LA POESÍA DE ANA PÉREZ CAÑAMARES

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Ana Pérez Cañamares nació en Santa Cruz de Tenerife . Es licenciada en Filología por la Universidad Complutense de Madrid.

Varios de sus cuentos han sido publicados en obras colectivas como Por favor, sea breve: antología de relatos hiperbreves y Lavapiés. Ha ganado premios de poesía y relatos (fue finalista del premio La Sonrisa Vertical, dentro del colectivo Cori Ambó), y colabora asiduamente en revistas literarias, para las que escribe cuentos, artículos y reseñas.

En la actualidad imparte, a través de internet, un taller de iniciación a la escritura.

Premios de Poesía de Radio Juventud, Gloria Fuertes y Pluma de Oro. Cursos de análisis y crítica cinematográfica (Film: an introductory course) en el Birbeck College, University of London. Profesora de talleres literarios (presénciales y a distancia). Redactora de materiales de enseñanza de literatura y correctora de estilo.

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POEMAS

 

EL CONTRATO

A todo me he entregado

como si fuera a durar.

Con cada persona

cada casa

cada ciudad

firmé un contrato

escrito sobre la piel.

Para decir adiós

he tenido que arrancarme

las cláusulas

a tiras.

Así ha sido

una y otra vez.

Con cada persona

cada casa

cada ciudad.

La letra pequeña

se esconde ya

entre cicatrices.

GENERACIONES

Antes de morir, mi madre dijo mamá, ven

mientras me miraba sin verme;

yo dije mamá, quédate

abrazando su cuerpo diminuto

envuelto en pañales y olor a talco;

mi hija dijo mamá, no llores

y me acarició la cabeza consolándome.

Cuando mama murió, durante unos segundos

no tuvimos muy claros los lazos  que nos unían

no supimos quién se había ido

y quién se había quedado

ni en qué momento de nuestras vidas

estábamos viviendo

o muriendo.

VEINTE DE NOVIEMBRE

Te fuiste a morir en la misma fecha

que aquel que te había jodido la vida;

nada personal por su parte:

te la jodió a ti como a tantos otros.

En el momento me pareció una coincidencia

con más mala leche que otra cosa:

una ironía fúnebre

una carcajada de la calavera.

Pero luego pensé que tú reirías la última

que noviembre sería el mes de las madres

que guardan la ternura y la dignidad

en un cofre rodeado de pinos y regatos;

no el mes de los que se van entre tubos

ajenos a la muerte como estuvieron ajenos a la vida

y que yacen incorruptos admirando

la solidez del mármol.

Una última cosa, madre:

sé por ti que hay ideas que atentan contra el corazón.

Dicho de otro modo:

tener corazón no permite tener ciertas ideas.

Y ninguna otra vida

ninguna otra muerte

me convencerá de lo contrario.

A tu página en blanco, hija,

no supe mirarla

como quien ve un amanecer:

quieto, curioso, expectante

resignado a no intervenir

a dejar los días y los ríos

seguir su curso

sin interpretarlos.

Llené tus silencios

de sentido y palabras.

Utilicé tu boceto

para terminar mi propio cuadro.

A ti te dejé las esquinas.

Esta impresión mía

de equivocarme

esta culpa con la que te peino

te levanto

te lavo la cara

es el último y mayor

de mis vicios.

Sin los vicios viejos

ya no se mueven los engranajes.

Entre cigarro y cigarro

acostumbro a torturarme.

Y sólo hablo de mí, ¿lo ves?

Hoy tu bloc de dibujo

lo llevas escondido

entre la camiseta

y tu cuerpo que crece

oculto a mi mirada.

Tu cuerpo:

una flor que no sabe

si ocupa el lugar exacto

para el jardinero maniático.

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A LA MUERTE DE MAMÁ

Llamabas al gato de la foto

y todos nos echábamos a temblar

como si la locura fuese un sarpullido

que nos quemara la piel del corazón.

Al principio luchábamos con ella:

te negamos los cuadros animados

te lavamos con lejía los recuerdos falsos

echamos a la calle

a los fantasmas venidos a visitarte desde el pueblo.

Pero el gato de la foto

el caballo bautizado sobre tu mesilla

el pobre de Murillo al que le ofrecías pan

todos eran más fuertes que cualquier prospecto

que la receta más juiciosa.

Nos rendimos a tu nueva realidad

como a una fiesta en la casa de al lado

porque allí no mandábamos ya

ni hijos ni médicos ni plazos.

Todo derogado por la enfermedad de la alegría

esa a la que fuiste inmune

cuando eras más joven y estabas sana

y destilabas un perfume de tristeza

que nos acompañaba cada mañana al colegio.

Aunque de algún modo siempre supimos

que otra mujer despeinada y coqueta

vivía a un centímetro bajo tu piel.

Mientras tuviste fuerzas allí se mantuvo

hasta que al final la descorchaste

y ella salió espumosa, rubia

desvergonzada como sólo puede serlo

una anciana rebosante de inocencia.

Y rendidos nos dejasteis, tú y ella,

pequeños en la distancia

atareados con tus pañales ocres

con las inyecciones rojas de la desmemoria.

Mientras tú cada vez más libre

tomabas lo mejor de cada uno

y nos amasabas como muñecos de hierba y barro

dándonos a luz con el mismo rostro de la primera vez.

Nos dejaste dormir siestas a tu lado

volver a tu madriguera

lamerte las llagas que te florecían

en el cuerpo arrasado.

Cada vez más santa

tú misma abriste la puerta de salida.

Nos quitaste el miedo

en un aletear de pecho.

Acallaste las palabras erigidas sobre columnas;

nos besaste en la frente

con el amor bordado en las mejillas.

Nos pediste permiso para irte

porque sólo lo invisible podía abrazar tu cuerpo

sin hacerte daño.

Antes de llevarte, la muerte nos dio un abrazo.

Ya no verá el sol, dijo,

ni la lluvia ni las amapolas de junio.

Será ella la que llueva cada otoño

la que amanezca.

El jazmín que os asaltará como un dulce ladrón

en las esquinas.

MI HIJA, DESPUÉS DE MÍ

Cocinaré para ti un pastel dorado.

Un pastel que dejaré guardado en el armario

para que te espere cada mañana

entre las cajas de zapatos.

Amoroso espía de tus elecciones y descartes

de tu perfil ondulante

que entra y sale del espejo

en un mundo de telas y colores

previo al café y a las palabras.

Un pastel redondo al que cortaré un pedazo

para que te recuerde

que la sonrisa es una grieta

el abrazo un dique que se desborda

y el amor nace siempre, como Dios,

de un malentendido.

Ana Pérez Cañamares, Alfabeto de cicatrices, Cubierta

GENERACIONES

Antes de morir, mi madre dijo mamá, ven

mientras me miraba sin verme;

yo dije mamá, quédate

abrazando su cuerpo diminuto

envuelto en pañales y olor a talco;

mi hija dijo mamá, no llores

y me acarició la cabeza consolándome.

Cuando mama murió, durante unos segundos

no tuvimos muy claros los lazos  que nos unían

no supimos quién se había ido

y quién se había quedado

ni en qué momento de nuestras vidas

estábamos viviendo

o muriendo.

 

LA VELOCIDAD DEL AMOR

El tiempo del amor

es igual al tiempo de las plantas.

Germino entre tus brazos lentamente

aunque por fuera

parezca bailar al son de los semáforos.

SI DIJERA

Si dijera que nunca quise a nadie así

sería terriblemente injusta con el pasado y sus pobladores.

Si lo dijera sería de una precisión

cruel, innecesaria.

Pero lo digo: nunca quise a nadie así

porque ser honesta está en mi temperamento

porque añoro la linealidad de las fórmulas

los índices de los libros de instrucciones.

Porque sé que te gusta

que resurja del lodo de las dudas

y juegue a ser diosa

que ha bajado del cielo a follarse a un humano

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OCTUBRE EN AGOSTO

A las 10 de la mañana el día

es una cama de sábanas blancas

estiradas, frescas

un mar de algodón

condecorado por un rayo de sol

que le cruza el pecho.

Es agosto pero octubre se ha equivocado.

Impaciente, nos ha hecho una visita

sacudiendo las cortinas

aguando la luz

haciendo que añore el peso del edredón

enredo de piernas

y besos de pies fríos

haciendo que te eche de menos

aunque estés aquí a mi lado

moreno de anteayer

desnudo de calendario

sudoroso del esfuerzo

por quererme desde las 10 de la mañana,

un frío día de agosto.

HOMBRE

El deseo mientras miro tu barba que se cierra

creciendo loca como un descampado en primavera.

Mientras recorro el ángulo de tu mandíbula

la ladera aguda de tu nariz

tu cuello leñoso.

Muerdo en ti la palabra hombre

y un círculo se completa.

Me inunda la boca un sabor viejo

el sabor del líquido amniótico

antes de que mi sexo se definiera

y me mostrara la mitad

de todo lo que no fui.

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BUCEANDO DE TU MANO

Sobre mí, vadeándome, eres blanco y fuerte

compacto como una estatua lanzada al mar.

Yo soy el fondo que te recibe

el limo en el que te hundes amansado, convaleciente.

Sólo después, cuando regresamos a la superficie,

descubro que la luz era más intensa allí abajo.

Sólo después, cuando el mareo pasa

y recordamos que tenemos pies, voz, rostro

cuando traicionamos nuestra nostalgia de sirenas

me doy cuenta de mi poder:

he sobrevivido a tu peso

y al viento que a tiras me arrancó

la costumbre de quererte.

EL AMOR, A VECES

El amor es a veces

a media tarde de un día que nos ha visto madrugar

que nos ha visto inmolarnos en aras de una nómina

a final de mes

el amor es a veces

este secuestro

un cansancio triste y apagado que me toma por rehén

un esperar que me liberes

sin haberte mandado una señal

sin que nadie haya puesto precio a mi rescate

sin que el zulo haya tomado rostro de agujero

sino la limpia y anodina cara de nuestro cuarto.

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