La denominación de nuestra fortaleza es castillo o castillo-alcázar, si bien muchos historiadores consideran dicho término como sinónimo de alcazaba. Las alcazabas fueron excelentes sistemas defensivos en la protección frente a invasiones que a su vez ofrecían medios para una resistencia prolongada, por lo que jugaron un papel esencial en la época de la España Musulmana.
Nuestro castillo fue construido por los moros bien entrado el siglo XII, en la época en que dominaron estas tierras, pero hay evidencias de la permanencia de moriscos en nuestra zona hasta el año 1609, ya lejos de los tiempos de la hegemonía islámica.
Y es precisamente éste, el marco histórico que envuelve nuestra celebración. En ella recreamos la coexistencia hostil de los pueblos cristiano y moro que se dio en nuestro territorio durante siglos. Con este propósito, se escenifican guerrillas en los alrededores del castillo, pero no en el histórico, sino en otro portátil de dimensiones reducidas que se instala en la Plaza de la Constitución, delante del edificio consistorial, para los días que dura la fiesta. Allí se desarrollan los episodios bélicos que llamamos “Embajada, Estafeta y Asalto al Castillo”. Incluyen una batalla de arcabucería liderada por el Capitán de cada comparsa y un enfrentamiento cuerpo a cuerpo de los Embajadores Cristiano y Moro. Nuestra puesta en escena no es completamente fiel a los hechos sucedidos sino mezcla de acontecimientos, exaltación y deslumbrante fantasía que, aunque no del todo objetiva, cumple la función antropológica de entroncarnos con nuestro pasado, preservándolo, enriqueciéndolo y dando sentido a nuestro presente. En realidad, los primeros dueños de nuestra fortaleza fueron moros; sin embargo, la primera de nuestras guerrillas acaba con la pérdida del castillo por parte de los cristianos, hasta que en la segunda logran reconquistarlo por rendición de los moros, con lo cual Elda vuelve a ser Cristiana otra vez hasta el año siguiente.
Pero nuestra celebración no sólo se circunscribe a las escenas frente al castillo, sino que tiene una envergadura mucho mayor. Participamos activamente en ella más de 6000 festeros pertenecientes a 9 comparsas divididas en dos facciones. Por un lado forman el bando cristiano Contrabandistas, Cristianos, Estudiantes, Piratas y Zíngaros; mientras que por otro lado Huestes del Cadí, Moros Marroquíes, Moros Musulmanes y Moros Realistas constituyen el bando de la media luna. Estas comparsas son sociedades festeras con sede propia, desde donde organizan su actividad. Se rigen por estatutos y reglamentos de régimen interno y pertenecen a un organismo superior llamado Junta Central de Comparsas que desde la llamada Casa de Rosas coordina los actos conjuntos mediante una Junta Directiva formada por miembros que pertenecen a las comparsas.
Con el paso de los años, la Fiesta de Moros y Cristianos de Elda ha adquirido una dimensión que abarca todos los ámbitos de la vida local de modo que, paralelamente al calzado – base de la economía local – ha surgido otra actividad secundaria directamente ligada a la fiesta con profesiones diferentes que viven por y para ella y han contribuido tanto a su consolidación como a su crecimiento, evolución y lucimiento.
Cada año, de septiembre a junio, los Moros y Cristianos nos ofrecen una extensa gama de actividades festeras y culturales – algunas de ellas de reconocido prestigio – como el Certamen Nacional de Música de Moros y Cristianos (que va a celebrar su edición nº 28), el Concurso de Minicuadros de las Huestes del Cadí, de alcance internacional, que cuenta con 34 años o el Concurso de Fotografía de la Junta Central, que se organiza desde 1980. Otros eventos de periodicidad anual también incluyen conciertos, concursos y exposiciones de pintura y fotografía, representaciones teatrales, Galas, Cenas de Honor, Proclamaciones, exposiciones, concursos y juegos infantiles, encuentros de hermandad…
Las jornadas festivas que concentran los actos principales son 5 días al año (de jueves a lunes incluyendo el primer domingo de junio). Durante ellos la ciudad entera cambia su fisonomía. El ambiente se convierte en un festival sensorial envolvente. El espectáculo visual es difícilmente descriptible. Las calles se decoran con estandartes, banderolas, faldones y emblemas moros y cristianos. Las gentes lucen de la mañana a la noche la indumentaria oficial de sus comparsas con grandes contrastes de color y una extensa variedad de tejidos y complementos. La Entradas Cristiana y Mora y el desfile Infantil son especialmente atractivos. Entre sus ingredientes sobresalen boatos de fantasía, deslumbrantes carrozas y caballos ricamente guarnecidos. En estos actos, los trajes y los maquillajes que lucen los festeros son verdaderamente sorprendentes. Cada comparsa marcha liderada por dos figuras ecuestres: una Abanderada y un Capitán adultos o infantiles, cuyas vestimentas destacan sobre el resto en lujo y refinamiento. El sonido de la fiesta también es espectacular. Sin despreciar el estruendo atronador de los arcabuces y espingardas en las guerrillas, casi una centena de bandas de música nos regalan de continuo melodiosas marchas moras o cristianas y pasodobles por donde quiera que transitemos. No podemos tampoco eludir los penetrantes olores: por un lado el de la pólvora, y por otro el de los manjares de suculento sabor que se preparan para los almuerzos y las comidas de los “cuartelillos” (lugares de descanso y reunión de los festeros durante los entreactos y en las ajetreadas madrugadas).Y por último, la sensación de permanente contacto de una ciudad entera que toma el asfalto, se abraza, confraterniza y funde a locales con foráneos.
Como parte de los ritos de tradición cristiana, esta fiesta tiene como referente un santo patrón de gran tradición popular: San Antonio Abad (San Antón para los festeros) que, a cargo de la Mayordomía de San Antón, permanece en su ermita el resto del año y que durante dichos días es trasladado a la iglesia arciprestal de Santa Ana para presidir la misa mayor, recibir la ofrenda floral y salir en procesión antes de ser de nuevo devuelto a la ermita.
Como sólo 5 días al año quedan cortos para tanto acontecimiento, coincidiendo con la onomástica de San Antón, el 17 de enero, y los fines de semanas anterior y posterior, celebramos de nuevo – en torno a la ermita y a la imagen del patrón – ceremonias religiosas y actividades lúdicas que organiza la Mayordomía y otras, de carácter festero, a cargo de la Junta Central y las comparsas que denominamos Media Fiesta. Con ella se completa un entramado complejo y significativo de acontecimientos que constituyen un elemento esencial de la identidad de la ciudad de Elda, uniendo y vinculando a sus habitantes a través de un apasionante viaje épico a un pasado en el que cada uno elige el papel que quiere interpretar. Vengan y disfrútenlo