Queda escrito que Gonzalo de Berceo nace, a finales del siglo XII, en el pueblo del que toma su apellido denominado, Berceo, aledaño a la abadía de San Millán de la Cogolla, donde se ordena sacerdote.
Poco se sabe de su vida pero sí se conoce de sus obras, cuyo tema casi siempre versa sobre la Virgen, sobre la misa y la vida de algunos santos: Santo Domingo de Silos, San Millán, San Lorenzo, Santa Oria virgen, Santa Auria virgen, y a los que hay que añadir su famoso poema de Alejandro Magno, el de los Loores de Nuestra Señora, el de los Milagros de Nuestra Señora, el Duelo de la Virgen María…
Generalmente es considerado como un poeta ingenuo, pero no sin falto de erudición, aunque sencillo, de gran inspiración. A su firmeza de creatividad poética, hay que añadir también la de traductor. Estudiosos aseguran que su obra es un fresco de grandes proporciones, con un toque rústico y de extraordinario candor. Casi toda su forma está encuadrada en la cuaderna vía, como de los poetas eruditos de la época, o sea, estrofa de cuatro versos alejandrinos, pero cargados de una religiosidad humana que los hace mantenerse vivos a través de la historia.
Como ejemplo, bástenos uno de sus poemas más conocidos del que conservamos buena parte del expresivo modo en el escribir de entonces, pero creemos que comprensible al entendimiento actual.
EL LABRADOR AVARO
Era en una tierra un omne labrador
que usava la reja más que otra lavor;
más amava la tierra que non al Crïador,
era de muchas guisas omne revolvedor.
Fazié una nemiga, suziela por verdat,
cambiava los mojones por ganar eredat,
façié a todas guisas tuerto e falsedat,
avié mal testimonio entre su vecindat.
Querié, pero que malo, bien a Sancta María,
udié los sus miráculos, dávalis acogía;
saludávala siempre, diciéli cada día:
«Ave gratïa plena que parist a Messía.»
Finó el rastrapaja de tierra bien cargado,
en soga de dïablos fue luego cativado,
rastrávanlo por tienllas, de cozes bien sovado,
pechávanli a duplo el pan que dio mudado.
Doliéronse los ángeles d’esta alma mesquina,
por quanto la levavan dïablos en rapina;
quisieron acorrelli, ganarla por vecina,
mas pora fer tal pasta menguavalis farina.
Si lis dizién los ángeles de bien una razón,
ciento dicién los otros, malas que buenas non;
los malos a los bonos teniénlos en rencón,
la alma por peccados non issié de presón.
Levantóse un ángel, disso: «Yo so testigo,
verdat es, non mentira esto que yo vos digo:
el cuerpo, el que trasco esta alma consigo,
fue de Sancta María vassallo e amigo.
Siempre la ementava a yantar e a cena,
diciéli tres palabras: ‘Ave gratïa plena’
la boca por qui essié tan sancta cantilena
non merecié yazer en tan mala cadena.»
Luego que esti nomne de la Sancta Reína
udieron los dïablos cogieron’s de ý aína;
derramáronse todos como una neblina,
desampararon todos a la alma mesquina.
Vidiéronla los ángeles seer desemparada,
de piedes e de manos con sogas bien atada;
sedié como oveja que yaze ensarzada,
fueron e adussiéronla pora la su majada.
Nomne tan adonado e de vertut atanta,
que a los enemigos seguda e espanta,
non nos deve doler nin lengua nin garganta
que non digamos todos: «Salve Regina Sancta.»