Mencionar profesor colombiano Gustavo Correa, es recupera para la galería de nuestros hombres ilustres una efigie humanística de alto relieve. Seguramente por haber vivido en los Estados Unidos por mucho tiempo, pocos habrán oído hablar de él y menos leído uno de sus ensayos eruditos. Más conocido y reconocido en los ámbitos académicos internacionales, con todo, el Diccionario de Autores Colombianos alude a su prestigio ya su obra ilustrando sus datos curriculares con una foto debajo de la cual dice: «Nació en San Gil el 20 de septiembre de 1914. Ensayista y crítico literario, extremadamente castizo, claro, sobrio y ágil». La apoyatura de su erudición se registra parcialmente allí con la enumeración de una veintena de títulos entre los cuales hay dos que hacen eco de su cátedra en el arte de escribir: «Ensayos de semántica cultural y Estudios estilísticos».
Gustavo Correa fue uno de los más brillantes cerebros fugados de la Colombia peregrina por los caminos del mundo humanístico. Su cátedra de luz difusiva, intemacionalmente reconocida, la ejerció en la Universidad de Yaie, donde para levantar cabeza hay que tenerla como una cúpula catedralicia con sólidos soportales de conocimientos y altos ventanales de claridad lumínica.
Fue él un especialista en Pérez Galdós, en García Lorca, en Antonio Machado y Garcilaso.
La especialización en los Estados Unidos, apartándose de generalidades panorámicas, supone un sólido y erudito acervo de conocimientos que convierten al catedrático en autoridad de «scholar». Para Gustavo Correa la especialización no implica, con todo, detenerse en un solo autor o en una sola área del estudio. El era un permente descubridor de valores humanistic. Un investigador de autores que le representaban un reto académico. Porque si se resalta la importancia de Gustavo Correa en el hecho de haber sido especialista de la obra ficcional e ideológica de Benito Pérez Galdós, también hay que resaltar que sobresalió como especialista de Federico García Lorca y de Antonio Machado, avanzando hasta Garcilaso. Ser autoridad en la crítica de la poesía española contemporánea, le valió entendérselas con los clásicos del siglo de Oro. Pero no rumiándolos a medias como los expositores panorámicos de medianos paraninfos, sino digiriéndolos en todas sus sustancias, para luego asimilarlos a sus propias esencias cerebrales. Se puede decir que con su PH.D. de lujo laureal, cualquier tema que estudiara seriamente el catedrático de Yaie, lo convertía en honduras de su especialización, deteniéndose como resultado de sus pesquisas académicas.
La cultura de Gustavo Correa se desarrolló en forma piramidal de grada en grada y de grado en grado, hasta su superación intelectual lograda tanto en Colombia como en los Estados Unidos. Dentro de nuestras fronteras, se había formado en la Escuela Normal Superior de Bogotá, bajo la prestigiosa rectoria del Profesor José Francisco Socarrás. Lejos de la Colombia divagante, pues no era para divagar pertenecer a la cátedra de una de las mentes major estructurada de la ensenanza normalista como era el Profesor Socarrás. Gustavo Correa fue su discípulo afortunado que siguió sus huellas como educador y literato. Ha de tenerse en cuenta que su interes, aparte de las disciplinas pedagógicas, se extendian hacia las del humanismo contemporáneo, en una Colombia libre de dogmatismos, que comenzaba a transmitir aires renovadores a las entonces nuevas generaciones, que Gustavo Correa representaba antes medio siglo XX..Fue cuando comenzo a deslumbrar. Posteriormente de su licenciatura de la Normal Superior de Bogotá, se gradua en Filología e Idiomas en 1941. Muy pronto se marcha a Estados Unidos en Busca de un Doctorado en altas humanidades y lo consigue en en John Hopkins University de Maryland , tras cuatro anos de estudios especializados. A lograr el PH. D. en dicha universidad regresó a Colombia a servir a su país, donde le fue otorgado el cargo de Director de Educación Secundaria del Ministerio de Educación. Posteriormente de 1948 a 1950 ocupa el cargo de Jefe del Departamento de Lenguas de la Escuel Normal Superior. Con un PH. D. de una universidad norteamericana, título otorgado despues del Master, era de que se le hubiera nombrado Rector de alguna prominente universidad colombiana, pero no fue así, contaba con pocos padrinos de la crema ilustre bogotana. Nadie entendia entonces (menos aún el Ministro de Educación de entonces, Mosquera Garcés) que con un PH. D. era injusto que tal ministro le hubiera ofrecido una simple Rectoría de un colegio de Estudios Secundarios. Estamos por creer que por falta de estímulos en Colombia, este cerebro fugado de su país, se vió obligado a regresar a los Estados Unidos. Fue allí donde inmediatamente, sin intrigas ni padrinazgos, sólo por sus méritos y credenciales brillantes, fue seleccionado como el mas competente candidato para ser catedrátido de la Universidad de Oregón. Posteriormente, llegaría a ocupar la catedra de una de las más prestigiosas universidades de la Estados Unidos: Yale University en 1959.
Lo que le dio más categoría de profesor gigante fue el haber ocupado la cátedra de literatura hispánica en la famosa Universidad de Yaie, comparada en importancia con Harvard University. (Estas son las dos instituciones universitarias de más prestigio académico en los Estados Unidos). Así que ya en Yaie University, Gustavo Correa fue una reconocida voz colombianana en el ámbito norteamericano, compitiendo en la cátedra con Anderson Imbert y Rodríguez Monegal, maximas autoridades del campo literario latinoamericano en los anos 6O. Colega en Estados Unidos de otro prominente profesor colombiano,D. Ramón de Zubiría, ambos por fortuna, fuerion discípulos de los poetas y catedráticos espanoles, Pedro Salinas y Jorge Guillén, otros dos cerebros fugados de la peninsula durante la postguerra Espanola.
Gustavo Correa y Ramón de Zubiría escribieron por coincidencia, cada uno, un libro crítico sobre la poesía de Antonio Machado, obras de consulta obligada
En la cátedra norteamericana de Yale, Gustavo Correa empezó a destacarse como cítico, al publicar en 1957 , su libro titulado, La poesía mítica de Federico García Lorca. Con este libro, comenzaron a referirse a él como el especialista del gran poeta espanol.
Fue tal su éxito con este libro que al hacerse eco de su obra en Espana, la Editorial Gredos de Dámaso Alonso, le publicó la Segunda Edicion en 1971.
Antes ya, en 1962, había publicado la obra que le dió mas categoría como especialista de Galdós. El simbolismo religioso en las novelas de Pérez Galdós. Al ser publicada esta obra por la famosa editorial Gredos, se le consagra como crítico preponderante. Y más tarde, avanzando de nuevo por las avenidas galdosianas, el Instituto Caro y Cuervo le publica su obra cumbre titulada «Realidad, ficción y símbolo en las novelas de Pérez Caldos».
A pesar de que Correa se inclinaba más a la literatura peninsular, ello no fue barrera para que de vez en cuando incursionara en los caminos literarios del mundo hispánico. Nunca entendió Correa, como colombiano hispanista, que se pudiera trazar una línea divisoria entre literatura peninsular y la hispanoamericana. Para él la lengua era el vínculo unificador del mundo hispánico, irradiación cultural que se difunde y se intercambia espléndidamente dentro de sus múltiples lampos y matices. Y si existe el nacionalismo cultural es sólo para recalcar esos matices y para destacar sus aportaciones y voces representativas con esa hermandad espiritual que nos identifica como españoles de América y como americanos de España. Esto quería decir para Gustavo Correa que nadie es extranjero en el mundo hispánico, hasta el punto de que un Juan Ramón de «Piedra y Cielo», es tan nuestro como un Eduardo Carranza de capa española, sintiéndose hermanado allá en la metrópoli madrileña al lado de Dámaso Alonso, su panegirista.
Hasta 1972 ya registraba Gustavo Correa en su curriculum, más de cincuenta ensayos sobre la ficción y la poesía del Mundo Hispánico. Era su época prolífica de la Universidad de Yaie, donde cada escalón sólido de promoción requería publicar en editoriales de fama o revistas de categoría para representar con orgullo a la Institución y merecer una alta mención entre la lista de publicaciones o profesores de distinción de la institución universitaria. Ya es sabido que en los Estados Unidos profesor que no publica ni participa en conferencias o simposios, se hunde en el bajo escalafón de la mediocridad o perece. El lema proverbial en inglés es: «Publish or perish». Y es triste perecer al lado de un libro apolillado. Por el contrario, el profesor Correa con su aporte bibliográfico logró ramificar su aportación a todas las bibliotecas universitarias de Norteamérica.
Conocí a Gustavo Correa en 1972 a través de su antología. Poesía española del siglo XX, utilizada como texto en todas las Universidades de los Estados Unidos. Lo visité en el campus de la Universidad de Yaie y dada la gentileza que lo caracterizaba y el «paisanaje» que nos unía, inmediatamente entramos en el diálogo a través de su generoso ágape, para hacerme como antólogo discípulo del maestro de Yaie. Descubrí que no sólo había conocido a un hidalgo sangileño, espigado, como Don Quijote sino al gran catedrático con borlas de luz difusiva, como para seguir sus huellas, como muchos de sus numerosos discípulos las siguieron hasta la Surnma cum laude de sus doctorados.
Al constatar su prestigio me percaté de que había conocido en Yaie University a una de las primeras pirámides del humanismo colombiano y me pregunté, ¿qué colombiano ha logrado tan alto laurel en una universidad tan famosa? Lo vi entonces como una figura ciclópea de las rocas del Fonce sangileño que había construido en lo alto de nuestros riscos santandereanos su propia escultura agigantada sobre la monumentalidad de su obra. Lo había escuchado en las conferencias y simposios de nuestras asociaciones universitarias en los Estados Unidos y en España. Lo había leído en sus ensayos eruditos publicados en Hispania y en otras revistas especializadas de nuestras letras hispánicas, como es la revista de la Modem Languages Association of América, donde sólo colaboran los «Scholars» cumbres del saber humanístico. Agigantado lo vi también en Salamanca, sentando cátedra con un estudio critico sobre la obra de Garcilaso de la Vega frente a los más prestantes garcilasistas del mundo hispánico que lo honraron con su presencia.
La lista de publicaciones de Gustavo Correa revela su inmensa capacidad de trabajo y erudición. Recalco la importancia de su obra más citada y reseñada:
«Realidad, ficción y símbolo de las novelas de Pérez. Caldos «. Sobre esta obra dice el profesor español José María Valverde: «En conjunto este libro logra su objetivo: hace
ver que Galdós, novelista «realista» si lo hay, capta la realidad con tal corporeidad que «se masca» precisamente porque está animado por ideales transcendentes, éticos e incluso religiosos, lo que le lleva con frecuencia a permitirse el juego cervantino de la «literatura en la literatura». En tal sentido parecen coincidir los dos críticos en la importancia de un estudio futuro sobre el quijotismo de la creación galdosiana que Correa sugiere y Valverde plantea como punto de ulteriores trabajos, quizá porque, como lo advierte más adelante el crítico español, «la obra de Galdós está toda ella salpicada de ecos retóricos del “Quijote» y hasta de giros calcados del estilo cervantino. Por otra parte el profesor de Vermont, A. Chambelin de la Universidad de Kansas anota en Hispania que es «el primer estudio que sigue las huellas de la completa evaluación cronológica del concepto de la realidad en las novelas sociales de Galdós desde 1870 a 1915. Otros comentarios sobre la obra del Profesor Correa han aparecido en revistas especializadas en literatura hispánica de los Estados Unidos y de España y en la revista Thesaurus del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Todo ello da una idea de la importancia y del respeto como erudito y crítico que el profesor Correa logró en los medios universitarios de los Estados Unidos.
Por lo demás, la obra total, aparte de sus libros fundamentales citados, abarca numerosísimos ensayos dispersos en las diferentes revistas del mundo hispánico.
La editorial Gredos dirigida por el académico y poeta español Dámaso Alonso, puso bajo su responsabilidad el encargo de una antología de riguroso criterio selectivo sobre los poetas españoles del siglo XX. Esta obra se convirtió en la más famosa antología española después de la de Federico de Onís y Gerardo Diego. Se destaca allí Correa como el crítico más versado en valorar el sentir estético contemporáneo de los poetas españoles. El acierto de Correa es hacer coincidir el arranque y proyección de la contemporaneidad que hubo y que hay, desde los poetas de la Generación del 98, iluminados como Rubén Darío después de nimbarse de lampos becquerianos.
Para Correa, Unamuno, Machado, Valle Inclán y Juan Ramón Jiménez constituyen los altos fanales que proyectan luz hasta antes y después de la generación del 27. En este sentido el poeta José Hierro, premio Cervantes, ratifica el protagonismo de los «cuatro grandes» antes citados. Surgirán luego García Lorca, Pedro Salinas, Guillén, Cemuda, y los poetas de la postguerra española con García Lorca, Miguel Hernández presidiéndolos. La Antología de Correa nos actualizará críticamente a los mejores líricos del siglo XX. La inclusión de León Felipe, aceptado en la España franquista a regañadientes, revela en Gustavo Correa otro acierto culminante. El tercer acierto que se observa es la inclusión muy al día y con rigor selectivo de los nombres claves por su valor lírico de las generaciones de la postguerra. Miguel Hernández inicia con su «Rayo que no cesa», la pléyade de autores que, estimulado por sus relámpagos sociales, se vuelca hacia nosotros, los reconquistadores de sus lecturas, reconfortándonos con su mensaje humanizante.
Con los poetas españoles, Gustavo Correa se convierte en un scholar que no sólo es antólogo de alto faro frente al ultramar sino abridor de rutas de la vieja y nueva poesía española.
Para él, que descanse en la paz de la poesía serena de Fray Luis de León. Al morir,
El gran tributo se lo rindieron en vida las más descollantes plumas de la crítica erudita de los Estados Unidos en un libro Homenaje Nacional a Gustavo Correa, donde sus numerosos discípulos, doctores de la Universidad de Yaie y sus colegas de otras universidades norteamericanas, le rindieron, con una obra en su honor, un alto pedestal espiritual de reconocimiento unánime. Ello confirma una vez más, que nadie es profeta en su tierra. Pero es mejor ser catedrático de transcendencias humanísticas y este fue un gigante del humanismo colombiano en mundo hispanico del siglo XX.