«Poetas sin fronteras», esta mi antología, editada por la editorial Verbum, de Madrid, reune a poetas hispánicos de Estados Unidos, Canadá y otros países. Su núcleo, con algunas excepciones, corresponde al desplazamiento político o lírico de las plumas errantes en busca de libres expresiones del arte poético.. La primera pluma errante por los países hispánicos fue Rubén Darío, quien, sentó reales en Madrid, para publicar en 1905 sus Cantos de Vida v Esperanza, libro que abre las rutas a una vigorosa poesía hispánica y novomundana bajo aleteantes cóndores andinos. Recuérdese que este “libertador literario“, como lo llamó Borges, desde muy joven cruzó las fronteras de su país, Nicaragua, para desplazarse a Chile, donde escribió Azul, y luego vivió transitoriamente en Buenos Aires, en París, en Madrid y en la gran metrópoli norteamericana, Nueva York. Fue un poeta itinerante, cuya tendencia novomundana lo lleva desde el Momtombo de su Nicaragua nativa, a las pampas argentinas, trascendiendo las fronteras con su «canto errante», siempre «sonriente y meditabundo” por su mundo hispánico y el de su ecumenia lírica. Con Rubén Darío se hace necesario destacar también la gigante voz de José Martí, quien fue, al igual que el gran poeta José María Heredia, uno de los primeros poetas sin fronteras, que vivió en Nueva York, como exilado de su tierra nativa, según se testimonia en Flores del Destierro. Su voz rotunda, integradora de las inquietudes de su bolivariana América sin fronteras, resonó y sigue resonando con ese cantar de solidaridad social extendida a los desplazados o marginados del tercer mundo harapiento.
“Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar”
Partiendo del Modernismo como homenaje a un siglo de oro de la poesía latinoamericana con Cantos de Vida v Esperanza, la apertura estética e ideológica con que se desfronteriza el amplio mapa de nuestros espacios líricos, vuelve a integrar a los poetas sin fronteras dentro de la poesía en movimiento que desde la época modernista se universalizo y no tuvo más fronteras que la música, la pintura, la mitología, la escultura del parnasianismo, la filosofía lírica y los cuatro puntos cardinales de miras ideológicas y poéticas: Norte y Sur, Oriente y Occidente. A través de ellos, las líneas divisorias son las cósmicas irradiadas en las siete gamas de nuestro arco iris simbólico, que nos lleva a ver una poesía del color que más le plazca al ojo estético. lnclúyase el blanco color al que hay que ponerle mucha tinta para que se relieve el talento de la pluma creacionista. Inclúyase el negro, para ver que hay estrellas del mismo color en la poesía “guilleniana“. Bajo el comimico arco iris , el nuevo mundo no pasa desapercibido a través de esas siete perspectivas con que Germán Arciniegas caracterizó el Continente de siete Colores, donde las fronteras, por idealismo de los poetas, tienden a democratizarse. Los diferentes colores, contribuyen, de todas maneras, a difundir todos los matices de nuestra idiosincracia y de nuestras formas de expresión, entre otras, la cósmica, la étnica, la histórica, la ideológica pluralista y la sociológica discriminada. El ideal sería recoger todas estas formas de expresión en la poesía de los nuevos amautas con temas que redescubran el ritmo humano de los yaravíes y las fuentes del primigenio mester de rebeldía. Tendencia novomundana de la cual fue consciente Rubén Darío cuando desde Azul le cantó a Caupulicán, como símbolo del pueblo aborigen. Y como si reflexionara que la muchedumbre la representan los pueblos de origen indígena, quiso solidarizarse con su pueblo-masa, cuando dijo:: “Yo no soy un poeta de las muchedumbres. Pero se que tengo que llegar a ellas” Con esta frase comienza a eliminarse dentro del Modernismo la frontera que hay entre la azul poesía y el pueblo masivo de Indoamérica.
Lo cierto es que Rubén Darío al final de su vida y pasando por tercera vez por Nueva York, escribe su poema “La gran cosmópolis» para abanderar una poesía de tendencia social al lado del pueblo de todas las razas con énfasis en los negros y judíos, dando una visión, como poeta sin fronteras, de la petrópoli neoryorquina así:
“Casas de cincuenta pesos.
servidumbre de color,
millones de circuncisos,
máquinas, diarios, avisos
!dolor, dolor, dolor!:
Seguramente algunos de los poetas sin fronteras, caractirizados por su absoluta sensibilidad social, comulguen con Darío que dice: «he querido hundirme en el alma de los demás» y comulguen también con la poesía humanizante de César Vallejo, voz del cholo y de la Indoamérica tatuada. Como poetas sin fronteras nos preocupa desde el exilio espiritual, esa Indoamérica, convulsa por la violencia económica, social y política. Y desde la América rubia escuchamos su enorme vocerío protestatario.
Integración de voces dispersas de la poesía emigrada, unida a otros cerebros fugados hacia el logro de metas superativas bajo el estandarte de la gran democracia, forman parte de la Antología sin fronteras, dentro de la cual se incluyen también algunos poetas escapados de los feudos líricos o de los círculos elitistas que los descriminan. Más que antología es un manifiesto de voces internacionales cuya trascendencia procede del hecho de que casi todos los poetas sin fronteras son didácticos de literatura . Lo que quiere decir que su cátedra de poesía conlleva de por si un compromiso con la dialéctica de la crítica o de la autocrítica ampliamente expuesta o debatida en la academia universitaria o en el simposio. La amplitud de su apertura literaria a la luz de la crítica analítica o de la apoyatura erudita, lejos está de ese academicismo oficial y oficioso y de ese lirismo evasivo de quienes aún siguen creyendo que la poesía es un privilegio de sus feudos o de sus codificaciones literarias ,y no de la gran audiencia como la del Canto General. Contra los «falsos brujos” de la poesía se pronuncia Pablo Neruda tildándolos de “vendedores de hacinados ditritus” “cadáveres de la moda», Y los interroga: “Qué hicisteis ante el reinado de la angustia frente a este oscuro ser humano?” Con Pablo Neruda, César Vallejo y Nicolás Guillén se rompieron los muros fronterizos entre poesía y pueblo y ya con Ernesto Cardenal se movilizó en Nicaragua una vanguardia democratizadora de la poesía, antagónica a los dictámenes de la élite.
Rotos ciertos cánones impositivos, la poesía de apertura o la que deliberadamente alterna con otras formas de expresión, bien sea empleando el lenguaje coloquial o la forma métrica, busca encontrar en el alma de la palabra su poder de transformación lírica, o su intimismo épico. La palabra como surtidor semántico, como signo de polivalentes significantes, como depositaria de connotaciones explícitas o implícitas o como foco de sugerentes metáforas, se abre paso a través de la realidad sensible sobre las fronteras de sus limitaciones de toda índole, y es la gran sensibilidad del poeta la que sale triunfante dentro de la trascendencia del lenguaje, sea este rítmico o coloquial. Pero lo que más interesa a los poetas sin frontera es su amplitud espacial, su entorno humano, salvada su intimidad y también su libertad artística asociada a la expresión libre de su idearium.
La poesía de los poetas aperturistas, comprende la gran metáfora del viento convertida en libertad sin límites y los tropos de las montañas convertidas en estribaciones épicas. Comprende el lenguaje de las águilas y de los cóndores y también el de las palomas mensajeras. Comprende la diafanidad de las fontanas con sus rítmicas corrientes interioristas y también el vehemente lenguaje de las cascadas con su entorno de cristal de roca. Clásicos o barrocos nuestros ríos no dan a la mar sino que se convierten en ciénagas o en lagos serenos o agrestes donde se reflejan las barbas de nuestros abuelos milenarios que conquistaron la tierra con poesía, desposeyéndola de sus alambradas. Allí los espejos mágicos cantan sus himnos, sus endechas, sus juglarías, sus cantos generales y sus cantes jondos con el advenimiento de los duendes.
Los poetas sin fronteras somos los heraldos de la nueva era, que cíclicamente giramos con el Modernismo de ayer y con el Modernismo de hoy dentro del cual los paradigmas gigantes del mundo hispánico se convierten en vanguardia de nuevos movimientos con Rubén Darío a la cabeza. El premio Cervantes, José Hierro reconoció en l988 en la Universidad Complutense (y allí lo escuchamos) que la vigencia de Rubén Darío como espejo paradigmático, es indiscutible. El revolucionario estético de Azul, que crea en el cuento “El Rey Burgués”, al idealista poeta que aparece en su historia, se lee todavía con curiosidad, con la sospecha de que Darío se encarna en ese poeta palaciego, que está obligado para subsistir tocándole la caja de música al babilónico rey, sin dejar de ser en el fondo un héroe que anuncia una revolución.
Modernismo y modernidad, son términos que marchan juntos en nuestros espacios literarios hasta que se demuestre que la “Marcha Triunfal” con sus cóndores, unidos a los quijotes o caballeros de la hispanidad, dejen de marchar. El caso es que la presencia de Rubén Darío subsiste aun hoy, presidiendo en espiritu los cantos generales de la nueva [poesía antologada . Por cierto, que una de las más recientes antologías peninsulares se inicia con el nombre y la poesía de Darío, y en dicha antología se renuevan las corrientes y se integran las voces de las nuevas generaciones. Y los poetas sin fronteras también se integran bajo el signo lírico de la hispanidad, abriendo alternativas, para aquellos que se sientan atraídos, ora por la desnudez, el intimismo, la transparencia, ora por aquellos poetas, que solidarios con la trascendencia social, quieran sustituir el cisne clásico por el cisne de fieltro, y así darse un paseo literario con el “Walking around” nerudiando hasta llegar a los oscuros túneles existenciales de la poesía tremendista.
Neruda amplía el campo de la poesía frente a Juán Ramón, quien sin negar la influencia modernsita de su Platero y yo. termina limitándola dentro de la frontera de la poesía pura, y sin embargo, estos poetas cumbres ,de polo a polo acrisolan la poesía de tal manera que de los dos filones se produce una rica integración laureada. Con el Diario de un poeta recién casado, Juan Ramón entra y sale de Nueva York como un poeta sin fronteras. En sus textos neoyorkinos de «América del Este”, se incluye el poema «Rubén Darío», lo cual demuestra en el año de 1916 que entre los dos poetas, el hispanoamericano y el español, nunca hubo barreras líricas, pese a sus diferencias de estilo, sino todo lo contrario. Y ha de recordarse que fue a Juán Ramón Jimenez a quien Darío le dedicó el poema «Los cisnes”, donde se cuestiona después de apostrofar a Mr. President: «¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? Siempre el poeta estuvo en guardia frente al águila del Norte, pero tendiéndole la mano cuando Norteamérica cambió su lenguaje político y comprendió el lenguaje claro del cóndor. Rubén Darío reconoce en «El canto errante”, que «el mejor elogio hecho a la Poesía y a los poetas ha sido expresado en lengua «anglosajona», por un hombre insospechable de extraordinaria complacencia con las nueve musas. ¿Un yanqui? Irónicamente se trataba de Teodoro Roosevelt, a quien había fustigado en su bizarra oda.
Hay que reconocer la mano franca y de estímulo que Norteamérica dio a intelectuales y poetas del exilio español, otorgando simbólicos lauros a quienes bien se los merecieron. Darío mismo, que fue homenajeado por los intelectuales y poetas neoyorquinos, había dicho en la epoca del “big stick”:: ”Las más ilustres escopetas dejan en paz a los poetas”. Hoy ya no son las escopetas a que alude Darío sino la gran democracia de la inteligencia abierta a la luz de la libre expresión, de la cual se han beneficiado en Estados Unidos y en Canadá, las nuevas generaciones de exilados cubanos, chilenos, argentinos y de otras naciones : los poetas sin fronteras del mundo hispánico.
No cabe duda que el acercamiento de los poetas hispánicos a la democracia norteamericana ha sido trascendental, desde Darío hasta Ernesto Cardenal, el .democratizador de la poesía en el país del mismo Ruben. Walt Whitman se ha convertido en el poeta de las dos Américas y Neruda recoge su legado para socializar la poesía en Canto General. Ya Rubén Darío, compartiendo el imperio de la poesía con el gran poeta norteamericano, había dicho: «Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas de Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman. ¿Y qué es lo demás? Los espacios de la libertad, la democracia pluralista de la poesía en sus múltiples expresiones, ideas y formas. La poesía del nuevo futurismo espacial. La de los poetas sin fronteras.
La poesía, que es una creación cósmica natural, tras de la cual nos deslumbra la imagen del supremo artífice iluminador, ha tenido sus re-creadores desde los lejanos “ismos” renacentistas hasta el movimiento aún vigente del Modernismo abierto y hermanado con nuestra vanguardia autóctona de la juglaría social. Y su hubo un pequeño dios huidobriano, no fue para crear nada nuevo bajo el sol de la poesía, sino el absurdo o la pretendida superlógica del creacionismo confundido con las brumas soñolientas del surrealismo sonámbulo o con la eclosión divagante del ultraísmo hispánico. El creacionismo, con todo, fue una vanguardia que supo teorizar para seguir inquietándonos hoy sobre el tema de la orginalidad confrontada, frente a los espejos modélicos: José Martí, Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Juán Ramón, Gabriela Mistral, César Vallejo, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, García Lorca, Rafael Alberti, Octavio Paz, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal y otros epígonos de la poesía satelizada de nuestro mundo hispánico.
La amplitud en que la poesía es fulgor del pensamiento, de los ritmos del corazón y de la palabra lampo, ha superado las poéticas y sus espacios ilímites. Diríase que todo es poesía mientras el espectáculo del cosmos con sus íncolas nos deslumbre, o nos motive anímica o irradiativamente. Mientras la palabra aletee con su alma, se manifieste con su demiuro, se exprese con su lengua clara o babélica y recoja los ecos del lenguaje cósmico. Mientras los duendes lorquianos o los ángeles de Alberti deambulen en la imaginación de sus creadores, a estas alturas de su amplitud conceptual, la poesía ha recuperado sus espacios. Así lo han entendido los poetas sin fronteras en sus encuentros internacionales de Washington, Nueva York y Toronto. En la Universidad Appalachian un grupo de poetas sin fronteras debatió en un coloquio lo que cada uno entendía por poesía y huyendo del dogmatismo y girando en torno al relativismo del concepto, se pluralizó éste de tal forma y se poetizó de tal manera a través del simbolimso, de la metáfora, la imaginación, el misterio, la sugerencia y la magia, que cada quien tuvo razón en concluir que la razón no puede definir el concepto único y concreto de lo que es la poesía. Entre otras cosas, porque las nuevas mujeres poetas de hoy dirían “La poesía somos nosotras”. Y quienes piensen que la anti-poesía es un invento de Nicanor Parra con el fin de controlar sus propios espacios, están equivocados, porque en principio fue una reacción contra los que creían que la poesía de los latifundios líricos estaba limitada a sus alambradas. No, lo que han hecho Vallejo, Neruda, Parra, Cardenal y otros poetas incluyendo a Violeta Parra es ampliar los espacios poéticos, ampliar su audiencia sin rechazar el intimismo o la meditación juanramoniana para buscar el Dios deseado y deseante en el reino de la poesía.
Se concluye que los poetas sin fronteras le dan la vuelta al mundo de la poesía, la de ayer, la de hoy, la de la nueva era. Y dentro de ese cílclico movimiento vuelven a aparecer los paradigmas dándose la mano con las nuevas voces. Y si a veces se regresa al Siglo de Oro español, a un Garcilaso, a un Lope, a Herrera, a un Góngora y a un Quevedo es para espigar eclécticamente de su rico legado e incorporarlo al siglo de oro de la poesía hispanoamericana sin que el soneto garcilacista ni el alejandrino rubeniano, queden arrinconados por los llamados “poetas de la modernidad” o por la novedad de la poesía coloquial, ni menos por la expresión juglaresca y popular del nuevo mester. Y si «un soneto nos manda hacer Violante», también el último poeta español laureado con el Premio Cervantes, Pepe Hierro desde sus Cuadernos de Nueva York nos puso a recitar su soneto “A la Nada” en los albores de siglo XXI..Y ya en el viraje cíclico hacia la poesía popular, que arranca de la Edad Media, vemos a todo un Borges ultraísta entretenido con sus milongas y a un Lorca recorriendo el mundo hispánico con sus romances de tradición popular en tema y en asonancias. Con la presencia de los poetas exilados españoles en las academias universitarias norteamearicanas se establecieron ciertas fronteras entre lo que los especialistas llaman “literatura peninsular” y literatura latinoamericana, entre los muros de la Edad Media y los de la literatura colonial. Y ante tales distingos, los poetas sin frontera reaccionan, inclinándose a una la visión totalizadora y visionaria de las letras hispánicas, en que la poesía se ha impuesto, como rol integrarse y expansionarse, sin barreras colonizadoras. A estas alturas ya ha habido un intercambio de líricas carabelas de conquista y reconquista. Ha habido después del quinto centenario de nuestro re-descubrimiento un encuentro empenachado de ondas que se cruzan en ultramar sobre el inmenso océano de la poesía hispánica.Con todo, no hay que pasar por alto la solidaridad de los poetas de Latinoamérica para con España, ni la de los poetas españoles con el nuevo mundo latino. Ya vemos, en los años más recientes a un Félix
Grandes, recogiendo el Premio Casa de las Américas, mientras se pone a marchar en sus libros tras las huellas de Vallejo y Neruda. Es que la alianza hispánica es integradora de todas las voces de aquí y de acullá en una voz rotunda: la hispanidad. Y por que no la indoahispanoamericanidad? Eso se entiende porque la sangre que corrió por las venas de Neruda y de Vallejo cuando le cantaron a España era la de nuestros ancestros mestizos. Y es así cómo Vallejo pasa por España, y solidario con su pueblo en lucha, titula su libro: España, aparta de mi este cáliz. Neruda expresa el mismo sentimiento de profundo amor y solidaridad al pueblo español con su obra poética: España en el corazón Y así la hispanidad lírica se integra, se une hasta la médula, se amplía y se hace bandera como manifiesto de los poetas sin fronteras, haciéndose eco un siglo después de «La canción del optimista» cuyo mensaje no cierra esta apertura, se vuelve a abrir en el espacio desfronterizado de Cantos de Vida y Esperanza:
“Inclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternales, luminosas almas, ¡salve!
porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos»
REVISTA LA ALCAZABA 48