Este bellísimo e inquietante cuadro, pintado al óleo sobre lienzo, entre 1577 y 1579, y con el que nos podemos encontrar en el Museo del Prado de Madrid, que representa probablemente, a un jurista de la época, mirado desde el punto de vista de la técnica, tiene una fuerza arrolladora en la mirada frontal, la postura de tres cuartos, la finura de los detalles con valores táctiles en la puñeta y la gorguera, así como la empuñadura de la espada, muy toledana, y los escasos fragmentos de cadena de oro, que le cruzan el pecho, y dejan entrever un delicado medallón colgante. El fondo del lienzo, de un tono más agrisado o verdoso, hace que la negrura de la vestimenta destaque poderosamente, y nos permita ver la delicada factura de los pinceles, apenas empastados.
Pero…conociendo por muy visto al caballero, quisiera que nos fijáramos en varios detalles: su ojo izquierdo (a nuestra derecha), está inmóvil y levemente entrecerrado. Si seguimos bajando la mirada, observamos que, después de aquella tan controvertida restauración, en la que se dijo de todo, lo que está a la vista, es un hombro bastante más bajo que el contrario, del que pende un brazo que no vemos. ¿Casualidad? ¿Deseo del artista de disimular algo que el caballero padecía? En realidad, siglos después, nuestro querido Velázquez disimuló la cojera de Vulcano, haciendo que los utensilios de la fragua, nos lo dejaran ver, solo de cintura para arriba. En el caso del caballero que observamos,. podríamos pensar en un accidente cerebral, que hubiera dejado al retratado con una parálisis parcial, como suele suceder en este tipo de problemas vasculares.
Por el contrario, El Greco, ha destacado el lado opuesto con una serenidad ilustre, apoyando la mano en el pecho, ¡¡¡Ay las manos pintadas por el Greco, tan reconocibles!!!. Las uñas perfectamente recortadas y limpias y…LOS DEDOS CORAZÓN Y ANULAR UNIDOS EN EL CENTRO. Es como una seña de identidad, pero, podríamos pensar que son toda una simbología oculta a ojos que no puedan ver más que lo evidente: Miremos: el dedo corazón, como su nombre indica, es el que representa la sede de los sentimientos, amor, amistad, compañerismo. Y en el dedo anular, que por eso lo llamamos así, generalmente se coloca un anillo-alianza. Sellamos nuestra relación con ese aro que rodea nuestro dedo y que nos une sentimentalmente a quien llevamos en el corazón. Alianza que, al ser tan repetida por nuestro pintor, me lleva a pensar en su deseo de algo indestructible por más que los avatares de la vida, los desencuentros humanos, lo que nos sucede, se empeñen en destruir.
¡¡¡Ay, Caballero de la mano en el pecho!!!. Te queremos mirar como a un amigo maltratado por la enfermedad, pero unido a nosotros de forma serena, invisible en el corazón y el anillo que no se ven, pero que, cuando vayamos al Museo del Prado, podrán hacer que tejamos una muda conversación, entre tu vida y la nuestra, separada por los siglos, pero unida porque somos humanos.
revista 52-53