ALGUNAS LUNFARDÍAS, por Eduardo Pérsico

FOTO Eduardo Persico

El lunfardo en su origen es un código entre dos para desorientar a un tercero, pero al perder su secreto nos  sirve a veces para decirnos  fraternalmente.     

CHARLY.

                                  … más al gato Fidel  y

                                  otros queridos compadres.

 Perro fiaca que atorra sobre alfombra

y engrupe resguardar mi apartamento.

Que vive sin yugar y morfa en forma,

sin ladridos, ni pulgas ni espamento.

La va de superao el can rasposo

junando el techo desde su catrera.

¿Le dio vuelta el marote alguna cocker

o él se hace el bocho de la vida fiera?

  Vive mejor que yo, qué duda cabe;

él apoliya sin hacer gambeta,

guadaña el morfi sin doblar la esquina

y si me apuran deschavo última clave:

es un fiolo de raza bacaneta

que me afana de amor, como una mina.

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   MAESTRA DE QUINTO.

 

  Mina primera que abrojó mi anhelo,

¿tras cuántos grises quedaron encendidos

tus ojos, faroleando en mi desvelo

de mapas y deberes corregidos?

  Te arrimo el randevú de mi parola,

un sencillo tanguito, cachusiento,

a vos, que me enchufaste en la zabiola

estos truchos palotes de mis versos.

  Porque segunda madre y primer sueño,

dulce maestra de mi quinto grado,

siento aromas de tiza y pizarrón.

  Y en este examen por sentirme dueño

de regresar a pibe, retardado,

hoy te bato mi caliente metejón.

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   LABERINTO CANCHERO.

 

                                      A  Jorge Luis Borges.

        

«El que dice burgués pronuncia Borges»,

tartamudeó el chicato, despacioso,

junando al cielo con cara de pirado

careteando al fingir hacerse el oso.

Los giles daban huevos por ficharlo:

poderlo  franelear, enchabonados

a escracharse con él. El cholulaje

la juega de arrastrón en cualquier lado…

Pero el Yoryi fue un seso de primera,

un pensante entrenao de ponga y meta;

un marote a bastón yirando el mundo.

Que a veces se zarpó, como cualquiera,

y nos dio embole con su manganeta

de viejo sobrador, turro y profundo.

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   LA FLACA

(In memorian sin soneto ni sanata)

La jugaba de Freud y Tallaferro,

también de Marx y Catulín Castillo.

Tenía miga en el bocho la sofaifa

chamuyando balurdos que dan brillo.

De mufas, yo que sé, una ponchada…

Sabía el antes, el después y el que sé cuánto.

/Reciclaba fangotes de mi abuela

pa’ batir mi porqué del desencanto/

Si andaba shome, con orsai del cuore

y embroyao de recuerdo el cablerío,

se acodaba a mi estaño, madrugada,

a escabiarnos una lágrima de olvido.

Lástima el punto que traía de arrastre,

un pinta casoriao, de verso y calma,

que le hizo el curro chambón del amorío

y le rompió hasta el himen de su alma.

Era pinga la flaca, era muy pierna;

casi fue dueña de mi lado izquierdo,

ternura inolvidable de amueblada…

De no haber sido por su chamuyeta

que cinchaba a Lenín con Pirandello,

no la habría tumbado la pesada.

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PUNTO FINAL.

Se afeitó como pudo, era la hora.

Armó el bagayo y se quedó esperando.

La parca le batió “venga la llave,

se  acabó tu pensión. Vamos andando”.

Y olvidao ya sin cielo ni angelitos

 escurre que en La Nada no hay fandango:

reventó con tres millones en el bolso

y no hay dios que le dé bola, ni coimeando

 

 

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