Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099), conocido como el Cid Campeador, fue un singular personaje histórico. Esposo de Doña Jimena, de sangre real. Alférez de Castilla durante el reinado de ancho II el Fuerte, su amigo de juventud, pronto alcanzó una gran popularidad entre el pueblo. A las órdenes de este monarca contribuyó a la reunificación del reino de León y Castilla, fragmentado tras la muerte de Fernando I, padre de Sancho. Al morir asesinado, este último, en extrañas circunstancias, le sucedió su hermano Alfonso VI, al que el Cid, como figura más representativa de Castilla y amigo personal del rey fallecido, hizo jurar que no tuvo nada que ver con tal hecho, en la famosa jura de Santa Gadea (Burgos) El rencor que el nuevo rey guardó por tal motivo, el recelo que siempre despertó en su intrigante corte, el prestigio que el Cid alcanzó siendo un simple infanzón y que llegó a hacer sombra a la misma figura real y una serie de acontecimientos nada claros, le llevaron a sus destierros junto a sus más fieles vasallos. En este éxodo por la geografía española pasó por diversas provincias que configuran la conocida “ruta del Cid” . Esta se divide en 10 tramos, con origen en la localidad burgalesa de Vivar del Cid y destino en la ciudad de Valencia. , atraviesa las provincias de Burgos y Soria , Guadalajara ,Zaragoza y Teruel ,Castellón y Valencia.
“Cuando el mío Cidiello viene, sale el sol por Guadalajara” dice la jarcha de Yehudá-ha-Leví, el judío glosador del héroe desterrado y apátrida. Camino con este mío Cid por tierras de mi Guadalajara, tierras serranas donde el cierzo canta todavía la canción del destierro y el héroe sueña hazañas imposibles que después se harán realidad porque es más fuerte el honor que la muerte. Ocho siglos ya desde que el copista Per Abbat terminase su obra del Cantar de Mío Cid que “escrivió en el mes de mayo de MCCXLV años” de la era hispánica, es decir en el 1207 de nuestro calendario actual y ahora, en estos tiempos alborotados de nacionalismos y fragmentaciones, parece que no está de moda magnificar la figura del héroe guerrillero, nuestro mito particular que supo vencer todas las dificultades de su épica particular –destierro, pérdida de la patria potestad, afrenta de la nobleza- para recuperar con las armas y el valor todo lo que el destino, ese“fatum” griego que marca la vida de los hombres, le había intentado quitar para siempre
Piso con él estas tierras casi malditas, medio leprosas, de la serranía del Alto Rey, donde las jaras y los robledales custodian la memoria de la afrenta al héroe, allí donde más sangra su corazón, en sus hijas que serán las custodias y trasmisoras de su nobleza adquirida con tanta penalidad con esfuerzo. En Robledo de Corpes, al pie del Otero, tarareo una coplilla que el viento lleva al río entre los pinares: “Los infantes de Carrión/ por afrentar al buen Cid/ en estos sotos vejaron/perlas de su corazón/ a sus hijas más queridas/doña Elvira y doña Sol”. Si me adentro por estas serranías y le pido al hermano zorro que me señale la senda del héroe, él me conduce hasta los pies de Atienza, la villa tan querida del rey niño, y allí encuentro a Rodrigo pensativo ante estas “torres de Atienza que moros las han” pero enseguida me doy cuenta que él busca la gloria más lejos, que siente la llamada de un mar de agua que remanse la rebeldía y el dolor que este mar inmenso de tierra le trae día a día prendido en el recuerdo de su afrenta.
Con su botín de guerra vuelve a dar cuenta a su señor y éste, con su Tizona ansiosa de clavarse en las arenas de la costa valenciana, se acerca a beber al Tajuña y a escuchar la voz de la Sibilaque entre los roquedales le anuncia la buena nueva del oráculo: “Tú serás más grande que los reyes en la memoria de los hombres”. Abengalvón le espera en la alcazaba molinesa y trata de hacerle suyo con los dones de ese pequeño Edén que el rey moro ha creado en el páramo en su intento de domeñar el espartano horizonte dela Castilla medieval, pero el héroe tiene bien claro su futuro y el cumplimiento de su destino para partir de nuevo, aún sin patria y sin gloria, hacia ese Mediterráneo que le aguarda como tierra de promisión.
Una vez alcanzado el señorío de Valencia y recuperada nobleza y dignidad, el buen Rodrigo Díaz de Vivar sufre de nuevo la afrenta del poder, de la nobleza de sangre que menosprecia su condición de infanzón y torna el cantar a esas tierras serranas de Guadalajara para narrarnos la afrenta que sufre en la figura de sus hijas, según hemos comentado ya. Pero de nuevo la figura del héroe se alza desde el infortunio y el valor triunfa sobre la villanía al lograr que su sangre, por el nuevo matrimonio de sus hijas, se una a la de los reyes de Aragón y de Navarra.
Ya se acerca mayo, ese mes de mayas y flores, de la vida querenace y la cosecha que apunta plenitud, el mes en que Per Abbat terminase su trabajo de legarnos ese Cantar de Gesta de un Rodrigo Díaz de Vivar que encarna hoy para nosotros la entereza y la dignidad del hombre castellano, la asunción devalores como el honor y el esfuerzo por recobrarlo que en la sociedad actual están menospreciados y a menudo pisoteados. Quizá sea por ello que no veo en la cercanía el reconocimiento que una efeméride de tan carácter conlleva, ya que en los últimos años se han firmado multitud de convenios y acuerdos entre las administraciones que, como casi siempre, han quedado en casi nada.
Por eso, queridos lectores, quiero deciros que todavía estáis a tiempo de hacer como yo y cualquier fin de semana del venidero mayo, podéis adentraros por esas tierras hermosas dela Alcarria, llegar hasta Jadraque para comer un buen cabrito asado, y seguir luego hastala Serraníao girar hacia el Señorío de Molina de Aragón, tras las huellas de este nuestro héroe castellano universal por tierras de Guadalajara. No os sentiréis defraudados. Eso sí, recomiendo que en vuestra mochila pongáis un ejemplar del “Cantar de Mío Cid” y en esos altos en el camino que nos depara la hermosura de un paisaje o el deleite de una buena mesa, vayáis releyendo los versos del cantar de gesta, la épica de un héroe que estuve tan presente en nuestra infancia y que ahora está injustamente olvidado a favor de otros de la mercadotecnia americana o del cómic.