Zorita de los Canes se halla en la ladera occidental de un escarpado cuyas faldas lame el río Tajo, en la comarca de la Alcarria., al sur de la provincia de Guadalajara. En la cima del cerro se conservan los restos de un castillo, muy deteriorados por el paso de los años y el tipo de roca pobre sobre el que se asienta, pero no tanto como para no mostrar a nuestros ojos parte del esplendor que debió tener en el pasado.
El origen del castillo es musulmán, de comienzos del siglo IX, en tiempos del emir Mohamed I. Al parecer la vecina ciudad visigoda de Recópolis, fundada en el año en al año 578 por Leovigildo, tuvo una existencia efímera y fue ocupada por bereberes tras la conquista árabe de la Península Ibérica, a comienzos del siglo VIII. Estos bereberes se levantarán en varias ocasiones contra el poder del emir de Córdoba, por lo que buscaron un lugar de más fácil defensa y de menores dimensiones que las de la antigua ciudad visigoda, para lo eligieron el peñón junto al río aprovechando, eso sí, las piedras trabajadas de la ciudad goda. Así se dice en la crónica de al-Razi: Çorita es muy fuerte cibdat e muy alta e fizieronla de las piedras de Racupel, que las ay muy buenas. Omar Ben, Hafs y su hijo Calib Ben Hafsum con sede en Zorita, se rebelaron en varias ocasiones desde 886 contra la autoridad cordobesa y aun en 926 los Banu-Dil-Nun lo harían contra Abderramán III.
Zorita pertenecía a la Cora o distrito de Santavería o Santabariya nombre que dieron los musulmanes (transcripción de Celtiberia) a una región con centro en el castro de Santaver que se corresponde con la ciudad romana de Ercávica. Estaba dentro de la Marca Media que en el siglo XI formó parte de la Taifa de Toledo. En el año 1080 el rey de la Taifa de Zaragoza tomó la provincia de Santavería pero ésta, con Zorita, pasará poco después a manos de Alfonso VI en virtud del acuerdo tomado con al-Qádir rey de Toledo (conocido como Dote de Zaida), junto con toda la Marca Media. En 1097 consta como gobernador de Zorita y las fortalezas fronterizas del valle del Tajo y Guadiela, el famoso Alvar Fáñez, sobrino del Cid. Pronto perdería Cuenca a favor de los almorávides y durante unos años Zorita también. Alfonso VII la recuperará de nuevo en 1124 e intentará repoblar la zona con mozárabes aragoneses. Poco después entrega Zorita a la familia de los Castro, quienes se hicieron señores feudales no queriendo devolverla a la corona. Tendrá que ser el joven Alfonso VIII en 1169 quien recupere la plaza, apoyado por los Laras y los ejércitos concejiles de Alcalá, Guadalajara, Atienza, Toledo, Soria, Avila más el apoyo de los caballeros calatravos. A pesar de todo, no pudieron tomarla por la armas (nunca en su historia sería tomado el castillo por las armas), habiendo de recurrir a la traición para dar muerte al alcalde y obtener la rendición del castillo.
Al año siguiente la fortaleza fue ofrecida en arras por Alfonso a su mujer Leonor de Inglaterra. Cuatro años más tarde Zorita sería entregada junto con otras villas y tierras cercanas a la Orden de Calatrava, siendo entonces maestre de dicha orden Martín Pérez de Siones, el cual la convirtió en cabeza de una Encomienda, dotando al castillo de tropas, armas y caballeros. Desde entonces fue un firme bastión contra las nuevas oleadas y razias de los Almohades. El 8 de abril de 1180 este mismo rey otorgó fuero a Zorita para favorecer la repoblación de la comarca, auspiciando el establecimiento de árabes y judíos que dispusieron de sendos barrios en la ciudad. Despejado el peligro musulmán a finales del siglo XII, el castillo pasó a ser sede de la Orden cuando ésta perdió Calatrava la Vieja en la Batalla de Alarcos (1195). A partir de 1212 tras la victoria en las Navas de Tolosa, se convirtió en Encomienda Mayor con un gran alfoz.
Zorita en fue en aquellos tiempo uno de los tres pasos por los que debían pasar las mercancías el río Tajo, junto con Alharilla y el mismo Toledo, obteniendo de los impuestos de pontazgo grandes beneficios. Los calatravos realizaron profundas reformas y nuevas obras que engrandecieron la fortaleza en los siglos siguientes, entre ellas la erección de la iglesia de San Benito, aún en pie, haciendo de Zorita el castillo más importante de la Alcarria. Será protagonista en numerosas revueltas y luchas civiles entre los calatravos, tomando entonces la villa el apodo de los “Canes”, como refleja el Marqués de Santillana diciendo que era refrán dicho al calor del fuego que: Los perros de Zorita, pocos é mal avenidos”, o copia Blasco de Garay en el refranero: “Los perros de Zorita, que cuando no tienen con quién, unos á otros se muerden”.
La Orden de Calatrava pasó a la Corona en 1488 y en 1565 la villa de Zorita fue adquirida a Felipe II por Don Ruy Gómez de Silva, duque de Pastrana y marido de la princesa de Éboli. Ellos realizaron nuevas obras para hacer habitable la fortaleza. Estuvo en posesión de sus descendientes hasta que en 1732 fuera vendida a Juan Antonio Pérez de la Torre y, finalmente en 1994, tras desprenderse sobre las casas del pueblo un gran bloque de piedra, fue adquirido por el ayuntamiento de Zorita por el simbólico precio de 1 peseta.
La fortaleza.
La fortaleza de Zorita de los Canes es un edificio de planta con tendencia rectangular que se adecúa a la forma de la cima del cerro en el que se levanta. Hoy aparecen a nuestros ojos diversos bastiones semiderruidos de diferentes épocas que hacen difícil su compresión, en donde alternan fragmentos islámicos reconocibles por su aparejo a base de tizones y algunos tapiales, con los cristianos de los siglos XIII al XV. Se acometieron obras de restauración en 1973 y de mucha mayor envergadura desde 2006.
En la parte norte encontramos un foso (una cava hecha de peña picada que tendrá de hondo como dos estados… Rel. Felipe II) y una barrera que deja un trozo del cerro sin defender, en donde se situaba la aljama judía. El acceso principal estaba al este por un camino que zigzagueaba por la ladera del cerro y en donde existió una barbacana que está hoy ya muy destruida. Dejando los muros a nuestra izquierda, el camino pasa por una puerta abierta sobre una la torre albarrana, que constituye una de las piezas más notables y mejor conservadas del castillo. Todavía puede leerse en ella una inscripción que dice: «El Maestre D. Rodrigo…. comenzó esta labor, era de mil y trescientos y treinta y quatro años”. Hubo otras puertas, según consta en las descripciones de la fortaleza hechas en tiempos de Felipe II, ya entonces derruidas. La torre albarrana se encuentra en la esquina oriental del frente norte o entrada principal. Allí se abre el foso y una barrera rematada con una torre cuadrada que hacía las veces de Torre del Homenaje, y que se levanta sobre la torre albarrana. Al exterior del recinto se encontraba la aljama judía. Antiguamente se entraba a la fortaleza a través de una puerta abierta en la muralla y un puente levadizo de madera para salvar el foso (ay una puerta que se dice la puente levadiza, para salir fuera de las cabas de la fortaleza, y para defensa de la dicha puerta está un cubo de cal, y de canto, con dos guarniciones á cada cabo una. Rel. Felipe II), todo ello ya desparecido.
Al interior del recinto hoy ya no se distinguen las distintas estancias alrededor del patio de armas, y tendremos que buscar las bocas del pozo (..y en la fortaleza ay un pozo que es manantial, y el dicho pozo, tiene sesenta estados de hondo… Rel. Felipe II), y el aljibe bien señalizados. Si volvemos la vista podremos ver un gran lienzo de tapial. En nuestro camino nos encontraremos con estancias semiexcavadas en el suelo, una de ellas es la llamada Sala de la Omega, de planta circular con bóveda nervada de yeso y banco corrido a lo largo de las paredes. Se encuentra justo en el centro del espacio de la fortaleza. Se desconoce su funcionalidad.
La construcción mejor conservada en el interior de la fortaleza es la iglesia románica de San Benito, de principios del siglo XIII, cuya portada se derrumbó en 1942. Es un edifico de una sola nave y ábside nervado semicircular, del que arranca una torre hoy semiderruida. En su día fue sede del Priorato de Zorita. Bajo el suelo, y excavada en la roca, se abre una pequeña cripta en cuyo interior se halla un capitel corintio procedente de Recópolis, utilizado como pila bautismal. En dicha cripta cuenta una leyenda que se halló la Virgen de la Soterraña, imagen milagrosa que se conserva hoy en el museo de la Colegiata de Pastrana.
Al sur de la iglesia estaba el Corral de los Condes llamado así por ser el lugar en donde se enterraban nobles y caballeros. A través de una abertura y bajando unas escaleras se accede a una sala circular llamada Sala del Moro. Está cubierta por una bóveda de sillería en cuya clave se puede ver la figura de un mono (felino dicen otros). Por un pasadizo podemos llegar a la Torre del espolón, que es la construcción más moderna del castillo con forma de proa, adaptada a las necesidades defensivas de fines del siglo XV.
En las Relaciones de Felipe II se habla de otras torres cuyos restos el visitante puede intentar descubrir: y en la dicha fortaleza hay … siete torres, y en el contorno de la dicha fortaleza la una se llama la Torre del gallo, la otra la torre de la Judería, y la otra la torre de Belmet, la otra la torre de los Vizcainos, y entre estas ay otras dos torres pequeñas que no se sabe cómo se llaman, y ay otra torre que se dice la Torre del omenage, y otra la de las armas,..
La fortaleza tiene otra entrada al oeste que comunica con el pueblo y que es por donde casi todos los visitantes acceden al castillo hoy en día. Se trata de una puerta estrecha en donde se condensa la historia de la fortaleza, pues tras un arco ojival perteneciente a la entrada de la última época, se esconde otro de herradura, islámico, recientemente restaurado, con dovelas de piedra que no han respetado el peralte original. Por un pasillo se baja a la villa y a través de la calle Real se llega a la iglesia parroquial de San Juan Bautista, del siglo XIII.
Una cerca ya derruida en su mayor parte, partía desde la proa del castillo y envolvía la villa. Aún se pueden adivinar algunos de los torreones de refuerzo. El lienzo mejor conservado es el de la puerta de la villa que se abre entre dos torres cuadradas. La cerca está bien conservada desde la puerta hacia el norte y, aunque luego se pierde, no es difícil seguir sus rastros por el contorno del arroyo Badujo hasta llegar de nuevo a la altura de la torre albarrana.