solemnes, y de gran calidad artística como el que aquí comentamos.
Tiziano resolvió el encargo del emperador con este magnifico retrato ecuestre, sin precedentes en la pintura. En él, podemos observar al rey montando un caballo de raza española, cubierto por un bello manto de terciopelo y raso de color carmesí, mientras Carlos porta atuendos propios de la caballería ligera .A su vez se cubre con una armadura labrada en oro y plata, valiosa pieza que aun hoy se conserva en la Real Armería del Palacio Real de Madrid. La lanza, de grandes dimensiones, le acentúa su imagen junto al poder supremo de los grandes césares.
El pintor ,además de su enorme conocimiento técnico, demuestra un admirable rigor histórico, En el centro de la parte delantera del peto, se puede observar la imagen de la Virgen con el Niño, iconografía habitual en las armaduras del emperador a partir de 1531.
El monarca a través de este tipo de obras, y concretamente con ésta, consigue utilizar el arte al servicio de su fama de guerrero, de político, de buen cristiano y de excelente mandatario, aspectos que deseaba transmitir a todos los rincones de su imperio. Tenía el emperador, en estos momentos, 48 años. Pidió a Tiziano ser representado antes de la batalla de la que salió victorioso, pues no quería ofrecer una imagen violenta sino de magnánimo y justo.
Como es propio de la pintura veneciana- donde el color prima en las obras-, Tiziano no prescinde de esta cualidad a la hora de realizar este retrato, sino que se apodera de sus posibilidades para remarcar unos rojos inimitables y unos ocres apropiados al conjunto de la obra. Extiende los colores con maestría y precisión sobre la manta que cubre al caballo, sobre la bella armadura o sobre el penacho que remata el casco que le cubre la cabeza. A su vez, dicho despliegue de color aumenta y enfatiza el contraste, al colocarlo junto a la piel pálida del rey, donde se acusa cierta presencia de la vejez.
Este modelo de retrato ecuestre fue retomado posteriormente en el Barroco, tanto en el campo pictórico como escultórico, pasando a formar parte fundamental de la iconografía representativa del poder de los monarcas. En este caso el autor trata de presentarnos el poder el emperador, como vencedor del protestantismo y como símbolo de la hegemonía de los Austrias sobre Europa. Se trata de un auténtico paradigma del retrato de un príncipe del Renacimiento.
El caballo- en este caso un caballo español castaño oscuro- es, sin duda alguna, uno de los animales que encierra más elegancia tanto por su alzado como por la simetría que establecen sus cuatro patas y por la forma cerrada, casi geométrica, de su envergadura, sólo alterada por la prolongación de cuello y cabeza, de una parte, y de la cola, por otra.
El pintor sabe utilizar la imagen del corcel, siguiendo las teorías de Leonardo quien entendía que el caballo era el compañero indispensable de reyes y señores en el retrato oficial. Las últimas décadas de su vida las pasará el maestro Tiziano continuando sus trabajos para el rey Felipe II, con quien tuvo también una gran relación y le inmortalizó en sus lienzos.