El pasado 16 de julio se cumplió el octavo centenario de la batalla de Las Navas de Tolosa, hecho muy importante de nuestra historia y especialmente del desarrollo de la Reconquista peninsular.
En 1177 el ejército castellano de Alfonso VIII (1155-1214) recuperaba la ciudad de Cuenca. La reacción almohade provocara el desembarco del Califa Yakub ben Yusuf Almansur en 1195. Este Califa pasa a Al-Andalus, cruzando el Estrecho de Gibraltar, el 30 de junio de 1195. Posteriormente tiene lugar la batalla de Alarcos (Córdoba) donde el ejército almohade infringió una impresionante derrota al ejército castellano de Alfonso VIII. Como consecuencias de la batalla, se perdían el valle del Guadiana, el curso medio e inferior del río Tajo, que no se recuperarán hasta casi veinte años después, tras la victoria de las Navas de Tolosa.
La victoria almohade en Alarcos (1195), que también había tenido como consecuencia llevar la frontera hasta los Montes de Toledo, amenazando la propia ciudad de Toledo y el valle del Tajo, supuso un duro golpe para los reinos cristianos. La situación se agravó en 1211, cuando el castillo de Salvatierra, único baluarte cristiano al sur del Tajo, cae en manos musulmanas, amenazando Toledo. Ante la delicada situación, el rey castellano Alfonso VIII solicita la ayuda del resto de reinos cristianos y del papa Inocencio III, que da a la lucha el carácter de cruzada. Respondiendo a su llamamiento, y al del el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada, llegan a Toledo tropas de Aragón y numerosos cruzados de toda Europa. León y Portugal, como parte importante de los cinco reinos existentes en la Península, por el contrario, rehúsan unirse a estos contingentes militares..
Inocencio III ordenó predicar la cruzada en Francia. Mediante otra Bula, decretaba que, durante el tiempo que durase la cruzada contra los Almohades, serían excomulgados los monarcas cristianos que atacasen otros territorios cristianos peninsulares, así como a los cristianos que ayudasen a los Almohades o se uniera a ellos. Los pulpitos eclesiales de toda Europa animaban a alistarse en esa Cruzada
La Cristiandad occidental se mantuvo en estado de alerta ante el temor de una posible invasión de los Almohades más allá de los Pirineos. Como consecuencia, la llamada papal tuvo eco incluso en la región del Lamguedoc, donde se desarrollaba simultáneamente la cruzada contra los herejes cátaros.
Las tropas almohades venían dirigidas por el propio califa Muhammad An-Nasir, el llamado Miramamolín por los cristianos ( “Comendador de los Creyentes”, en árabe).
El ejército cristiano estaba formado por los denominados ultramontanos, muchos de ellos pertenecientes a las tropas de Simón de Monfort, combatiente de la herejía cátara o albigense en Francia, a la que por cierto defendía Pedro II de Aragón llamado “El Católico”, dado que algunos señores feudales franceses representaban en el Mediodía (Occitania) los intereses de Aragón..
Estas huestes estaban acostumbradas al pillaje y a la devastación que los cruzados practicaron en el Languedoc francés. Llegaban a Toledo el 3 de junio de 1212 dirigidas por el Arzobispo de Narbona, formadas por las tropas del Poitou, Bretaña, Limoges, Santonge y Burdeos.
Pedro II “El Católico” (1177-1213), rey de Aragón y conde de Cataluña, fue el primero de los monarcas españoles en acudir a la cita dada por Alfonso VIII. El 27 de mayo de 1212 llegaba con sus mejores caballeros a la ciudad de Toledo. El rey castellano Alfonso VIII y el Arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez de Rada (1170-1247), organizador de la campaña contra los Almohades, antes de emprender la marcha hacia el sur peninsular, decidieron esperar a la llegada de todos los contingentes.
También se concentraron, en la antigua capital del reino visigodo, las tropas castellanas de Alfonso VIII, las navarras de Sancho VII “el Fuerte” (1154-1234), y las citadas de Pedro II de Aragón (1177-1213), y representantes de los otros reinos cristianos, aunque oficialmente no acudió el rey portugués ni Alfonso IX de León (1188-1230). Asimismo acudieron las tropas de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava, Temple y San Juan (Malta).
Dos caballeros nobles sobresalía en este grueso de tropas: don Diego Lopez de Haro, y Álvaro Núñez de Lerma, ambos alféreces, en distintos momentos, de Alfonso VIII., líderes de las veinte milicias concejiles procedentes de Medina del Campo, Madrid, Soria, Palencia, Almazán, Medinaceli, Béjar y San Esteban de Gormaz, entre otras ciudades castellanas.
El 20 de junio de 1212; las tropas cristianas salen de Toledo hacia el frente de batalla. A los pocos días llegaron a la fortaleza de Malagón (Ciudad Real). Los musulmanes ofrecieron la rendición a cambio de la supervivencia. Pero los cruzados extranjeros negaron cualquier tipo de acuerdo y pasaron a cuchillo y degollaron a sus habitantes. El rey Alfonso VIII llegó dos días más tarde a la fortaleza y contemplo horrorizado el espectáculo dejado por los tramontanos. Esa no era la batalla que quería el rey de Castilla, comenzando los roces entre los cristianos españoles y los extranjeros.
Días más tarde llegaron a la fortaleza de Calatrava, aquella que habían perdido los Templarios. En esta ocasión Alfonso llegó a tiempo de negociar con los musulmanes y le permitió salir a cambio de no combatir. Esto fue la gota que colmó el vaso y los cruzados tramontanos decidieron abandonar la cruzada y marcharse. Los ejércitos cristianos se quedaron solos ante el poder almohade.
La deserción de los cruzados extranjeros fue importante para la moral del ejército cristiano; la sombra de Alarcos se le apareció otra vez a Alfonso VIII. Aproximadamente se marcharon un 27 % del contingente total.
Al-Nasir, el califa almohade, esperaba las tropas cristianas tranquilamente en la estribaciones de Sierra Morena, con fuerzas preparadas para la emboscada en los peligrosos pasos de Despeñaperros.
Sierra Morena era un difícil obstáculo para los cruzados cristianos. El ejército era numeroso y atravesarla no iba a resultar sencillo. Además en los únicos pasos disponibles, estaban emboscados los almohades. Los exploradores de los cristianos trataban de encontrar pasos francos que permitiera el movimiento de tropas sin riesgos. Fue muy importante la ayuda de un pastor llamado Martín Halaja quien les facilitó el camino certero para eludir las emboscadas almohaces.
El arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada escribió al respecto posteriormente:
«Dios (…) envió un home como aldeano o pastor, home mal vestido, é parecía que era el vestido de poco valor, segun su manera de parecer. E dijo que él guardara tiempo habia su ganado en aquellos montes, é que tomara por allí en aquel puerto liebres, é conejos. E dijoles que él les mostraria logar por do pasasen muy bien, é sin peligro por la cuesta del monte en derredor, é que los llevaria escondidamente, que aunque los moros los viesen no les pudiesen empecer ninguna cosa, é que podiamos llegar al logar que deseabamos para lidiar con los moros».
El ejército musulmán estaba así organizado para la batalla: en primera línea se situaba la infantería ligera africana reclutada en el Alto Atlas. En la segunda línea se disponían la infantería pesada de Al-Andalus. El Ejército Almohade se encontraba detrás de los andalusíes, con la caballería cubriendo los flancos. Luego estaban los guerreros de la yihad de otros territorios del Islam llamados a la guerra Santa. Tras la caballería almohade, que combatía con lanza y espada, se encontraban contingentes de élite de arqueros a caballo turcos conocidos como Agzaz. Al final, formando una línea en torno a la tienda del sultán, se encontraba la llamada Guardia Negra (también denominados imesebelen), integrada por soldados fanáticos procedentes del Senegal. Grandes cadenas los mantenían atados para no poder huir y luchar hasta la muerte.
Su armamento defensivo se limitaban prácticamente al escudo. Sus peones iban provistos de lanzas y espadas, azagayas, arcos y hondas. El predominio de las armas arrojadizas en el campo musulmán se refleja en las enormes reservas de flechas y venablos que cayeron en manos de los cristianos. El arzobispo de Narbona calculó que dos mil acémilas no serían suficientes para transportar las cajas de flechas encontradas.
Cerca de Santa Elena, localidad situada al norte de la provincia de Jaén, lindando con la provincia de Ciudad Real), tuvo lugar el 16 de julio de 1212 la citada batalla de Las Navas de Tolosa.
En ella se situaba Alfonso VIII al frente del cuerpo de retaguardia. De la oportuna intervención de esta reserva, dependía el resultado de la batalla. Por tanto el punto fuerte del ejército sin duda eran la caballería pesada, siendo su principal dificulta la maniobrabilidad. El avance de dicha caballería en campo abierto era imposible de detener salvo por contigentes de caballería pesada similares o usando la táctica empleada por los musulmanes con arqueros ligeros a caballo, clave en la derrota de Alarcos años antes.
El secreto de los arqueros turcos radicaba en sus arcos especialmente potentes y en la táctica que empleaban: podían disparar con el caballo a todo galope y en cualquier dirección. La táctica de envolver a la caballería pesada usando los arqueros a caballo y hostigando al enemigo desde los flancos, ya sabemos que supuso una terrible derrota años antes en Alarcos para las tropas de Alfonso VIII
Tras una carga de la primera línea de las tropas cristianas, capitaneadas por el vizcaíno Diego López II de Haro, los Almohades, que doblaban ampliamente en número a los cristianos, realizan la misma táctica que años antes les había dado tanta gloria. Los voluntarios y arqueros de la vanguardia, mal equipado pero ligero, simulan una retirada inicial frente a la carga para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite en el centro.
A su vez, los flancos de caballería ligera almohade, equipada con arco, tratan de envolver a los atacantes igual que en la batalla de Alarcos, Al verse rodeados por las fuerzas Almohades, acude la segunda línea de combate cristiana, pero es insuficiente, la batalla parece perdida. La desbandada cristiana comienza con las tropas de López de Haro que habían sufrido terribles bajas, solo él y su hijo, junto a Núñez de Lara y las Ordenes Militares resisten de forma casi heroica.
El miedo se apodera del ejecito cristiano, viendo lo que sucedía, los reyes cristianos al frente de sus caballeros e infantes inician una última carga con el resto de fuerzas cristianas. Este acto de los reyes y caballeros cristianos infunde ánimos que hacen renovar el brío contra los musulmanes. Los flancos de la milicia cargan contra los flancos del ejército almohade y los reyes marchan en una carga imparable. Según fuentes, el propio rey Sancho VII de Navarra aprovechó la ocasión y se dirigió directamente a la tienda de Al-Nasir. Los caballeros navarros, junto con parte de su flanco, atravesaron su última defensa: los imesebelen, que sucumbió no sin antes provocar una gran matanza entre los cristianos Al-Nasir se mantenía en el combate dentro del campamento. Después vino el desastre, el ejército almohade se hundió, e inicio una retirada a la desesperada con su califa a la cabeza. La victoria estaba al lado del bando Cristiano
En el momento que los caballeros arqueros musulmanes no pudieron maniobrar ante las líneas tan juntas, su táctica se vino abajo pues la carga de la caballería pesada cristiana era imparable, por eso, la ultima carga definitiva de los reyes cristianos con tropas de elite, caballeros, fue tan determinante justo en el momento que el los batallones cristianos iniciaban la retirada.
Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la Península Ibérica comenzó su declive definitivo y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los llamados reinos cristianos, que conquistaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán. Consecuencia inmediata fue la toma de Baeza, que posteriormente retornó a manos Almohades. La victoria habría sido mucho más efectiva y definitiva si no se hubiera desencadenado en aquellos mismos años una hambruna que duró hasta 1225 y que hizo que se demorara el proceso de la Reconquista.
Al-Nasir nunca se repuso del desastre de las Navas. Abdicó en su hijo, se encerró en su palacio de Marraquech y se entregó a los placeres y al vino. Murió, quizá envenenado a los dos años escasos de su derrota. Alfonso VIII sólo lo sobrevivió unos meses. Pedro II de Aragón, el rey caballero, pereció al año siguiente en la batalla de Muret, combatiendo a los cruzados que Inocencio III había convocado contra los herejes albigenses (Pedro II estaba auxiliando a su cuñado Raimundo IV de Tolosa), Sancho el Fuerte de Navarra sobrevivió veintidós años a la batalla.
La precipitada huida a Jaén de Al-Nasir proporcionó a los cristianos un ingente botín de guerra. De este botín se conserva la bandera o pendón de Las Navas en el Monasterio de Las Huelgas en Burgos, considerada como el mejor tapiz almohade de los que hay actualmente en España.
También la fortaleza de Calatrava la Nueva, cerca de Calzada de Calatrava, fue construida por los Caballeros de la Orden de Calatrava, utilizando prisioneros musulmanes de la batalla de Las Navas de Tolosa, entre 1213 y 1217.
En conclusión, con esta batalla—que después quedó definitivamente consolidada con la del Salado (30-X-1340), (cerca de Tarifa, donde se frenó la invasión de los benimerines) se puso fin a la hegemonía musulmana sobre la Península Ibérica, que entra en su declive definitivo, tomando la Reconquista un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los llamados reinos cristianos, que conquistaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán. En concreto, Jaime I reconquista Valencia y Baleares; el infante Alfonso (X), Murcia; y el Rey de Castilla, Fernando III, pudo poco después reconquistar Jaén, Sevilla y Córdoba.
Después de esta batalla, el rey Sancho el Fuerte se convirtió en el más acaudalado banquero del mundo occidental .Sus fabulosos préstamos se hicieron a base del oro recogido en esta batalla fue un desastre para el mundo musulmán. En recuerdo de su gesta, el rey de Navarra incorporó las cadenas a su escudo de armas, cadenas que posteriormente también se añadieron en el cuartel inferior derecho del escudo de España.
La cantidad de cadáveres (era verano) produjo una epidemia de disentaría que impidió a los cristianos ocupar todo el reino musulmán. Además al año siguiente fue de sequía, hambre y escasez, lo que frenó de alguna manera la Reconquista, como anteriormente hemos señalado.
A partir de ahora se impondría el sistema de obligar a los musulmanes a abandonar las ciudades repartiendo entre los cristianos sus casas, ajuares y propiedades. Desde 1212 los almohades dejaron de ser una fuerza combativa. Los musulmanes de la Península Ibérica nunca más se recuperaron de esta derrota. Esta victoria expandió los territorios cristianos consolidando el avance definitivo de la Reconquista.
Esta batalla estableció también el inicio de la superioridad militar, económica y política de los reinos cristianos iniciándose la decadencia de la civilización árabe en la Península Ibérica.Comenzó el desmembramiento de al-Ándalus en reinos de Taifas, lo que favoreció el avance del empuje cristiano, hasta quedar al último vestigio musulmán el reino de Granada (Granada, Málaga y Almería), gobernado por la dinastía nazarí.
El reino de Granada sobreviviría precariamente hasta que Boabdil “el Chico”, último rey musulmán español, entregó las llaves del reino a los Reyes Católicos y se retiró a África desde Albuñol (Granada) .Era el 2 de febrero de 1492 el proyecto de la Reconquista había concluido.
Buenos dias.
Estoy escribiendo un libro sobre los templarios y me gustaría poner en la portada el cuadro «Batalla de las Navas de Tolosa» por lo que solicito vuestro permiso.
Muchas gracas.
Saludos.
Manuel Rivas