Para situarnos en la ruta de este nombre habremos de retrotraer nuestro pensamiento al final de la Edad Media, tiempo en que La Mancha, sobre todo algunos pueblos de la provincia de Ciudad Real vivieron el gran esplendor de la época a través de las órdenes religiosas y militares, principalmente las de Calatrava y Santiago. Pero no vamos, no voy a abordar la historia, porque no es esto lo mío, aunque, por razones obvias tenga, tengamos que apoyarnos en ella, no sólo por cuanto los caballeros influyen, influyeron en su origen, sino también por las diversas acepciones que el Diccionario de la Real Academia Española nos da para su entendimiento.
Protagonistas principales para su denominación actual como Ruta, fueron,
pues, los Caballeros de las Órdenes Militares. Aquellas batallas, aquellas edificaciones, construcciones, reconstrucciones y ruinas, aquellas intrigas medievales, a veces unos contra otros, otros entre sí o los propios enfrentamientos entre nobleza y corona, pusieron sabor caballeresco en tierras Manchegas, singularmente en campos de Calatrava y Montiel, al tiempo que marcaron y dieron paso al Renacimiento como transformación social y estética.
Diez o doce pueblos, con Ciudad Real como capital al frente, van a ser los incluidos en esta Ruta. Vamos a partir desde Ciudad Real hasta Villanueva de los Infantes, pero nada impide realizarla al contrario. Ciudad Real/Capital, en los últimos veinte o veinte cinco años ha experimentado su gran transformación, transformación que veremos con el simple hecho de pasear sus calles y palpar su ambiente, comprobar su cambio edificativo, y, sobre todo contemplando su extensión, su vida y su progreso. Pero también están los latidos que el arte y la piedra nos legaron a través de los siglos. Ahí están su Puerta de Toledo, hoy remozada y renovada, la iglesia de San Pedro, la de Santiago, la Catedral, los edificios civiles que parten del citado
Renacimiento y que compiten, en estética distinta, con los construidos en el siglo XX, tal es su Ayuntamiento y la transformada plaza. Convendría que nos desplazáramos unos ocho kilómetros y nos llegáramos hasta Alarcos, el cerro de la trágica batalla, ver su santuario y su yacimiento, uno de los enclaves arqueológicos más importantes de la provincia, con restos de la Edad del Hierro. Volviendo, si hemos salido de ella, a la capital, ya puestos en la Ruta, Carrión de Calatrava, mostrará al visitante las ruinas del viejo castillo de Calatrava, origen y primera sede de esta Orden.
Luego, Almagro. Almagro ha de ser la visita reposada. Aquí otra vez la historia de la Orden de Calatrava, pero también lo visible, lo palpable en el conjunto de su Plaza Mayor, destacando su Corral de Comedias, la artesanía que late bajo los corridos soportales. Hay que pasear por sus calles, por su Barrio Noble, encalado y de artística rejería, noble en escudos; ver el Palacio de los Fugger, San Agustín, El Parador, el Convento de los Dominicos… En Granátula, pueblo recoleto y lleno de encanto, merece la pena visitar el Santuario de Nuestra señora de Otero, al tiempo que recordamos a su hijo más ilustre, el General Espartero. Muy cerca uno del otro, Calzada de Calatrava y Aldea del Rey, nos ofrecerán la visón de Salvatierra y el Sacro Convento-Castillo de Calatrava la Nueva, para continuar hasta El Viso del Marqués, donde don Álvaro de Bazán construyera el llamado Palacio del Marqués de Santa Cruz y guardara su recuerdos de navegante, convirtiéndose después en Archivo y Museo Naval.
Ya en la radial IV, en término de Santa Cruz de Mudela, admiraremos el santuario de Las Virtudes y la plaza de toros cuadrada más antigua de España, 1645. Frontera entre los campos de Montiel y Calatrava, Valdepeñas, sin olvidar la Ruta de los Caballeros que nos lleva hasta su iglesia de la Asunción y el Convento de los Padres Trinitarios, podríamos considerarla como la modernidad que crece desde el pasado impulsada la riqueza natural de sus vides y el relanzamiento artístico desde su extraordinario Museo Local, la Fundación Gregorio Prieto y la actividad literaria y poética de la Bodega A7, el Trascacho y los Amigos de Juan Alcaide.
San Carlos del Valle, pequeño y acogedor, nos ofrece una de las plazas más bellas de la provincia, acaso la que más, en la que uno siente el latir de la historia a través de aquél Rey/Alcalde, como se llamó a Carlos III desde Madrid, y admira la belleza de una arquitectura que ennoblece las colonizaciones de su tiempo reinante.
Como Almagro en el Campo de Calatrava, otra joya de la arquitectura y de la historia caballeresca es Villanueva de los Infantes, en el Campo de Montiel, donde las Órdenes Militares (Calatrava y Santiago, respectivamente) jugaron un papel principal. Pero, como decíamos al principio, nuestro camino está en lo que vemos, en lo que palpamos, aunque gran parte de esto nos lo hayan legado los siglos. Hermosa es su Plaza Mayor, donde se alza el Ayuntamiento y la iglesia de San Andrés, primer enterramiento de Quevedo, y duda hoy de dónde están sus huesos; pero hay que destacar también y entre otros, el Palacio de los Baillo, el Hospital de Santiago, el convento de Santo Domingo, la iglesia de las Dominicas de la Encarnación, la Casa del Arco y la cervantina Casa del Caballero del Verde Gabán.
El camino es amplio y largo, tan recto como requieren las extensas llanuras de La Mancha, las inmensas planicies que hacen grande y libre su horizonte, tan grande y tan libre que no pocas veces obligan al viajero, más aún al caminante, a que se haga visera con la mano para evitar el sol que resplandece en la meseta y le hace recordar a aquellos primitivos arrieros que, ocupando el asiento delantero de su vieja tartana, recorrían caminos sin pararse a pensar en el poder arquitectónico que la historia dejara en sus pueblos y ciudades.
revista 50