Decía Maquiavelo en El Arte de la Guerra que “no hay muro, cualquiera que sea su grosor, que la artillería no lo destruya en unos pocos días”. Sin embargo, el pensador florentino estaba equivocado, pues la aparición de la traza italiana llevó consigo un cambio profundo en la estrategia militar. Las guerras se convirtieron en una serie de largos asedios y las batallas a campo abierto se volvieron irrelevantes ante el desafío astral.
En el siglo XV los castillos tradicionales, con las torres circulares, habían demostrado ser extremadamente vulnerables a los cañones, por ello se ideó la traza italiana con las fortificaciones militares en forma de estrella, estilo introducido frente a los ataques franceses a finales de dicha centuria a sabiendas de que la artillería encontraría puntos fáciles de asalto en los altos muros de las edificaciones medievales.
Para contrarrestar el poder de las nuevas armas, las paredes defensivas se hicieron más bajas y anchas y se levantaron bastiones que ofrecían la posibilidad de efectuar un fuego cruzado que derribara a los rivales. Tomar una fortaleza de estrella suponía planificar previamente un sitio que privara a los refugiados de ayuda del exterior, así como colocar una batería de cañones que, tras numerosos disparos, abriera una brecha en el muro haciendo posible la entrada en combate de la infantería. En esta misión debía participar un considerable número de soldados, necesidad de efectivos que aumentaba de forma espectacular el coste de la guerra, por lo que sólo los grandes Estados de la época podían permitirse ocupar una ciudad protegida con este tipo de fortificación.
Con el afán de aminorar los gastos, a menudo se improvisaban nuevas fortificaciones a partir de las defensas anteriores. Si se optaba por el “reciclaje”, se rebajaba el nivel de la muralla y se cavaba una zanja alrededor de ella. La tierra extraída se acumulaba detrás de los diques con la intención de crear una estructura sólida. Mientras que las fortalezas construidas a propósito tenían una imposta de ladrillo, debido a la capacidad de este material para absorber los golpes del fuego de la artillería, en muchas defensas improvisadas se obviaba este paso y, en su lugar, se depositaba más tierra. Un ejemplo del excesivo precio que conllevaba la actualización de las fortificaciones es la ciudad de Siena que, por este empeño, cayó en bancarrota en 1544.
El primer ejemplo clave de la traza italiana estuvo en el puerto papal de Civitavecchia, donde las murallas originales fueron acortadas en altura y ensanchadas. La primera batalla importante que realmente mostró la efectividad de la traza italiana fue la defensa de Pisa en 1500 frente a un ejército conjunto de florentinos y franceses. El segundo asedio fue el de Padua en 1509.
A lo largo de la Edad Moderna, el modelo fue empleado fuera de Italia ya que eran muchos los intereses a salvaguardar mientras que las guerras entre España, Francia y las Provincias Unidas llenaban de sangre el Viejo Continente.
La Ciudadela de Pamplona, el mejor ejemplo de arquitectura militar del Renacimiento español y uno de los más destacados conjuntos defensivos de Europa, también tiene planta estrellada. Nació a instancias de Felipe II, quien la mandó construir en 1571, con el objetivo de proteger las tierras navarras de las constantes incursiones del ejército francés. Su estructura original tenía forma de pentágono regular con cinco baluartes en los ángulos, pero la construcción del primer ensanche de la ciudad obligó a derribar dos de ellos.
El ingeniero militar italiano Giacomo Palearo, “El Fratín”, fue el artífice de este sofisticado sistema defensivo similar al existente en la belga Amberes. El 1 de diciembre de 1572 Naarden, la ciudad holandesa que se había rebelado contra la corona española, fue tomada por las tropas de Felipe II, las cuales destruyeron los muros medievales y erigieron modernas fortificaciones de esta peculiar planta que permanecen hoy bordeadas por el foso.
En el siglo XVII, los castillos en forma de estrella alcanzaron su apogeo, extendiéndose por Europa y por América, como atestiguan los fuertes Manoel en Malta, McHenry en Maryland, San Marcos en Florida, San Diego en Acapulco o de la Real Fuerza en La Habana. El prototipo incluso llegó a Sudáfrica, con el castillo de Buena Esperanza, en Ciudad del Cabo, cifrado como el exponente de las fortalezas holandesas impulsadas por la Compañía de las Indias Occidentales.
En la región portuguesa de Beira Interior Norte se encuentra la villa fortificada de Almeida, cuya particularidad es que, vista desde el aire, posee forma de estrella de doce puntas. La construcción tiene su origen en la rivalidad luso-española que explica las grandes murallas, el ancho foso, las puertas falsas y los túneles subterráneos como modo de garantizar la supervivencia de la población en caso de asedio.
En el siglo XIX, el desarrollo de las cargas explosivas cambió la naturaleza de las fortificaciones y la planta de estrella empezó a quedarse obsoleta. No obstante, el recinto que parece ser el fuerte de estrella más famoso del mundo, el Fort Wood, sirve de pedestal en Nueva York a la Estatua de la Libertad.
Junto a la desembocadura del río Hudson, una antorcha de piedra ilumina el mundo.
1Interesante artículo, me hubiera gustado que fuese un poco más extenso.Por cierto, la foto de la ciudadela de Panplona está confundida. Esa es la de Jaca