Al invitame la Alianza Hispanica de Greensboro a celebrar el Dia del descurbimiento de Amerca, traigo a la celebración mi pluma andalucista, comenzando por la mención de las carabelas de conquista. Y la primera es “La Niña”, poetizada en mi viejo soneto de “La carabela conquistasda”:
La conquista de América termina?
Su tierra virgen se entreabrió en corola.
Quedó la tierra; más la virgen sola
se unió al conquistador de cumbre andina.
De aquella unión bizarra y colombina
surgió el Colón del Ande que tremola
para hacer la conquista a la española:
cara al mar un velero se avecina.
Hizo mi corazón, barco en reversa,
la conquista de América a la inversa,
y al conquistar… de España se encariña.
Así una tarde cuando alzaron velas
frente al mar otra vez las carabelas,
le había robado al español, «la niña»…
«La Niña», concebida dentro del terreno del mar histórico, partió, como se sabe, de Palos de Moguer, puerto andaluz, y se me ocurre imaginar, que más tarde, con aquesta carabela de conquista cordial, se formó el primer puente flotante de una floreciente hispanidad, conquistadora y conquistada de América.
Conquista fácil, a lo andaluz, porqque los andaluces conquistaron a América con claveles a diferencia de los que la conquistaron con la espada De todas maneras, habrá que darle a “La Niña’ el papel simbólico de haber sido la cuna depositaria del primer viso de la cordialidad del Nuevo Mundo. Ella representa, como niña imperial, la naciente cultura conquistadora y conquistada dentro del nuevo espíritu criollo novomundano. La Niña enseña a balbucear el español de Antonio de Nebrija en su inicio caminero, sustituyendo, desde entonces, las zetas de la zarzamora, que nunca pudieron pronunciar lps morunos, por las eses de sabor dulce de los andaluces, que a veces se las comen, pero que terminan imponiéndose en el imperio de la lengua española de ultramar.. !Oh“La niña”!, !Oh las niñas suramericanas!, !Cuántas niñas criollas o mestizas arriban como imigrantes a la España bañada de sol andaluz!
“La Pinta”, acaso con pinta agitanada o moruna, es otra carabela que se proyectó allende los mares, difundiéndose en el paisaje cromático, o en el paisaje mestizo de la América colombina. “La Pinta” refleja lo pintorezco andaluz, donosamente asimilado al cúmulo de rasgos y gracejos del cromatismo tropical, cósmico, somático y anímico. Fue otrosí, “La Pinta”, una simbólica carabela picaresca, cargada de gracia y de buen humor, habiéndose creado con ella en el ambiente colombiano, el humorismo apicarado, rayano a veces, de humorosidad festiva..
Otra fase de “La Pinta” sería la de los “pintejas” en la picaresca de El Buscón quevedesco, cuyo protagonista clave se hubo de colar con los andaluces y castellanos en las aguas emigradas de la aventura, para aparecer en El Carnero, primera obra de relatos picarescos y novelescos de La Nueva Granada virreinal. Tuvo La Pinta esa gracia genial de poner a dialogar a todos los “pintas” y “pintejas” del realismo español y de la realidad novomundana, sin excluir al Don Juan Tenorio, sevillano, convertido alli en un picaflor tropical.
“La Santa María” es la tercera carabela que se quedó anclada simbólicmente, en forma de ciudad, en la costa atlántica de Colombia. Allí tomo el nombre de Santa María La Antigua del Darien. Ella fue testigo de la odisea fluvial del conquistador Jiménez de Quesada quien, venciendo como un coloso, las selvas del enmaranñado rio Magdalena, llegó a escalar el altiplano andino para fundar a Santa Fé, sede del Nuevo Reino de Granada. Santa Fé comn la ciudad granadina de Espana, son nombres de reminiscencia andaluza, eslabones aún, no perdidos, de una vieja y nueva hispanidad . .\
El anclaje histórico espiritual que hay entre Colombia y Andalucía, lo es tambien en el campo religioso. Y he aqui otra vez la Santa María convertida en transportadora del amor a María, la concebida sin mácula que canta en versos el poeta sevillano Miguel Cid. Su hijo, Jacinto Cid, tambien sevillano vivió, se casó y dejó el espíritu andaluz en Cartagena de Indias . Coincidencia histórica, digna de anotarse fue que incluso los enconados antagonismos en pro y contra de María Inmaculada ocurrieron simultaneamente en 1615 tanto en Sevilla como en Cartagena de Indias. Aquí se defendió por influencia del eco batallador mariano de los sevillanos, a la Virgen Inmaculada La Santa María.
Saltando del mas de las carabelas, al terreno del andalucismo en Colombia.se puede decir que lo andaluz, en su profundo sentir musical, no sólo estuvo asimilado al espíritu colombiano, por medio de sus pasodobles taurinos de un ”Ay Manizales del Alma!”, sino también con ese cante jondo alusivo a Colombia de las coplas “Colombianas” andaluzas. Recuerdese al “cantaor” gitano en su expresion flamenca:
“Vente conmigo a Colombia,
paloma del alma mía,
donde tengo yo un ingenio
pa’ vivir toda la vida
donde yo quiero quererte
y adorarte noche y día.
Cuando te veo entre flores,
asomada a tu ventana,
son tan lindos, tus colores
y es tan bonita tu cara,
que despiertas mis amores,
y te quiero, mas que nunca, colombiana.”
Lo andaluz con ese otro cante de saeta profunda y con ese ritualismo de nazarenos solemnes, con toda su liturgia ostentosa, traducida en fervorosa demostración de amor a lo divino, es síntesis, de toda su tradicional andalucista. Sus imaginerías, sus cofradías, carrozas rocieras, sus acuarelas, sus jaranas, sus manoletes y sus mujeres morenas, contribuyeron a crear las más tradicionales gamas de afinidad con el ambiente colombiano, perdurado en las gloriosas ferias de Popayán, Manizales, Cali y Medellín. La Semana Santa en Popayán al estilo de la sevillana, los patios orientales al estilo de los andaluces, la reprodución de sus ferias y famosas corridas taurinas, demarcan la acuarela del andalucismo, como expresión popular de fervor, de júbilo y policromía. La ciudad de Manizales cantada por el poeta sevillano, Manuel Martinez Carrasco, se ha hecho acreedora al titulo de la Sevilla colombiana, por su famosa Feria de jolgorio internacional. Sevilla, Málaga, Córdoba, Andalucia del Valle del Cauca, son cuatro nombres entre otros que se relievan en el mapa del andalucismo colombiano y los acentos de los andaluces se han impuesto a lo largo de sus costas con sus variados ecos que pueblan nuestra fabla costera a lo larga de sus zonas comarcales..
No lejos de la Andalucía colombiana, esta Cali, por cuyas avenidas se pasea rítmicamente a sus aires, la gracia andaluza de sus palmeras femeninas. La torre mudéjar de Cali, contribuye a campanear la leyenda de que por alli hubo un artista de la Andalucia árabe enamorado quizás de una sultana criolla. Se piensa que por eso se le denominó a Cali “La Sultana del Valle del Cauca”. Y es en el “Paraíso” de esta ciudad donde se demarca dentro del más fino romanticismo ficcional la bella silueta hebrea y criolla de la “María” de Jorge Isaac, novelista y poeta, de ascendencia, posiblmte, de la judería cordobesa o sevillana..
La cuarta carabela simbólica que aún no hemos mencionado fue la que capitaneó ese «pescador de perlas», soldado sevillano, poeta y cura llamado Juan de Castellanos. Cantor en versificación prolífica de las conquistas del Nuevo Mundo, se descubre en sus páginas épicas el señorío arrogante de la famosa caudillesa india, que él llamó la Gaitana, por su parecido a una gitana, con el tronío de su Sevilla natal. Habiendo sentado reales en Santa Fe de Bogotá, al lado del docto Jiménez de Quesada, con este conquistador humanista, fundó quel sevillano la primera tertulia hispanoamericana, allí en el altiplano y Tunja donde se fogueaban tópicos renacentistas entrecruzados con el tradicional romance. Coincidencialmente, otro sevillano de nuestra época, Rafael Montesinos, fue co-fundador de la hasta hoy actunate. “Tertulia Hispanoamericana” en Madrid, en asocio de dos colombianos andalucistas: Rafael Gutiérrez Girardot, autor de un libro crítico sobre el poeta andaluz Antonio Machado y Eduardo Cote Lamus, bardo que creció líricamente a la sombra de Vicente Aleixandre, el gran Nobel andaluz del surrealismo hispánico.
Colombia, república de Presidentes poetas, mucho le debe al gran surtidor difusivo de la lírica andaluza desde sus primeros destellos. Si ciertos lampos renacentistas se filtraron a través de Juan de Castellanos, el arte barroco abrió su arco triunfal con la Influencia del gran paradigma de la poesía sevillana: Don Luis de Góngora. Con el barroco, se fundó en el Nuevo Mundo, incluyendo a Colombia, todo un imperio artístico. La iglesia de San Francisco, de Bogotá, continúa siendo hoy el palacio del arte barroco colombiano. Palacio que, en poesía, tuvo un príncipe heredero de la maestría de Don Luis Góngora, representado en Hernando Domínguez Camargo, el primer gran poeta colombiano. Alúdase posteriormente a un neoclasicismo tardío, en que el poeta humanista Don Miguel Antonio Caro, evocando a la Sevilla romana, traduce al latín el conocido poema de Don Rodrigo Caro «A las ruinas itálicas». Y ya en la época romántica y en los inicios del modernismo preciosista, manifiéstase copiosamente la influencia del sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. Cítese al espigador de Bécquer, en sus primeros contactos con la poesía, Don José Asunción Silva, el autor del famoso Nocturno exaltado por Unamuno. Aquel Nocturno de plenilunio, de luciérnagas fantásticas, de perfumes y música de alas. Aquel Nocturno blanco, plateado y alucinante, pudo haber adelantado sus metales preciosistas para el Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez, que en el intercambio de papeles iluminó la poesía colombiana con el movimiento piedraclelista. Fue ciertamente de Piedra y Cielo, libro del Nobel andaluz, del que se origino el nombre de Pedracielismo bajo cuyo signo se inspiraron los más famosos poetas colombianos de los años 50, como Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Arturo Camacho Ramírez, Carlos Martín, etc. sin excluir a uno de los más andalucistas: Darío Samper. Concretamente lo andaluz lorquiano se manifestó en una eclosión de influencias melódicamente romanceadas como la que está antologada en la obra de Vicente Silva Pérez: Lorca bajo los cielos de Nueva Granada.
Desde mi ángulo personal, permítaseme que apostille mi modesta contribución andalu-cista por haber escrito “Noches de Granada“, poema incluido en mi libro de juventud, Canción entre Roca y Nube prologado en verso por el insigne poeta gaditano José María Peman. Hay que destacar, para concluir, que el gran lírico del andalucismo culminante es el poeta piedracielista Eduardo Carranza. Enamorado de Andalucía, su libro El Olvidado y la Alhambra. es de clara inspiración arábico-andaluza. Libro árabe, lo llama Dámaso Alonso, porque tiene, según él, «la melancolía de las grandes casidas apasionadas», Granada le inspira y vive sus aires poéticos y su leyenda, para evocar con esplendor lo que fue su Alhambra fantástica:
“Fue cuando el alma apareció en columnas.
Fue cuando el aire se agrupó en ventanas
y la luz en techumbre que sostienen muros de amor».