Entrevistar a un académico en Colombia o en España es un acto de gran solemnidad, pero entrevistar a Ramiro Lagos, también académico, es tan sencillo como tomarse un tinto cordial, y me lo estoy tomando aquí con él, en
la terraza del histórico Café Varela de Madrid, en la Plaza de Santo Domingo. Heme así, conversando con el poeta y ensayista colombiano, considerado por la chilena Alicia Galaz-Welden, su biógrafa, como “la voz épica de América”,
amén de ser un reconocido hispanista.
El maestro está celebrando en Madrid sus sesenta años de hispanismo desde que vino a España por primera vez, como becario del Instituto de Cultura, en 1951. También celebra los cincuenta de docencia hispánica en USA desde que fue nombrado, en 1961, Catedrático de letras hispánicas, primero en la Universidad de Notre Dame, en Indiana, y luego, en 1964, en la Universidad de Carolina del Norte, la que lo ha distinguido como Emeritus Professor. En
el campus universitario de Greensboro, se destacó como activista cultural, habiendo fundado allí la Alianza Hispánica.
Patricia Suárez es poeta y escritora colombiana radicada en Madrid, ha publicado El saurio topa la tarde, traducido al francés por la editorial
L´Harmatan. Tiene en preparación Del espejo los fragmentos (de próxima aparición en esta editorial).
Graduada como instructora de arte dramático en el Instituto Superior de Cultura, Cienfuegos, Cuba, cursó además estudios de literatura hispánica
en la Universidad de Amsterdam, Holanda. Dictó cursos en la Universidad de
Toronto sobre el pensamiento y cultura de Latinoamérica.
Hispanista ciento por ciento, recientemente el crítico español Tomás
Paredes, de la revista El Punto, lo llamó “Gigante del hispanismo
y colombiano madrileño a lo castizo”. Su madrileñismo locuaz y abrazador, disfrutado en el viejo Madrid, de mesón en mesón y de tertulia en tertulia, data de su época de estudiante de Letras. Por entonces, fue contertulio de las más famosas citas literarias de la época, como la Tertulia del Café Gijón, La ballena alegre, Adelfos, Alforja para la Poesía , Los amigos de Bécquer, La gruta del Quijote y otras peñas literarias. Ramiro Lagos frecuentaba más a menudo la del Café Varela. Entre todas, la tertulia universitaria era la del grupo de poetas latinos: la Tertulia hispanoamericana, que aún funciona en el Colegio Mayor de Nuestra Señora de Guadalupe.
En su época universitaria, Ramiro era becario del Instituto de Cultura Hispánica, y solía alternar su vida de estudiante con su bohemia de positivo intercambio cultural y de copas; al par dedicaba horas estudiosas al periodismo y la Filología hispánica. Como estudiante de Periodismo hizo famosas entrevistas para la prensa colombiana, entre otros a Don Marcelino Menéndez y Pidal, Presidente de la Real Academia de la Lengua, al Premio Nobel Vicente Aleixandre, a los poetas Gerardo Diego y Dámaso Alonso,
al novelista Camilo José Cela, al dramaturgo Buero Vallejo, al filósofo Julián Marías, al pintor Vázquez Díaz y al fino humorista Wenceslao Fernández Flórez.
Como se puede deducir, a Ramiro Lagos nadie le gana como gigante del hispanismo activo, activismo que demostró en su práctica docente, con haber traído a España, durante más de treinta años, grupos de estudiantes de su
Universidad, en Programas de Lengua y Cultura hispánica, durante los veranos. Ese fue el motivo por el que su Universidad ha creado la “Beca Ramiro Lagos”. Alternaba esos viajes culturales con su participación en las tertulias madrileñas, a la vez que dedicaba horas libres para sus recitales
y para presentar, en el Instituto de Cultura Hispánica o en la Casa Regional Castilla-La Mancha, sus antologías más famosas:
Mester de rebeldía de la Poesía hispanoamericana, Voces femeninas del mundo hispánico y Poetas sin Es larga e ilustrativa la trayectoria hispánica de Ramiro
Lagos y, por no extenderme en esta introducción, paso al diálogo con él, no sin antes recordar un párrafo que encontré en su libro Cantar de otros cantares, prologado por el poeta Manuel Vega Asín, quien marca el paso del poeta colombiano por el Varela: “Desde aquel Madrid de los años cincuenta me vive la amistad con el poeta colombiano Ramiro Lagos, que codo a codo con la poesía, el amor y la bohemia, se paseaba por aquellos difíciles años, con
su parte, entre festivo y afable, que hacía imprescindibles para la amistad y la lírica, desembocando en el Café Varela, donde Versos a media noche se hacía voz pública los viernes, quizás por un milagro de Eduardo Alonso Herrera, creador y alma mater de aquellos eventos. Y amigo –casi hermano– de aquel colombiano y poeta, como él mismo, que responde al nombre de Eduardo Carranza”.
Y ya metidos en los lejanos recuerdos de Ramiro, surgen mis preguntas, poniéndole tinto al diálogo espumoso.
−Poeta Lagos, ¿qué nos puede decir sobre la historia de la tertulia del Café Varela?
−
De la historia de esta vieja tertulia madrileña se podría escribir un libro y creo que ya se han escrito varios capítulos en Poetas de café, del que es autora Adelaida de la Santas, de la agrupación denominada Versos con faldas,
cuya estridente voz, la de esta poetisa, soportábamos cada viernes cultural en el programado acto semanal de Versos a medianoche.
. Acto grandioso en este recinto del Café Varela era el de cada viernes cultural. Era de verse el café, colmado por la sorprendente participación de poetas, rapsodas y amantes de la poesía. Nunca una tertulia madrileña había tenido tan desbordante y gran audiencia, con tan variada poesía aplaudida y en choque de tendencias divergentes, incluidas las soterradas tendencias ideológicas.
−¿En qué época comenzaron?
−
Con datos por confirmar puedo decirte, Patricia, que la tertulia del Varela data de principios del siglo XX, época en que el poeta Emilio Carrere, llamado El novio de Madrid, entronizó allí la sede de encuentros líricos con otros bardos,
en sus veladas de bohemia ilustrada. Desde entonces, el café se hizo famoso porque estuvo frecuentado diariamente nada menos que por el gran poeta, epónimo del Modernismo, Rubén Darío, voz del mundo hispánico, quien vivía al frente del Café, en la calle Veneras de la Plaza de Santo Domingo. Pero no sólo él sentó reales líricas en el Café Varela; fue frecuentado también por su seguidor en España, Don Ramón del Valle-Inclán, autor de la obra teatral
Luces de Bohemia cuyo referente de luz estelar fue el propio Darío.
−Y ¿hubo algún suramericano metido entre los grandes?
−
Pocos saben que un poeta premiado en España, el colombiano Aurelio Martínez Mutis, frecuentaba el Café Varela. Allí se le veía en horas vésperas escanciando largos vinos como brazos báquicos que abrazaban la ilusión de sentirse entre los grandes. Y grande era él, porque en 1914, como autor de
La epopeya del cóndor, fue laureado por Rubén Darío en su revista El Mundo,
editada en París. −Por lo visto, Ramiro, estás hablando del Madrid de la primera mitad del siglo XX.
−
Exactamente, Patricia, de lo que yo sé de poesía en época de la primera guerra mundial.
−Y ¿qué sabes de los poetas de la posguerra española, participantes de la tertulia del Varela?
−
En la posguerra civil, la poesía que se recitaba en el Varela cambió de imagen. Era una poesía que rimaba mucho con la amistad de los poetas. Y como poesía de acción, era el poder intelectual destellado por diversas tendencias:
cósmicas, líricas, humanizantes, juglarescas, de tono épico. En su conjunto, dentro de su libertad artística, había poetas de arte menor y de arte mayor, cuyas metáforas desnudas o encubiertas apuntaban taimadamente a su mensaje ideológico, mientras se repartían de forma clandestina páginas de
Viento del pueblo, de Miguel Hernández.
La censura soterrada apuntaba a la convivencia entre poetas amigos. No obstante, se llegó a escuchar en voz alta a la más famosa declamadora del Varela, Carmina Morón, con aquel poema de Blas de Otero cuyo estribillo
aludía a la terrible visión de la guerra: “Guerra y sangre, la visión aterra”.
−Al parecer, los poetas rebeldes y los poetas, diríamos, del régimen convivían en el recinto sin problemas.
−
Claro que sí, es que el corazón de la poesía es el amor hacia ella, la libertad, y hacia él, el pueblo, y dentro de esta afectividad difusiva se produce un incentivo de amistad poética, que lo supera todo. Con decirte que dentro de los vates había comandantes de la Guardia Civil, ex militares franquistas retirados y ex conductores de tanques milicianos capaces de aplanar cabezas como el que condujo el poeta Guillermo Osorio, autor de El perro azul
. Anótese que hubo un legionario, Victoriano Gil Mateos, un poco ingenuo, a quien hicimos creer por broma que iba a recibir el Premio Nobel. El legionario de marras recitaba muy exaltado su apología a los turbantes moros que hacían gala en los desfiles del caudillo, y así exclamaba: “Oh, gloria del movimiento, ¡los turbantes! Desfilan turbantes y más turbantes”. Al respecto, el comentario del gran humorista de entonces, Juan Pérez Creus, fue de risa: “Sí, en el Movimiento hay muchos turbantes, y masturbantes”.
Pérez Creus, el Quevedo de la época, siempre estuvo al pie del cañón, para crear un ambiente humorístico en ciertas tertulias y dar paso a la crítica velada al Movimiento nacional. Contertulia de dudosa reputación ideológica era la periodista Eugenia Serrano, a la que Pérez Creus le endilgaba su crítica humorística: “Sí, ella, se sepa o no se sepa, parece ser del movimiento… por delante, del movimiento por detrás”.
−Entonces, quieres decir, Ramiro, ¿que la política se metió veladamente entre los contertulios del Café Varela?
−
No se pudo evitar. Había mucha frustración, mucho odio concentrado, pero también había mucha tolerancia, gracias al incentivo de la amistad entre los poetas. El humor quevedesco de Juan Pérez Creus y de Evaristo Acevedo
(el de “Las gafas destempladas” de Ya), y el de Manolo Fernández Sáenz, llamado El pollero por su negocio, contribuían a limar las asperezas ideológicas. Ese humor, a lo Quevedo, provenía también de las páginas de la revista La Codorniz , dirigida por Álvaro de la Iglesia, cuyos colaboradores
asiduos eran el gran Mingote y Rafael Azcona, contertulios célebres del Varela.
−¿Sobresalen en tu listado otros poetas de aquel momento?
−
Pienso en el mejor antólogo de la época, asiduo del Café Varela, Don Federico Sainz de Robles. En su Antología figuran todos los poetas de esta y de otras tertulias: Federico Muelas, Manuel Martínez Remis, Manolo Vega Asín, Manolo Benítez Carrasco, Acacia Uceta, Gloria Fuertes, Manolo Alcántara, autor de
La ciudad de entonces, y el sevillano Rafael Montesinos, Premio Nacional y cofundador de la Tertulia Hispanoamericana, cuya sede por muchos años
fue el Instituto de Cultura Hispánica.
−¿Y quiénes fueron los demás fundadores de esta tertulia de origen hispanoamericano?
−
Fueron los colombianos Rafael Gutiérrez Girardot, Eduardo Cote Lamus, Hernando Valencia, y otros latinoamericanos, como el nicaragüense Ernesto
Mejía Sánchez, y el dominicano Antonio Fernández Spencer, primer suramericano que ganó el Premio Adonais. También estuvimos vinculados a esta tertulia el poeta chileno Miguel Arteche y yo mismo. Del lado español, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo, Caballero Bonald y José Hierro, posteriormente Premio Cervantes. Y, si mal no recuerdo, anduvieron por allí los poetas Jaime Ferrán, Claudio Rodríguez y Carlos Bousoño.
−¿Participaban ocasionalmente estos poetas en la tertulia del Café Varela?
−
Con excepción de Rafael Montesinos, ellos preferían alternar en el Café Gijón, donde se reunían los maestros de la genialidad letrada y lírica: Vicente Aleixandre, el de Sombras del paraíso, Gerardo Diego, el de Alondra de verdad,
Dámaso Alonso, el de Hijos de la ira. Otros poetas más jóvenes se agregaban al corro lírico, como Rafael Morales, García Sol y Leopoldo de Luis, antólogo de La poesía social de la posguerra
−Al parecer, Ramiro, también coexistían en el Café Gijón las voces de las dos generaciones, las de la preguerra y la de la posguerra.
−
Exactamente. Allí en el Gijón (y esto me lo confirma el camarero ilustrado, de lujo ilustre, José Bárcenas), sentaron reales los perfiles de Luis Rosales, de Leopoldo Panero y García Nieto, grandes poetas de la época. Con ellos y también con Pemán, la poesía caminaba iluminada.
Se vislumbraron también los destellos del versolibrismo y de la hoy llamada
poesía libre, de la modernidad que comenzó a interesar a los poetas más jóvenes. Allí las ráfagas líricas del superrealismo, del ultraísmo, del neogarcilasismo, del neorromanticismo, de la poesía pura y de la pura
poesía social, abrieron brechas, avanzando hacia otras direcciones culturales o de innovación epoca.
Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, contribuyó a marcar las huellas de la nueva poesía de hoy sin olvidar el influjo humanizante de César Vallejo, no sólo el de
Poemas humanos sino el de España, aparta de mí este cáliz . Hay que resaltar que aun Rubén Darío logró su eco epocal con el libro de Victoriano Cremer, publicado en 1952, titulado Nuevos cantos de vida y esperanza
.−
¿Y de qué otras tertulias quisieras hablar?
−
De La ballena alegre, de La gruta de Don Quijote, y de Los amigos de Bécquer
. Huelga decir de la primera, que los vates se reunían en el Café León, colindante con la Puerta de Alcalá. Esta tertulia llegó a ser histórica también porque los poetas Agustín de Foxá y Dionisio Ridruejo escribieron allí el popular canto Cara al sol, himno de la Falange. Era un baluarte notoriamente franquista hasta que más tarde se convirtió en tertuliadero de voces librepensadoras en trance de una esperada explosión intelectual de voces
−
Mencionabas la tertulia La gruta de Don Quijote, ¿te metiste también en esa gruta?
−
Me metió la curiosidad. Era una tertulia situada cerca de la Puerta del Sol, dirigida por el humanista número uno de la Falange española, Ernesto Jiménez Caballero, quien en sus relaciones como diplomático internacional quiso propiciar un ligue amoroso e ideológico de Hitler con Doña Pilar Primo de Rivera, capitana del Movimiento Nacional Falangista. Esta tertulia, obviamente, tenía un tinte político de fondo, pero no contaba con ningún cisne azul de menor plumaje que le diese importancia. Con todo, para Jiménez Caballero,
La gruta de Don Quijote era un foco atractivo para jóvenes fervorosos de las quijotadas de la época en que el famoso personaje era, posiblemente, traicionado en sus ideales de luz y libertad.
Me falta referirme a la tertulia Los amigos de Bécquer, para aclarar que allí, creo que en el Café Bilbao, se reunía el grupo que rendía culto al neorromanticismo de la época a través de su epónimo cantor de las
Rimas, lo que prueba que hay romanticismo para todas las épocas. Por otra parte, Rafael Montesinos, investigador y crítico del gran poeta sevillano, se destacó más tarde como becquerianista de −Por lo visto, los ismos de la poesía de posguerra eran múltiples. Dinos, entonces, ¿qué es para ti la poesía
y con qué ismos marchaban primordialmente los poetas de la posguerra?
−
Comienzo por decirte que la poesía no se define ni puede definirse porque perdería su misterio y, si se define, su posible definición cae en lo dogmático. Es cierto que cada poeta pretende ser dueño de su arte poético. Yo sólo
soy dueño de mi propia opinión, no del concepto dogmático.
Así que, en mi opinión cuestionada, la poesía es el primer poder creador o recreador del espíritu iluminado talentosamente por las diversas ráfagas del alma y del corazón que hacen impacto en la palabra emotiva, imaginada y acaso aclarinada cuando se convierte en voz de la libertad.
−Te refieres a la poesía rafagal, quisiera que me aclararas este concepto.
−
Quería referirme a las diversas tendencias de la poesía de posguerra que considero metafóricamente como ráfagas de las diversas tendencias que impactaron en el lector español de entonces.
−Y ¿de dónde provenían esas ráfagas?
−De los poetas epónimos. De Garcilaso, de Quevedo, de Bécquer, de Darío, de Juan Ramón, de los Machado, de Lorca, de Alberti, de Miguel Hernández, mencionando de paso a los poetas de la otra orilla, César Vallejo y Pablo
−Entonces, ¿los poetas epónimos no fueron superados por los jóvenes poetas de la posguerra?
−
De ninguna manera. Se puede mencionar poetas de gran nombradía como José Hierro, Agustín Goytisolo, José Ángel Valente, Carlos Bousoño y otros premios nacionales reconocidos, pero ninguno de ellos, jóvenes por entonces,
ha superado al último más grande poeta español, Miguel Hernández, cuya poesía de arte mayor, el soneto, y de arte menor, los romances, celebrados en el centenario de su natalicio en 2011, nos está diciendo que la poesía viva de El rayo que no cesa , culta y popular, sigue influyendo en la presente centuria. Es muy significativo registrar el hecho de que el director de la Tertulia del Gijón, actualmente, es el profesor Juan Cano Ballesta, máxima autoridad crítica de Miguel Hernández, por lo que no sorprende que haya mucha belleza lírica y épica para que la poesía de Viento del pueblo y de El Rayo que no cesa siga interesando al lector unánime, ahora que se ha celebrado el centenario del nacimiento del poeta soldado, verdadero Tirteo del verso acorazado de metáforas, auténtico clarín del viento
−¿Cuáles son los herederos del Modernismo llegado de América?
−
En una Generación como la del 98, ya el movimiento modernista de Rubén Darío ejercía cierta influencia que, con excepción de Unamuno, se pudo notar de manera sobria en Antonio Machado y en forma más plena en su
hermano Manuel. Pero, definitivamente, Valle Inclán y Francisco Villaespesa fueron los herederos del Modernismo hispanoamericano. Y de ello no está exceptuado Juan Ramón Jiménez con su poesía en prosa de Platero y yo, libro
brillantemente preciosista.
−
¿Cuáles fueron los herederos de la vanguardia?
−
Vicente Aleixandre con Espadas como labios, Rafael Alberti con el poemario
Sobre los ángeles y Federico García Lorca con Poeta en Nueva York. Vanguardista fue también Ramón Gómez de la Serna con sus Greguerías, y Gerardo Diego, ultraísta, con su Mural de espumas.
−¿Qué heredan los poetas del gran Antonio Machado?
−
Machado es el espejo soriano de la sencillez estética, de la brevedad expresiva, de la humana palpitación espiritual, de la tradición popular y, por lo tanto, todas las generaciones a partir de la del 27, heredan los destellos de
su cátedra de lírica.
−¿Cuál es la postura de los poetas ante la Guerra española?
−
Cada uno escribe según la pasión de su ideología, azul o roja, por ejemplo, la de Manuel Machado es azul y la de Antonio, roja. Otro ejemplo, la de Panero es fran quista y la de Miguel Hernández, es contundentemente −¿En algo se identifican los poetas españoles con el expresionismo alemán?
−
No lo creo. Con todo, quizás el lirismo filosófico goethiano esté implícito sin proponérselo en la poesía de José Ángel Valente.
−¿Algunos compartían la postura de Rafael Cansinos Assens en relación a la necesidad de una nueva poesía?
−
Siempre los poetas intentan un nuevo arte poético personal. Salvo el reto individual literario, la nueva poesía ha consistido en hacerla nuevamente, en renovar lo tradicional, como lo hizo García Lorca con sus romances estilistas
y como lo hizo Miguel Hernández también con sus romances de nuevos aires épicos y sociales. En este sentido, la poesía popular y culta continúa renovando su ritmo y su marcha, a veces hacia lo social, a veces hacia lo evasivo, a veces hacia la poesía pura, a veces hacia la impura.
Con todo, hay que reconocer que a partir de la sugerencia de Jaime Gil de Biedma, hubo una tendencia de ruptura contra la métrica y la rima, que algunos han llamado con orgullo de pavo real, poesía de la modernidad, poesía para todos, poesía culturalista cuyos poetas, por más renovadores que hayan sido, nunca han superado a las grandes voces epónimas de poesía magistral: Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón, Garcia Lorca, César Vallejo y Pablo Neruda.