Eduardo Rosales (1836-1873) Fue un pintor romántico del siglo XIX español que cultivó l pintura histórica, siendo su obra más conocida la que comentamos; y que supuso el punto de arranque del nuevo realismo en la pintura decimonónica.
Durante el Eclecticismo[1] se recuperaron los temas nacionales más característicos, en un intento de reafirmar la personalidad cultural de España, puesto que, al menos en pintura, la decadencia acosaba por todos los rincones.
Este cuadro que comentamos se considera la obra cumbre-o al menos una de las más importantes- de la pintura de historia española. En él se muestra a la reina Isabel I en el momento de dictar su testamento el 12 de octubre de 1504, en el castillo de Medina del Campo, donde fallecerá víctima , al parecer de un cáncer de útero, el 26 de noviembre de ese mismo año.
La pintura habla por sí sola, pues se trata de una obra madura, de una composición estática cuyo centro es la Reina. Rosales piensa esta obra situando muy bien a las imágenes de las personas y las cosas que les rodean, armonizándose perfectamente las figuras, la luz, el color.
Los personajes, situados guardando una cierta simetría- en la línea del más puro clasicismo- hacen que el cuadro nos produzca una imagen de serena grandeza, destacando la expresión meditativa de cada uno de ellos Se trata de rostros que reflejan sus sentimientos interiores ante las palabras de la Reina. Podemos observar un conjunto de armonía y sobriedad que requiere el momento del Testamento de la más grande reina de España, de cuya iluminada y bella figura parten todos los valores cromáticos de la composición. Cada una de las figuras ocupa su puesto aparentemente casual pero que demuestra el laborioso trabajo que realizó Rosales.
Las expresiones de estos personajes nos muestran unos rostros que reflejan sus sentimientos y las reacciones que provocan las palabras de la Reina, especialmente en su esposo Fernando, en quien se mezclan el abatimiento por la pérdida del ser querido y la responsabilidad del político. El perfil de Cisneros, recortado ante el cortinaje, nos ofrece su carácter astuto y sagaz, como buen estadista que fue, mientras que los rasgos de fidelidad y afecto se manifiestan en los marqueses de Moya, cuyos rostros quedan difuminados por el aire velazqueño que envuelve la estancia.
En la armonía de la escena vemos, pues, a una reina moribunda, tendida en una cama cubierta por un elegante dosel rematado con el escudo de Castilla. Doña Isabel reposa su cabeza sobre dos gruesos almohadones, cubriéndose con un velo transparente sujeto al pecho por la venera y la cruz de la Orden de Santiago.
Se trata de una pintura de creación melancólica, dulce y reposada, donde el dolor no expresado inunda la escena Está presente también un cierto detallismo que podemos observar, por ejemplo, al fondo, donde junto a los marqueses se adivina un reloj que marca los últimos instantes de la vida de Isabel I de Castilla..
.La reina Isabel la Católica, pintada por Rosales
Rosales realiza un tratamiento de la luz, realmente sobresaliente creando una atmósfera densa y recargada, característica del lugar cerrado que acoge a un moribundo, siguiendo así a Velázquez que para Rosales era el mejor creador realista. Esta pintura supuso el redescubrimiento, por parte de los artistas españoles decimonónicos, del Barroco y de sus grandes figuras como Murillo o Zurbarán.
La composición está estructurada por dos aspas en profundidad, culminando con las figuras de los marqueses y la esquina oscura de la estancia. Los planos paralelos donde se ubican los personajes también otorgan profundidad a la escena mientras que el ritmo vertical está subrayado por las líneas del mobiliario, resultando un entramado geométrico de gran dificultad pero aparente simpleza.
Uno de los aspectos más sugerentes del lienzo posiblemente sea la maestría en la construcción de los pesados ropajes y la lencería del lecho real. Destacan las calidades táctiles de cada una de las telas, especialmente la indumentaria del joven cortesano, que la luz resalta, compuesta por un gabán de terciopelo brocado con ancho cuello en piel, mangas de raso y medias de seda, ejecutado con una pincelada rápida e imprecisa que aporta la más exquisita calidad y detallismo.
El testamento de Isabel I de Castilla fue escrito en Medina del Campo el 12 de Octubre de 1504 (la reina murió en Valladolid el 26 de noviembre de 1504). El texto, escrito en pergamino, consta de nueve páginas escritas en su anverso y reverso, y hace constar sus últimas voluntades, reflejando su personalidad y religiosidad profunda, así como una personal concepción política y religiosa sobre la España que le tocó gobernar.
El rey Fernando dijo estas palabras a la muerte de la Reina: «su muerte es, para mí, el mayor trabajo que en esta vida me pudiera venir» y e dolor de ella y lo que perdí yo y perdieron estos reinos me atraviesa las entrañas».
Rosales presentó su espectacular trabajo a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864 consiguiendo una Primera Medalla a pesar de que la crítica se ensañó con la pintura. El pintor no se amilanó y presentó su obra en la Exposición Universal de París de 1867 consiguiendo la Medalla de Oro y la Legión de Honor francesa concedida por el emperador Napoleón III. Rosales regresó a Roma con todos los honores celebrando su triunfo en el Hospital de Montserrat donde fue ingresado debido a su tuberculosis que pronto acabará con su vida..
[1] El tema favorito de los pintores eclécticos fue la Historia de España, especialmente la de la Edad Media y el período de los Reyes Católicos. Los momentos elegidos suelen ser anecdóticos y sentimentales. Es decir, momentos brillantes de la historia española pero vistos desde la perspectiva más cercana y humana posible, recreándose en lo vulgar e intrascendente de la escena.