Uno de los lugares más emblemáticos, hermosos y misteriosos de la América hispánica del sur lo constituye este inmenso depósito de agua en cuyas playas se acumula una población mayoritariamente indígena. Sus componentes aún guardan las tradiciones del precolombino imperio inca, en los que se unen en pacífica simbiosis el pasado de una cultura incaica mezclada con algunas tradiciones hispanas.
En el año 2002 buzos de la marina de guerra peruana y expertos en oceanografía de la misma nacionalidad, descubrieron en las profundidades del lago restos de una ciudad perdida, muy posiblemente procedente de un pueblo predecesor al incaico, su ubicación hacía muy difícil proseguir con los descubrimientos. No obstante, los restos encontrados en ella ratifican la hipótesis preincaica de su procedencia.
Ubicado en el árido altiplano andino, o meseta del Collao, una zona compartida por Perú y Bolivia, países a los que en dicho sector geográfico sirve de frontera, este lago navegable se distingue, entre otras circunsncias, por sus grandes dimensiones. Con una superficie aproximada de 8,490 km2 y una profundidad de 280 metros lo hacen de naturaleza peculiar.
La ciudad de Puno, fundada en 1666, es la capital de la comarca, y conserva tradiciones folklóricas procedentes de Perú. con una población actual de 60,000 habitantes permanentes de origen mayoritariamente Aymará. En esa simbiosis histórica antes mencionada sus muestras folklóricas conservan parte del legado artístico-cultural español.
La población vive económica y principalmente del sector primario con dedicación casi exclusiva a la pesca en las aguas del lago que posee una importante diversidad de especies. Aunque una minoría de la población explota la artesanía, y la construcción de canoas de totora, junco marino de la zona, por cuya circunstancia dichas embarcaciones son conocidas como «caballitos de totora». Pese a la altura y la aridez de la tierra el indígena supo domesticar a la “llama” y explotar la plantación de patatas.
Una característica muy peculiar del paisaje es la de que sus aguas contienen 36 islas, de las que, las de Uros, Taquile y Amanti son las más grandes ubicadas en el sector peruano. Gracias a un desarrollado sistema de navegación, en dicha comarca se mantienen en contacto las poblaciones de Perú y Bolivia.
Los meses ideales para efectuar turismo por el lago son los comprendidos entre mayo y octubre. En ellos los días son más largos y soleados con cambios de temperatura más soportables. La temperatura media en esos meses es de 25°C, aunque durante las noches, la temperatura ambiente desciende hasta los 0°C, independientemente de la época del año que se considere.
Una de las formas más fáciles de acceder al lago es por medio de un vuelo a la ciudad de Juliaca, que queda a una hora de la ciudad de Puno. Desde ahí podrá viajar a las islas en diversos medios de transporte náuticos. Otra forma de llegar es por vía terrestre, recorriendo 416 km. desde Cuzco a Puno.
Una de las islas más conocidas, es la isla flotante de los Uros. Esta isla está construida de forma artificial sobre totoras, planta de hojas delgadas y largas que crece en el lago. Este material es también usado en la fabricación de toda la artesanía y los botes con los que sus habitantes salen a pescar. A 4 km. de Puno. Se puede llegar a ella en lancha a motor, pudiéndose tardar desde la ciudad de Puno 20 minutos aproximadamente En esta isla aún se conservan las vestimentas y costumbres festivas características del pueblo inca.
La isla de Taquile, pese a la dificultad de llegar al pueblo por lo empinado de su escalera de acceso, recoge la mayor entrada de visitantes, ya que sus habitantes organizan y administran personalmente todo lo relacionado al turismo de su isla. Una característica importante de sus gentes, y la muestra más hospitalaria del pueblo en general, es la de acoger en sus propias casas a los visitantes, preservando de esta forma sus milenarias costumbres.
En la ciudad viven alrededor de 1.500 habitantes, que hablan sólo el “quechua”, y están agrupados en unas 350 familias, las que siguen estrictamente las costumbres incas, en donde los tres preceptos más importantes del imperio continúan vigentes como ley cuyas normas son” No robes, no seas holgazán y no mientas”.
En esta isla se pueden apreciar ruinas incaicas y sus pobladores, personas muy hospitalarias y alegres, organizan paseos y excursiones especiales a los turistas del lugar y constituye uno de los lugares más idóneos para los investigadores y aficionados a la ufología.
El viaje hacia la isla desde la ciudad de Puno, mediante una de las embarcaciones hechas de “totora”, dura alrededor de tres horas, hasta uno de los puertos de la isla. Una vez en ella, el viajero puede descubrir a pie, siguiendo antiguos senderos incaicos construidos de pequeñas piedras, restos arqueológicos y costumbres ancestrales que el tiempo no ha logrado romper. Dentro de la isla no existen medios de transporte moderno.
La isla Amantani es otro de los lugares donde se conservan las tradiciones del antiguo imperio. Es una de las islas más bellas del lago, ya que su ornamentación y vestigios culturales, invitan al visitante a entenderse con una de las culturas precolombinas más importante de América.. En esta isla se encontrarían los restos arqueológicos de una de las ciudades sagradas del imperio.
En la actualidad, según datos entregados por censo del INEI-Perú de 1993, existirían 300,000 personas que hablan la lengua original Aymará, Jaqaru, de los cuales la mayoría se encuentran en la ciudad de Puno, Monquegua y Tacna.
De acuerdo a la antigua leyenda inca, desde las profundidades del Lago Titicaca emergieron Manco Capac y Mama Occllo, fundadores del imperio precolombino.
Una expedición de expertos, descubrió las ruinas y restos de lo que sería una ciudadela inca escondida en los abismos del lago. A 8 metros de profundidad del lago, los buzos lograron apreciar murallas de piedras perfectamente encajadas unas con otras, muy similares a las encontradas en Machu Pichu. Dentro de la ciudad submarina, también se encontró una plataforma de piedra con figuras cerámicas, que coinciden con los lugares de ofrendas de los sitios sagrados.
La expedición también habría dado con una estructura de forformación rocosa que sobresale del agua con unos 20 metros de diáanchura y hasta tres metros de altura. Sobre ésta, habría aparecido una estatua pétrea en forma de llama, un animal oriundo de los andes, característico de la sierra peruana
Como es lógico en dicho entorno no podía faltar la fantasía popular. Si la imagen de los lagos de amplias dimensiones y profundidad suelen dar origen a fábulas y leyendas como la del lago Ness, no iba a ser menos las aguas del lago Titicaca. Cuenta una vieja leyenda popular:
“…que los hombres vivían felices en su valle, donde las tierras eran extremadamente fértiles. No les faltaba de nada, y el sufrimiento no habitaba sus dominios paradisíacos. Los dioses de las montañas, los Apus, protegían a los humanos y sólo les estaba prohibida una sola cosa: no podían subir a la cima de las montañas, donde ardía el Fuego Sagrado.
Pero el diablo también habitaba por aquellas tierras y le era insoportable ver toda esa felicidad. Por eso incitó una y otra vez a los hombres para que subieran hasta la cima de aquellas montañas. Los Apus sorprendieron a los habitantes escalando la ladera y fue tal su furia que soltaron a los pumas, que devoraron a toda la población, salvo una pareja.
Ante tal carnicería, el Dios Sol, Inti, lloró durante 40 días y 40 noches, formando así el lago Titicaca.
Cuando el sol volvió, la pareja, refugiada en una barca, vió como todos los pumas se habían convertido en formas de piedra“.
Dicha leyenda todavía perdura en las mentes de algunos de los habitantes de ese pueblo ancestral.